Una saludable sensación recorre hoy toda la Argentina: la de que es posible volver a ser un país soberano. Y también justo y libre, si las históricas consignas peronistas llegaran a unir a la ciudadanía, cualquiera sea su ideología original. O sea, una Argentina capaz de autodeterminación y en la que de una vez y para siempre el rumbo del crecimiento y la educación, la salud, el bienestar y la coexistencia en paz sean posibles y garanticen la armonía que este país busca desde hace 200 años.
Idealismo puro, invalidará cierta soberbia tradicional, pero que no es imposible si hay decisión y rumbo cierto. Que es lo que ahora pinta en el horizonte la nacionalización del grupo Vicentin. Empresa en cuyo supuesto "auxilio" hemos visto salir estos días a grupos reaccionarios, fascistas y violentos, una vez más manipulando ingenuos al servicio de innobles causas antinacionales.
Vicentin era ya un caso testigo, pero desde ahora será testigo de todo lo contrario, o sea de un país capaz de recuperar el control de su río más importante y de sus fabulosas agroexportaciones. Un país cuyo parlamento, a partir de aquí, debería aplicar un impuesto a la riqueza como se hace en la mayoría de los países del mundo. Y no por una zonza "única vez" sino de aplicación permanente porque ese impuesto es justo, razonable y necesario.
Vicentin, en este sentido, puede ser y quizás ya empieza a ser un factor estabilizador de una sociedad que con urgencia necesita claridad para orientar la producción agropecuaria hacia la soberanía alimentaria. Ésa que jamás pudo ni podrá garantizar la iniciativa privada, que por esencia (no digamos por naturaleza) es extractivista y contaminante.
La decisión del Presidente de nacionalizar el grupo VicentIn va en ese sentido. Y si bien aún falta definir todos los roles y funciones, y ver los primeros resultados, habrá que confiar, sí, pero muy alertas y vigilantes para que no se repitan los viejos, intolerables errores de funcionariados "amigos" que tantas veces resultaron espantosos por corruptelas, nepotismos, torpezas y soberbias.
Todo lo anterior intenta ser, a la vez que una alerta para propios, un modo de interpretar la enloquecida y delirante respuesta que desde los mentimedios y la telebasura se viene dando desde hace una semana a la decisión presidencial. Por su propio desenfreno, el cúmulo de mentiras, provocaciones y abusos comunicacionales de la "resistencia" a la nacionalización de VicentIn, resulta a la vez torpe y peligrosa porque, precisamente, se dirige a soliviantar a sectores medios e incluso populares cooptados por lo que mejor han construIdo en los últimos siete u ocho años los neoliberales locales: el control comunicacional, la ignorancia y el miedo. Tres venenos que juntos son dinamita, como se vio en Brasil y Bolivia, por lo menos.
Y quizá sea éste el punto más preocupante del "caso" VicentIn, y bueno sería que el gobierno nacional tomara nota. Porque, para decirlo en claro, el sistema político-mediático-empresarial de la ultraderecha, con la segura asistencia de lo que ya nuestro vulgo llama "La Embajada", avanza y pisa fuerte como lo ha hecho siempre. Por lo menos desde los bombardeos al centro de Buenos Aires en 1955, los fusilamientos de 1956 y luego el "Proceso" que devastó a una generación y todavía debe cientos y quizá miles de niñ@s apropiad@s.
La explicación a ese avance ultraderechista es sencilla y de lógica política: ellos hacen lo que saben hacer y siempre hicieron. O sea denostar al Estado al que consideran enemigo; hacer negocios maximizando ganancias y minimizando costos, duela a quien duela; corromper si es necesario y para ellos casi siempre es necesario; eludir impuestos a toda costa; y aprovechar todas las debilidades del Estado, al que odian, sobre todo cuando los gobiernos son peronistas.
La única función del Estado que les interesa, y que jamás ven como enemiga, es la de bombero de sus robos y miserias. Lo único que les importa del Estado es que exista para que se haga cargo de las deudas que ellos contraen y que siempre paga el pueblo. Es decir: el Estado solamente les interesa para negociar el pago de las deudas que ellos contratan y fugan a "paraísos fiscales", como se malnombra a las cloacas de fortunas malhabidas.
Llevan casi dos siglos haciendo esto. Y el Estado argentino, desdichadamente, ha sido casi siempre un perfecto idiota útil al servicio de estos "liberales". Y cuando algún gobernante se plantó en defensa del Estado y los sectores e intereses populares, le hicieron lockouts patronales y lo atacaron con jaurías de "periodistas", presiones "extranjeras", dobles discursos "republicanos", cacerolazos y movilizaciones reaccionarias como cuando "la 125". O hicieron directamente golpes de estado.
A esa gente le conviene que nuestro gobierno no reaccione con toda la fuerza comunicacional que podría tener. Y eso es algo que preocupa a muchísim@s votantes, adherentes y sostenedores de Alberto y de Cristina. Que nos preguntamos cómo es que no se responde con todo el sistema comunicacional oficial. En casos como éste, ante el feroz ataque del macrismo, el radicalismo arrodillado y los "miserables" que bien definió el Presidente, ¿no deberían emitirse comunicados esclarecedores por lo menos cada hora? ¿No habría que tener preparado, u organizarlo en 24 horas, un equipazo de comunicadores convencidos para responder a tanta basura mentirosa en el campo que ellos mejor manejan, el de los trolls? ¿No habría que revisar subsidios, pautas y publicidades que parece increíble que todavía reciben fondos del Estado que detestan? Ellos lo harían, como lo hicieron desde el primer minuto macrista.
Están otra vez haciendo “periodismo de guerra”, como definió un operador de Clarín hace un año y pico. "¿Y nosotros? -–se preguntaba ayer el editor de un portal provinciano–-. Ahora en las provincias ni nos atienden los teléfonos, pese a todo lo que laburamos. Y de Nación ni la hora, solo atienden a los famosos. Y pensar que para Cambiemos sus medios eran niñas mimadas mientras nosotros aquí bien gracias, y la gente se queja con razón de no tener medios fuertes".
Cierto que no parece haber peligro inminente, pero cuidado con ser tan elegantes. Que Vicentin es la 125 de esta época, y no hay que olvidar que en aquella ocasión los "miserables" no fueron los perdedores.