El gobierno de Donald Trump parece una mamushka de desaciertos, peleas y errores no forzados. A la rebelión popular que recorre Estados Unidos tras el asesinato de George Floyd por parte de la policía de Minneapolis y a la crisis por el (des)manejo de la pandemia de la covid 19 (con más de 2 millones de contagiados y 115.755 fallecidos), Donald Trump acaba de sumar una nueva batalla: quién es el responsable del contenido que circula en las plataformas tecnológicas (Twitter, Facebook, Netflix, Snapchat, ect).
Durante años Twitter no había tenido ninguna regla en contra de mentir o difundir las mentiras de otro, siempre que esto no representara una amenaza directa para la seguridad de un usuario. Pero a partir de marzo, la compañía comenzó a verificar y etiquetar los tuits que incluían videos alterados digitalmente. A principios de mayo ampliaron esa política a los materiales relacionados con la covid-19. Pero todo estalló cuando el 26 de mayo Donald Trump, un activo usuario de Twitter (con más de 52 mil tuits escritos y 82 millones de seguidores) escribió que el voto por correo en California era “sustancialmente fraudulento” y que allí “las urnas serán robadas, las boletas (electorales) serán falsificadas e incluso impresas ilegalmente y firmadas fraudulentamente”. Twitter reaccionó frente a esto y por primera vez etiquetó un mensaje del Presidente como “engañoso” e incluyó un enlace con el titulo “Obtenga información sobre el voto electrónico” que redirigía a una página con artículos periodísticos que desmentían los dichos del primer mandatario.
Eso desató la furia de Trump, quien acusó a Twitter de “interferir en la elección presidencial” y “sofocar la libertad de expresión”, y prometió “regular las redes sociales o cerrarlas”. Además, al día siguiente dictó una orden ejecutiva solicitando a la Comisión Federal de Comunicaciones que revisara el beneficio que tienen las plataformas tecnológicas (Sección 230 de la Ley de Decencia de las Comunicaciones) de no ser responsables por lo que publican sus usuarios en ellas. Si eso llegara a pasar, cambiarían totalmente las reglas del juego: Twitter, Facebook, YouTube y otras redes sociales podrían acumular millones de demandas.
Pero el asunto no terminó allí. El 29 de Mayo, 4 días después del asesinato de George Floyd y mientras las protestas contra la violencia racial atravesaban todo Estados Unidos, Trump volvió a provocar a través de un posteo en Twitter y Facebook: “Cuando empiezan los saqueos, empiezan los disparos”. La frase era de por sí políticamente incorrecta, pero el asunto era aún peor porque estaba citando las palabras de Walter Headley, el jefe del Departamento de Policía de Miami a finales de los años 60, un claro opositor a los movimiento por los derechos civiles, quien apañó el accionar violento de sus policías, lo que acá conocemos como “mano dura”.
Frente a estas palabras las plataformas tecnológicas tuvieron distintas posiciones: Twitter ocultó la amenaza de Trump detrás de un mensaje que decía que la publicación del Presidente incurría en una violación de sus reglas que prohíben "glorificar la violencia", antes de que se pudiera acceder al post original.
Facebook en cambio lo dejó tal cual estaba. Ese día Mark Zuckerberg publicó un largo post en Facebook en el que se justificaba: “He estado luchando todo el día sobre cómo responder a los tuits y publicaciones del presidente. Personalmente, tengo una reacción visceral negativa a este tipo de retórica divisiva y enardecedora. Pero soy responsable de reaccionar no sólo en mi opinión personal, sino como el líder de una institución comprometida con la libertad de expresión. Sé que muchas personas están enojadas por que hemos mantenido la publicación del presidente, pero nuestra posición es que debemos permitir tanta expresión como sea posible a menos que cause un riesgo inminente de daño específico".
Dos días más tarde se supo que antes de la publicación del mensaje, Zuckerberg y Trump mantuvieron una conversación telefónica, lo que para muchos observadores compromete la “neutralidad” de Facebook.
El hecho fue que esto no cayó nada bien puertas adentro de la compañía. Zuckerberg tuvo que pasar varios días reunido con empleados, líderes de derechos civiles y otras partes enojadas para intentar explicar la postura de la compañía: Facebook no pretende ser un "árbitro de la verdad" y lo que los líderes mundiales publican en las redes es de interés público y periodístico. Cuando en una teleconferencia grabada un empleado le preguntó a Mark Zuckerberg si se consultó a algún empleado negro de Facebook en el proceso de toma de decisiones, el CEO de la compañía nombró a uno.
Las cosas no mejoraron, el 1 de junio cientos de empleados de Facebook realizaron una huelga virtual, muchos expresaron su descontento en las redes, algunos renunciaron, uno de ellos denunciando que “Facebook quedará del lado incorrecto de la historia”.
Al menos parece que está quedando en soledad dentro del universo de las plataformas tecnológicas, porque varias de ellas tomaron partido. Primero Netflix entró en la pelea: en su cuenta oficial de Twitter publicó “Quedarse callado es ser cómplice. Black lives matter (las vidas de los negros importan)” y seguía el post: “Tenemos una plataforma, y tenemos el deber hacia nuestros miembros, empleados, desarrolladores y talentos negros de alzar la voz”. El 4 de junio Snapchat, la red social ultra popular entre los más jóvenes -donde Trump también tiene cuenta (aunque con sólo1,5 millones de seguidores)- también entró al ruedo. Anunciaron que dejarían de promocionar la cuenta del Presidente para no "amplificar voces que incitan a la violencia racial y a la injusticia". Esto no quiere decir que se cierre la cuenta de Trump, sino que dejará de ser recomendada por el sistema promocional de la plataforma que ofrece a los usuarios contenidos y cuentas que podrían ser de su interés.
Y las cosas no parecen detenerse allí. Twitter está probando un sistema en que si los usuarios quieren retuitear un contenido con un enlace web que no han abierto antes, la aplicación les preguntará si no prefieren abrirlo antes de compartirlo. No es que con estas medidas dejarán de existir las fake news, pero es una manera de dificultar su circulación y contribuir al desarrollo de discusiones más informadas.
Faltan menos de cinco meses para las elecciones presidenciales de Estados Unidos y la pelea por la responsabilidad del contenido que circula en las plataformas tecnológicas parece recién haber empezado.