La situación social sigue siendo crítica en el Area Metropolitana Buenos Aires (AMBA), en especial porque la mitad de la población tuvo que reducir las porciones de comida en el último año, ocho de cada diez personas tuvieron que cambiar de marcas de los productos que compran y también la mitad piensa que está en peligro de perder su trabajo. Después de la salida del gobierno de Mauricio Macri, irrumpió una moderada ola de optimismo durante el verano, pero la pandemia volvió a poner en jaque a los habitantes del AMBA. Aún así, los números no empeoraron, sino que tienden a estar levemente mejor que cuando se fue la administración Cambiemos. Por ejemplo, en septiembre de 2019, el 67 por ciento decía que la situación económica era mala o muy mala, mientras que ahora esa mirada pesimista es sostenida por menos entrevistados, el 50 por ciento.

Las conclusiones surgen del décimo segundo Monitor de Clima Social que habitualmente realiza el Centro de Estudios Metropolitanos (CEM), un centro que integran la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (UMET), la Universidad Nacional de Hurlingham y la Universidad Nacional Arturo Jauretche. En total se entrevistaron 1115 personas a través de teléfonos fijos y 494 por teléfonos celulares, respetando las proporciones por edad, sexo y nivel económico social. La conducción del estudio estuvo a cargo de Matías Barroetaveña, el trabajo de campo se hizo en mayo y el procesamiento se terminó la semana pasada.

“Pese a la pandemia, las percepciones y expectativas sobre la economía, el trabajo y lo alimentario son mejores o iguales que en el final del gobierno de Macri --sostiene Barroetaveña--. Esto se puede explicar por una visión positiva hacia el cambio de modelo pero también por medidas concretas de trasferencias directas como la Asistencia al Trabajo y la Producción (ATP), que paga parte del salario del 40 por ciento de los trabajadores formales, el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), que cubre el 50 por ciento de los trabajadores informales y que suman, junto a empleados públicos, jubilados y perceptores de Asignación Universal por Hijo (AUH), un total de 21 millones de personas que hoy reciben ingresos del Estado. De todas maneras debemos tener muy presente que la mitad de la población dice haber tenido que reducir las porciones de alimentos por no disponer de suficiente dinero y casi uno de cada tres dijeron pasar hambre.”

El estudio del Monitor se concentra en tres áreas, la seguridad Alimentaria, Económica y Laboral. Se construyen índices a partir de las preguntas que se les hacen a los encuestados y que se refieren a elementos básicos de los tres aspectos.

Alimentación

Parece lo más crítico, ya que es en lo que se manifiesta deterioro respecto de la anterior medición, en septiembre, cuando la situación ya era grave. Como es obvio, la falta de trabajo y de changas afecta directamente la cuestión de la alimentación.

Globalmente, el 48 por ciento de los consultados afirman que durante el último año tuvieron que reducir las porciones de comida por falta de dinero. Es casi la mitad de la población y tres puntos más que en septiembre. Sin embargo, lo más alarmante es que ese porcentaje trepa al 57 por ciento en el segundo cordón del conurbano bonaerense, muy golpeado por la caída en la construcción, por ejemplo.

Hay una pregunta aún más directa referida a la seguridad alimentaria y tiene que ver con el hambre. El 28 por ciento de los encuestados dijo que en algún momento del último año pasó hambre. Es una leve disminución respecto de septiembre cuando lo dijo un 31 por ciento. Tiene que ver con la masiva asistencia social impulsada por el gobierno del Frente de Todos.

Trabajo

Es otro aspecto crítico por la baja de la actividad económica, en la Argentina y en el mundo. Como es público y notorio, en Estados Unidos, por ejemplo, 40 millones de personas pidieron el seguro de desempleo. Por lo tanto, no llama la atención que casi la mitad de los entrevistados por el Monitor (49 por ciento) respondieran que creen que es probable que pierdan el trabajo a corto plazo. La otra pregunta relacionada con la seguridad laboral tiene que ver con los que viven en el hogar: el 39 por ciento de los entrevistados afirma que alguno de los integrantes del grupo perdieron su trabajo en el último año y son mayoría los que dicen que algún integrante del grupo de trabajo salió a buscar empleo porque el dinero no alcanza.

En este aspecto, los números empeoraron desde septiembre, algo que tiene lógica porque la cuarentena produjo una hecatombe en el mercado laboral.

Economía

En este área, las respuestas fueron ahora mejores que en septiembre, básicamente porque hay una mirada más esperanzada en el modelo del Frente de Todos y en el gobierno de Fernández--Fernández comparado con la mirada que había con la administración Cambiemos. A eso se agrega el rescate social que concretó el Ejecutivo, tanto a nivel de las empresas como de los trabajadores y los desempleados.

Eso explica que el 50 por ciento de los encuestados conteste que la situación económica es mala o muy mala, cuando en septiembre el 67 por ciento daba esa respuesta demoledora. Lo mismo surge cuando se pregunta cómo está su situación económica personal comparada con la que tenía hace un año atrás: en septiembre contestaba que su situación era peor el 55 por ciento de los consultados, mientras que ahora eso bajó al 41 por ciento.

Es muy probable que estas respuestas tengan más que ver con cierto optimismo, con cierta esperanza, y no con una realidad, forzosamente más dura por la epidemia.

Diferencias

Como era esperable, todos los números son peores en el segundo cordón del Gran Buenos Aires y en los sectores de menores recursos, que también son los más afectados por la pandemia. Pero tal vez lo más llamativo del Monitor es que, ante una hecatombe de la actividad económica mundial, y con el AMBA aún en cuarentena, la caída en las seguridades alimentaria, laboral y económica no es tan drástica. No existe hasta el momento una sensación de desesperanza, hay expectativa. Habrá que ver cómo evolucionan las cosas con el tiempo, porque todavía la cuesta es empinada en el camino para salir de la epidemia.