A fines del siglo XIX la historia se basaba en documentos escritos, por lo general redactados desde el poder de turno. Por eso el origen de nuestros archivos públicos tiene que ver con quiénes han estado en el manejo del Estado”, razona Clarke. Pero los cambios sociales y tecnológicos del siglo XX hicieron más notoria la idea de que todos producimos, todo el tiempo, documentos históricos.
“A mediados de siglo existía la posibilidad de tener una máquina de fotos en la casa, lo que tenía que ver no sólo con cambios en la tecnología sino también en la distribución del ingreso, del acceso al ocio, en la posibilidad de cubrir –más allá de las necesidades básicas– otras necesidades”, relata el funcionario.
“Muchas familias argentinas a partir de la década del ’50 pasan a atesorar otras fotos, no sólo las de la comunión o la del casamiento que estaban instaladas en la clase media antes de 1950, sino el registro de otros momentos, que tenían que ver más con la cotidianeidad. Así como el ‘historiador sos vos’, entonces era ‘el fotógrafo sos vos’. Y ese fotógrafo pudo haber tenido la intención con su ojo de registrar alguna cuestión que, además de las caras de sus hijos jugando, tuviera algún sentido para el futuro”, concluye Clarke.