El escándalo por los vínculos de Donald Trump con Rusia sigue creciendo. En medio de las sospechas sobre el hackeo a los mails de la campaña de Hillary Clinton, el FBI acaba de iniciar una investigación para demostrar si efectivamente hubo una intervención del Kremlin para favorecer a Trump. Ahora, las miradas se centran en Paul Manafort, jefe de la campaña republicana el año pasado.
Histórico lobbysta en Washington (acompañó a dictadores como el zaireño Mobutu Sese Seko y el filipino Ferdinand Marcos), Manafort fue el principal asesor de Trump en la interna republicana. Apenas el magnate obtuvo la nominación, debió dejar su cargo tras revelarse el presunto cobro de casi 13 millones de dólares por parte de un partido prorruso de Ucrania.
Manafort negó tajantemente esa acusación, así como cualquier conexión con el gobierno ruso. El escándalo del ciberataque le costó el cargo y quedó como el hombre de Trump más ligado al Kremlin, si bien el portavoz presidencial Sean Spicer ha minimizado su influencia: “Jugó un papel muy limitado y en un espacio de tiempo muy corto”.
El nombre del lobbysta vuelve a la palestra con la revelación de que entre 2005 y 2009 fue empleado de Oleg Deripaska, un empresario del aluminio muy cercano a Vladimir Putin. Según la agencia AP, Manafort recibió 10 millones de dólares al año por "influir en la política, los negocios y los medios de los Estados Unidos" en beneficio de Rusia.
La revelación llega justo cuando arrecian las sospechas sobre Trump y el FBI encara una investigación sobre la posible conexión entre Putin y el actual ocupante de la Casa Blanca. “Trabajé para Oleg Deripaska hace casi una década representándole en negocios y asuntos personales en países donde tenía inversiones. Pero no defendí ningún interés político ruso”, se defendió Manafort, quien salió a hablar tras conocerse las cifras de su contrato.
El escándalo sigue creciendo mientras el FBI toma nota del caso. Michael Flynn duró unos días como consejero de Seguridad Nacional, y el Fiscal General (ministro de Justicia) Jeff Sessions, mintió sobre sus relaciones con Rusia, cuando tuvo dos encuentros con el embajador en Washington en septiembre, durante la campaña.
Todavía no se probó la relación de Trump con Moscú, pero los servicios de inteligencia dan por probado que el hackeo tuvo como objeto debilitar a Hillary Clinton y favorecer al postulante republicano. Manafort apunta a ser un nombre clave de la trama. James Comey, el director del FBI, estuvo en el Comité de Inteligencia el lunes, cuando se anunció la investigación, y se mencionó a Manafort 28 veces.