desde Roma
Cuando se desató la cuarentena por el coronavirus a principios de marzo y fueron suprimidos todos los vuelos, el consulado “era una casa abierta, donde la gente circulaba, pedía asistencia, se desesperaba, algunos hasta lloraban”, contó a PaginaI12 la cónsul general de la República Argentina en Roma, María Lucía Dougherty. “Repentinamente cientos de ciudadanos argentinos vieron transformarse sus planes turísticos, planeados y sustentados por ahorros familiares, en una pesadilla que los conducía a la desesperación. Algunos tenían que viajar a Madrid o Barcelona para tomar los vuelos de retorno a la Argentina pero las fronteras fueron cerradas”.
En todo este periodo se han organizado cuatro “vuelos humanitarios”, acordados entre Italia y Argentina, repatriando a 711 argentinos. El 17 de junio partirá de Roma el quinto.
Con 43 años de servicio en la cancillería argentina, y de éstos unos 20 en el exterior --además de Italia fue cónsul o consejera en las embajadas en Portugal, Estados Unidos, República Dominicana, Indonesia y Panamá-- Dougherty y el consulado dedicaron todos sus esfuerzos a ayudar a esta gente desesperada, ya que muchos no tenían dónde hospedarse por que ya no disponían de dinero para pagar el hotel o porque los hostel cerraban sus puertas y los dejaban en la calle como sucedió, y tal vez les tocaba dormir en el piso de un restaurant como contó una de estas personas. “Frente a este escenario, el gobierno nacional a través de la gestión del canciller Felipe Sola, creó dos herramientas que resultaron invalorables: el Registro Online de los argentinos que estaban fuera del país y querían volver -la gente se inscribía a través del portal del consulado- y el Programa de Asistencia de Argentinos en el Exterior”, explicó la diplomática. El consulado de Roma, pero también el de Milán, fueron ayudados por diplomáticos argentinos de otras sedes, como la embajada ante el Vaticano y ante la FAO (Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación), pero también por autoridades e instituciones de la Iglesia.
Entre los diplomáticos argentinos se armó un equipo de trabajo que recibía y asistía a los viajeros que en el aeropuerto romano de Fiumicino debían tomar los “vuelos humanitarios”. Fueron controlados antes de subir al avión por un equipo médico y al llegar a Argentina debieron respetar todas las medidas de contención sanitarias, incluso la cuarentena.
Gracias al accionar del consulado, las compañías aéreas actualizaron los pasajes de las personas que ya los tenían comprados. Los que no tenían pasaje, tuvieron que adquirirlos. El estado argentino no pagó esos pasajes pero sí autorizó a que el consulado consiguiera alojamiento para toda esa gente. El consulado brindó además asistencia psicológica gratuita gracias a dos profesionales, y organizó una Red Solidarida de Asistencia Alimentaria gratuita para responder a 230 solicitudes de argentinos e ítalo-argentinos que estaban en otras regiones de Italia.
En los primeros vuelos viajaron las personas más necesitadas, ancianos, personas con patologías previas de cuidado, menores, familias con niños. El 22 de marzo partieron ocho esquiadores adolescentes y su instructor que venían de El Bolsón y habían quedado bloqueados en la frontera entre Italia y Francia y cuyos esquíes y valijas están todavía en el consulado. Fueron embarcados en un vuelo charter que partió de Génova, organizado por la compañía de cruceros Costa para sus pasajeros. En el último vuelo, el 24 de mayo, viajaron deportistas de todas las especialidades, fútbol, basquet, natación, esquí.
Entre los argentinos que vinieron a tocar el timbre al consulado en los primeros días de la pandemia, hubo una señora que cuando la cónsul abrió la puerta, la vio sentada en la escalera. “Me pidió que no me acercara”, contó la diplomática. “Me siento mal, muy mal. Vengo a pedir ayuda’, le dijo. Y la cónsul le respondió: ‘Si señora, por supuesto’ y pidió que llamaran una ambulancia. “Si algo me pasa, cuide a mi hija por favor. Le doy su pasaporte, dinero y el contacto del padre que está en Argentina”, dijo además la señora mientras la nena, de unos 12 años, lloraba. La señora dijo que sentía fiebre, tos, y varios síntomas que podían interpretarse como de coronavirus. La ambulancia, después de un largo rato de espera, la llevó al Hospital Umberto Primo. La cónsul fue a verla al hospital poco después. “Estaba en una camilla – contó- en un pasillo porque la guardia médica estaba saturada. Después que la controlaron dijeron que no era coronavirus. La llevé a su hotel, con su hijita. Se fue recuperando. Fue una situación dramática. Por suerte pudieron partir y están con la familia en Buenos Aires”.
En todos estos meses “aumentaron los casos de violencia de género además”, añadió Dougherty. “Tuvimos casos trágicos. Todas las señoras han regresado a la Argentina. Generalmente eran turistas pero también hubo mujeres argentinas residentes en Italia que pidieron ayuda al consulado. Las pudimos alojar y contener. La violencia de género es una suerte de pandemia que ataca a cualquier mujer, no importa el nivel cultural, ni la edad, ni la clase social a la que pertenezca”, agregó la cónsul que en sus años de diplomática se ha especializado en la atención a las víctimas de violencia de género.
Otra cosa que destacó Dougherty fue la ayuda recibida de parte del Vaticano y de la Iglesia en general, en particular la Iglesia Argentina de Roma, los frailes franciscanos de la Orden de los Fieles Conventuales Menores, las monjas de las Hermanas Pobres Bonaerenses de San José y las Servidoras del Señor de la Virgen de Matará, que abrieron las puertas de sus instituciones para alojar gratuitamente a argentinos y argentinas varados.
Argentinos, desventuras y cuarentena italiana
El 17 de junio partirá el quinto vuelo humanitario con argentinos varados en Italia. Se habla hasta ahora de 111 pasajeros que están en Roma y 35 venidos de Milán. Algunos son turistas, otros gente que había venido a gestionar la nacionalidad italiana, a visitar la familia o a buscar trabajo.
Nahuel Guerrero es uno de estos viajeros. Jugador de fútbol de la categoría semiprofesional, 32 años, originario de Villa Constitución (Santa Fe), el 20 de febrero llegó a Italia contratado por un club que le pagó el pasaje y el alojamiento, el Assisi Subasio, de la ciudad de Asis, en el centro de Italia. A los 20 días empezó la cuarentena por lo cual el torneo de fútbol quedó terminado y él en una situación muy inestable. “No teniendo un contrato como profesional, el club se desligó de sus responsabilidades. Me sacó la casa donde estaba viviendo y ni siquiera me pagó el pasaje de vuelta a la Argentina. Por suerte tengo un amigo que también juega al fútbol y estaba viviendo en Rocasecca (a 100 km de Roma) que me recibió en su casa, incluso con mi hermana médica, que había venido a Italia a visitarme”, contó Guerrero que, contratado para jugar al fútbol, ha vivido en varios países como Perú, Australia, Holanda.
“En un primer momento no quise molestar al consulado porque había gente que estaba peor. Yo, dentro de todo, la venía piloteando. Me puse en contacto con el consulado porque mi hermana tenía que regresar y le habían cancelado el vuelo. Le compré un pasaje de regreso para el 12 de abril en Aerolíneas pero también fue cancelado. A los días nos llamaron diciendo que había un vuelo disponible desde Zurich, en Suiza, con médicos. A mi papá lo habían operado hacia dos meses de un tumor y estaba bastante debilucho. Por suerte ella partió y yo me saqué una mochila de encima”, contó. Las cosas luego se complicaron también para él. Su amigo de Rocca Secca tenía que dejar la casa y se le estaba acabando el dinero. Llamó al consulado y éste se activó para que el pasaje de Aerolíneas a nombre de su hermana, se lo transfirieron a su nombre.
Marcela Gedeon, 38 años, es de Buenos Aires capital, donde tenía un emprendimiento de venta de comidas. También partirá el 17 de junio. “Cuando empezó la cuarentena yo estaba en Sicilia, trabajando como voluntaria en un refugio para perros. Iba a estar allí unas tres semanas y después me quería ir a Rumania y al Líbano. Y bueno, no se pudo. Mi manera de viajar, sobre todo en Europa, es hacer un poco de voluntariado y un poco de turismo para no necesitar tanto dinero. Generalmente hago dos semanas de voluntariado y una de turismo”, contó a Página 12. Se tuvo que ir de donde estaba hospedada en Sicilia y entonces pidió asistencia al consulado para que la ayudaran. Le recomendaron que se acercara a Roma porque si partía algún vuelo a la Argentina lo haría desde Roma. El consulado la ayudó a buscar alojamiento. Por una semana estuvo hospedada en la Iglesia Argentina, que tiene algunas habitaciones para visitantes. Después logró alquilar una habitación en una casa con la ayuda del consulado.
“Todo este caos me creó una incertidumbre muy grande -concluyó Marcela- . En estas situaciones lo mejor es estar en la propia casa. Pero también me di cuenta de que el rol del consulado fue importantísimo. En los grupos que los argentinos varados crearon en Whattsapp, se vieron muchas quejas contra el consulado. Escuchar sólo esa voz me parece injusto”.