Existe una radio argentina única en su especie que apuesta a lo lúdico, a la abstracción, a la experimentación, al ruidismo. Se llama Radio CASo (Centro de Arte Sonoro), depende del Ministerio de Cultura de la Nación, tiene sede en La Casa Nacional del Bicentenario, se emite por streaming las 24 horas y la coordinadora es Florencia Curci. Por su afán disruptivo y su amplitud estética, es complejo determinar qué es Radio CASo. Como el de la poesía, su procedimiento es inexplicable.
Algunos ejemplos pueden funcionar como definiciones sobre el concepto que la guía. El Guiso Internacional Piezoeléctrico Estéreo Pospatriótico de Cuarentena, por caso. Fue una acción de Sonido C!nico, el dúo que forman Leonello Zambón y Sebastián Rey, ejecutada el 25 de Mayo y consistió en grabar y amplificar el sonido de la cocción de dos guisos, separados “por el aislamiento social preventivo y obligatorio”. La obra fue interactiva y contempló la invitación al oyente a compartir videos y sonidos de sus propios guisos, locros y carbonadas. Surge una pregunta, una especie de provocación: “¿Meterías la cabeza adentro de una cacerola a 80° para escuchar cómo suena un guiso mientras se cuece?”. Un sensor piezoeléctrico instalado en cada utensilio de la cocina es la respuesta. Permite escucharlo todo: el ritmo del cuchillo que percute sobre la tabla de cortar, el chisporroteo de los primeros contactos de las verduras crudas y frías con el aceite caliente, el borboteo del hervor, la reducción del líquido, la espesura del guiso. ¿Se puede advertir la diferencia del sonido de un locro y de una carbonada? Sí. El 9 de Julio se repetirá la experiencia.
Otro ejemplo son las sesiones del programa Radio Cassette. La idea es tan sencilla como irresistible: poner en circulación cassettes, a veces sin siquiera saber qué hay en las cintas. Como dice uno de los ideólogos del ciclo, el formoseño Martín Sandoval, “de esa manera se pueden escuchar cassettes de dudosa procedencia, que perdieron la tapa o que fueron vírgenes y ahora están decorados con esmalte de uñas y stickers. Hubo una época en que en las ferias de los parques los vendían a precios ridículamente bajos. Pude entender esa frase que dice ‘tu basura es mi tesoro’”. De acuerdo al cassette, el oyente puede encontrarse con una banda de rock psicodélico, entrevistas a historiadores, una clase de geografía, grabaciones de presentaciones de libros anarquistas, audiolibros de la Guerra Civil española y cumbias.
Radio CASo conserva detalles deliciosamentes anacrónicos. Lo que emite es irrepetible, se diluye en el aire como un vivo. No hay manera de acceder a programas ya pasados. Ahora mismo, mientras se escribe esta nota, se escuchan los sonidos acuáticos de la obra “Embalse”, de Juan José Calarco, Manrico Montero y Pablo Reche. E inmediatamente después una violenta impronta industrial de Nicolás Varchausky titulada “The Wayward Sessions”. Ese empecinamiento por la fugacidad radial tiene una justificación ideológica. “Nos interesa ir contra la lógica del on demand –señala Florencia Curci-. De alguna manera es un combate contra esa falsa idea de la libertad de elección. Creemos en la escucha compartida, queremos que en el momento de emitir un programa se forme una red de gente interesada en esa manifestación artística específica”.
Una de las naves insignia de la emisora es Radio Tropósfera, conducido por Leonello Zambón, que no tiene horario específico porque su idea es, precisamente, sorprender. Zambón lo define como un intento de “transformar el entorno doméstico en una estación meteorológica cyborg, capaz de traducir los flujos medioambientales en ruido de fondo. Es una máquina automática de producción de música.
Otros títulos son Lupe’s Zoom, un ciclo de entrevistas a artistas contemporáneos conducido por la plástica Guadalupe Fernández, Vinilo y sustancia de Zelmar Garín, Reporte parcial, mezquino y subjetivo de la actualidad francesa de Leandro Barzabal y Oid Nos, con los registros de los conciertos de música electroacústica producidos por el Centro de Arte Sonoro y mixes del Archivo Fernando von Reichenbach de la Universidad Nacional de Quilmes. Todo cambia de acuerdo a la hora y al día: se pasa del ahogo claustrofóbico a la amabilidad relajante de un chill out; de una motosierra a una manifiesto político vociferado con acento castizo.
No es una aventura de freaks; es, más bien, una suerte de terrorismo sonoro mutante que aspira fortalecer y hacer crecer una contracultura que, paradójicamente, encontró una caricia oficial en el tercer piso de La Casa del Bicentenario. Surgida en el inicio de la pandemia, Radio CASo apunta, dicen, a la relación entre la sensibilidad del sonido y la comunidad. Siempre, completa Curci, “apostando a que la radio básicamente es compañía”. Para cuando pase la peste planean profundizar las performances espaciales. “Y darle un carácter más federal. El formato on line facilita su proyección nacional. Y si bien ya se pueden escuchar cosas interesantísimas como grabaciones de chamamé psicodélico, queremos que haya programas producidos directamente en las provincias”. Para este miércoles 24 a las 21, el ciclo Nada que ver. Lecturas para radio de poemas visuales propone cinco textos maravillosos: Tudo está dito (1974) de Augusto de Campos, Kembo (1988) de Joan Brossa, Helicóptero (1978) de Edgardo Llanos, Para ser leído con lupa (1964) de Yoko Ono y Poema matemático censurado (1974) de Edgardo Vigo.
El Poema matemático censurado del platense Vigo comienza: “Nunca por nada quieran repetir algo/ Siempre la muerte los salvará de hacerlo/ Repetir simplemente no es nada más que un coro de naderías”. Parece ser la definición del plan estético –el valor de lo singular en relación con lo colectivo, la idea de lo irrepetible- de Radio CASo.