Un plato de comida, en bandeja y con cubiertos descartables. Eso dejan los vecinos de Palermo que adhieren a la propuesta de “Servir un plato más”, cada miércoles por la noche en el Punto Plato ubicado en la esquina de pasaje Guise y Charcas. En la noche, en la ciudad, ese lugar, con su cajón pintado y su afiche que invita a servirse un plato de comida, convoca a las personas en situación de calle. Allí tienen su cena, su plato caliente.

El proyecto, ideado por Manuela Dicembrino, junto a sus amigos Romina Rodríguez y Bernardo Cenizo, nació en plena pandemia. Y construye una vocación solidaria basada en “tener en cuenta al otro”, explica Manuela a Página/12. “No es dar comida que te sobra –detalla-, sino cocinar un plato más, para dejarlo en el Punto Plato más cercano a tu casa, y otros puedan cenar”.

El Punto Plato es el lugar donde se deja la cena en esta red solidaria que idearon Manuela y sus amigos. Manuela es neumonóloga. Trabaja “en la guardia del Elizalde, el ex Cuna”, dice, por la ex Casa Cuna, y en el servicio de neumonología infantil del Hospital Garrahan, junto al equipo médico del Programa de Transplante de Pulmón, en niños. Siempre tuvo la costumbre de “bajar comida para la gente de la calle”, cuenta. Pero fue ante las desigualdades que expuso la pandemia que decidió transformar esa actividad individual en una red.

El proyecto nació hace quince días con dos Puntos Plato. Hoy, ofrecen veinte platos de comida solo en el Punto Plato del Boulevard Charcas. “De todo lo que expuso la pandemia –explica- la condición de los niños de barrios vulnerables y la gente que sale a buscar en los residuos para darle de comer su familia es para mí de lo más duro”. Y esta propuesta “chiquita, pero posible”, permite que cualquiera puede sumarse, explica.

“Me pareció que, por la pandemia, dejamos de ver a las personas que están en la calle –insiste Manuela-, pero están, cada vez son más y con más problemas a cuesta”. Así surge “Servir un plato más”. “Elegimos un día a la semana, el miércoles. Y preparamos un plato más, o varios, para gente que lo necesita”.

“Traemos comida caliente” dice Bernardo mientras acomoda en el cajón que hace de canasta, las porciones que acaba de bajar de su edificio. Junto a Romina, son los primeros en llegar. Un vecino se acerca. Pregunta si puede dejar frutas porque se enteró “recién”, pero la semana próxima trae “comida elaborada” promete. Se llama Martín y es estadounidense. Vive hace 10 años en Argentina y ofrece su experiencia en redes sociales para difundir la actividad “por su fin colaborativo”, reflexiona.

También se acerca Daniela y le deja a Romina su bandeja de comida recién preparada. “Ahora se ve más gente en la calle, y trato de aportar con lo que puedo, para ayudar”. Sergio bajó con “cuatro porciones de estofado”. Enrique trajo tres porciones y volvió a bajar con rodajas de pan: “Hay que dar una mano”, dice, se acomoda el barbijo y se despide. Natalia y Lourdes también traen sus porciones para compartir.

Pedro viene por su cena. Bernardo habla con él y entrega la bandeja para Pedro y sus dos compañeros de calle. Usan barbijo y se van rápido. Pedro se queda unos minutos. Cuenta sobre las veces en que salió de la calle, pero volvió, cuenta. Que tuvo trabajos, cuenta, y que “está dura la cosa”, dice, y lleva otra porción para su hermano, que lo espera a una cuadra.

El Punto Plato queda fijo. Es un cajón pintado más el afiche con las redes para contactarlos. “Así convocamos a mas vecinos a cocinar un plato más –agrega Bernardo-, y otras personas puedan acercar otros platos, otros días, de noche o al mediodía”.

Esta semana abren otro Punto Plato en Caballito, otro en Flores y otro frente al Zoológico. “La gente se suma –cuenta Romina-, en una semana tuvimos 200 consultas en @servirunplatomas. Se está moviendo, estamos contentos” dice, y se va. Tiene una clase por Zoom. “Estudio nutrición”, agrega al despedirse. Sus amigos se quedan. Todavía hay vecinos que se acercan con sus porciones. Y Manuela explica, ante la consulta de este diario sobre la reacción de esos vecinos: “No preguntan nada, en absoluto. Se interesan y dicen que tienen ganas de sumarse”.

-¿No les preguntan si son de un partido político, o de una institución?

-No, no. Solo quieren saber cómo se hace -explica Manuela-. Sabemos que el Estado hace todo lo que puede y tenemos la responsabilidad de acompañar. Por eso ofrecemos esto y la gente percibe, preguntan qué pueden cocinar, o cómo generar un Punto Plato.

Un Punto Plato. Imagen: Kala Moreno Parra.

-¿Y ustedes qué les dicen?

-Les explicamos, buscamos el lugar cerca de la casa, les llevamos el cajón pintado -dice Bernardo-, recomendamos que esté limpio, que se motive a los vecinos, les damos los descartables para arrancar. Tratamos de hacerlo fácil para que puedan sumarse.

-¿Qué comidas recomiendan?

-Que sea lo más nutritivo posible -aclara Manuela-, si tiene carne, mejor, y verduras, que sea comida caliente, dentro de las posibilidades de las familias, porque tampoco es algo exigente. La idea es que cada vez seamos más personas, más días, cocinando para otros. De lo individual a lo colectivo. Ir de uno a muchos, armar una red.

-Hay gente que no puede ir a un barrio carenciado -dice Bernardo-, o a un comedor, y la voluntad de ayudar queda en nada. Esto es accesible y permite dar algo importante como un plato de comida. Además, no podemos movernos por la cuarentena. Pero podemos hacer un plato de comida y dejarlo en un Punto Plato cercano.

- ¿Tienen comensales fijos que hayan vuelto la semana siguiente?

-Hay gente que volvió -cuenta Manuela-, creo que además de la comida, porque fueron tratados con respeto. Fue muy agradable decirles ‘tome, lo preparamos para usted’. Al principio no entendían. Ojalá que se vayan acostumbrando. Y por lo menos una vez a la semana pueden tener aquí algo de comer.

-¿Qué les gustaría que suceda con esta iniciativa?

-Que se conozca y se pueda contagiar la idea -reconoce Manuela-. Porque hacer para el otro es sentirte activo. Uno se acostumbra a ver miseria, lo naturaliza. La gente ahora entra a los containers, los ves con nenes chiquitos, sacan con unos ganchos lo que está en las bolsas. La pandemia hace que no los veas, pero están.

-Algunos van a los paradores de CABA, otros no -dice Bernardo-. Hay cartoneros, gente que hace recorridos buscando cosas para reciclar, para ellos esta comida llega con un mensaje solidario. La gente necesitada está en las calles y por eso es aplicable esta estructura, en esta ciudad. Y para los vecinos de un edificio, es una oportunidad de ayudar, por eso los invitamos.

-¿Por qué creen que la propuesta es motivadora?

-Porque cocinar un plato de comida para otro da una sensación muy positiva -explica Manuela-. No es dar lo que te sobra, es preparar algo para otro. Es decirle a esa gente, te veo y te registro, y pienso en vos. En estos momentos cuando todo es malo y todo es queja, salir a contagiar solidaridad nos motiva también. Hay muchas asociaciones y grupos haciendo cosas, y Servir un plato más es una invitación más. Y nos gustaría que con o sin ese nombre, se haga en muchos lugares más.