Pipa Barbato empezó estudiando Ciencias de la Comunicación en la UBA, luego pasó a un terciario de Publicidad y comenzó a pegar laburo como creativo en distintas agencias. Su manija por incorporar conocimientos lo llevó a anotarse en un taller de stand up, más que nada para aprender técnicas que le pudieran servir en el trabajo. Pero un día volvió a revisar aquel viejo disco de comerciales que lo habían volcado inicialmente a la publicidad y se produjo un clic: “Noté que la mayoría tenían tono humorístico. Y ahí me di cuenta de que, en esencia, lo que quería hacer era comedia“.
La publicidad fue un vehículo pero además le dio herramientas para el humor: “Tanto un aviso como un chiste deben ser originales, tener un factor sorpresa y bancarse un proceso, porque en la mayoría de las veces la decimoquinta idea es mejor que la primera”, dice Pipa, quien orilló el humor para aprender más sobre publicidad y terminó columpiándose desde la publicidad para sumergirse en el humor.
La transición se aceleró en 2015, cuando negoció con su jefe de la agencia una indemnización y pudo dedicarse exclusivamente al stand up con una moneda de backup. De su Temperley natal directo a Plaza Serrano, Pipa metió en esos bares palermitanos sus primeros ciclos, y también sus primeras amistades: “Ahí compartimos muchos escenarios, además de muchas horas de frío y volanteo”. Ese nodo fue semillero de muchos humoristas que luego dieron un salto en las redes sociales e incrementaron notablemente su popularidad.
El hipervínculo más fructífero de Barbato con esa generación quizás haya sido con Nicolás de Tracy, con quien compartió proyectos humorísticos como Salchipapas (en triángulo con el también dibujante Seba Guidobono), y esos inolvidables sketches en las paradas de bondis o en plena clase de la UBA donde Nico irrumpe como un falso hermano para ridiculizarlo con reproches insólitos.
“Esas ideas de hermanos nos gustaban por el contraste que genera nuestro aspecto de boludos grandotes de 30 años que discuten como si todavía vivieran juntos con la madre. Fuimos a distintas sedes de universidades públicas porque es más difícil que se conozcan entre todos. Y muchos piensan 'qué ganas de joder a los que quieren estudiar', pero la realidad es que todos se terminan riendo, hasta el profesor”.
Pipa solo o con de todo
Otro proyecto colectivo notable fue Con de todo, esta vez junto a Juampi Carbonetti y Pichi Piccirillo, un contenido semanal múltiple y veloz, pensado específicamente para YouTube, de gran nivel creativo y abundante producción: en un video de cuatro minutos llegaban a meter hasta cinco microsketches sobre temas y locaciones distintas.
“Nos gusta el humor con una vueltita más, aunque después termine siendo una pavada, y en Instagram eso iba a ser difícil porque lo abrís cuando estás en el baño o en el bondi y no tenés mucho tiempo ni ganas de pensar. Como dijo alguna vez Pedro Saborido, preferimos fracasar haciendo lo que nos gusta antes que fracasar haciendo lo que ‘hay que hacer’”, banca Pipa, que espera retomar el formato post pandemia.
Claro que después de tanto rodeo colectivo, Barbato se dio cuenta de que era inevitable probar la experiencia “solista”. “Hubo una época en la que la forma de dar los primeros pasos en el stand up era formando elencos. Pero después te empiezan a dar ganas de estar más minutos en el escenario y, por decantación, uno termina teniendo su show unipersonal. Es un paso lógico, pero además necesario para poder crecer y mejorar como comediante.“
Pipa hizo shows en teatros, bares, festivales y el año pasado hasta en casas. ¿En casas? “Sí, en la de Juampi Carbonetti, que tiene un espacio interesante. No conseguíamos lugares para actuar, entonces tiramos la idea en nuestras redes, la gente se copó, vendimos entradas por internet y estuvo buenísimo”. Ese fue el abono para Un Pipa, el formato con el que luego empezó a girar por el país.
Yo soy tu amigo fiel
Freezado ahora por la cuarentena, Pipa saca calor desde su repentismo y habilidad multiplataforma para seguir generando humor y poder monetizarlo. Por un lado, el taller de creación de contenido junto a Pichi Piccirillo; por el otro, su podcast Comedy Buddy como un blend entre su experiencia previa de cinco años en radio y, a la vez, su observación de lo que pasa en el universo streamer en Twitch y otras plataformas.
“Comedy Buddy es un término yanki del stand up que se usa cuando peloteas ideas, material o chistes con otro colega”, explica. En su ciclo, él hostea a otros comediantes bajo algún tópico especial a cada programa: porro, monogamia, telos, epic fails. Mañana habrá una nueva edición con los convidados Matzorama y Tomás Quintín Palma.
“Siempre ofrecí mi contenido gratis en Internet con la expectativa de que después mis seguidores paguen una entrada al show. Como hoy no lo puedo hacer, doy la opción de que me apoyen con aportes libres para que me ayuden y yo pueda seguir haciendo el podcast y los videos”, explica Barbato acerca de la opción que él, como tantos otros humoristas, comienza a aplicar: los “botones” de MercadoPago a voluntad, desde su página web personal. “La ayuda, más allá de ser económica, también es anímica, porque es re frustrante sentir que le dedicás tiempo y cabeza a algo que no genera ninguna retribución”.
¿Qué te inspira para hacer humor?
--Las ideas vienen de cosas que observo, estoy atento a todo. Una vuelta vi en la calle una discusión entre dos personas, una desde su auto y la otra cruzando la calle. No llegué a escuchar lo que se decían, solo los gritos. Se me ocurrió que podía ser gracioso que, en lugar de putearse, se dijeran cosas positivas a los gritos. Me parecía un contraste que podía funcionar. Pero la mayoría de las ideas son de mucho tiempo de laburo, o también peloteo mucho con otros colegas con los que me junto a grabar. Veo mucha comedia y analizo por qué algo es gracioso y qué hace que lo sea.
Soles decir que no te gusta hacer humor sobre minorías, por ejemplo. ¿Sentís una responsabilidad social en tus chistes?
--Hay veces en que las ideas surgen de cosas que me parece que están mal, entonces busco la forma graciosa de demostrarlo. Una vez que tengo la idea, veo si se entiende lo que estoy queriendo decir. Me aseguro de que la “víctima” del chiste sea el opresor y no el oprimido, porque si no sería bullying. Creo que por acción u omisión siempre estás comunicando, quieras o no. Entonces trato de ser responsable con el mensaje. No siento que baje línea ni nada pero tampoco quiero ser otro forro más que refuerza estereotipos. De eso ya está lleno. Ahora, antes de fijarme en todo eso, lo más importante es que sea gracioso. El chiste no puede faltar. Si una idea es graciosa y encima comunica algo piola, golazo.