En 2002, Mariano Turek estaba realizando un proyecto sobre dramaturgos regionales y se topó con la obra La rosa, de Julio Beltzer. Automáticamente quedó impactado por las imágenes que construía la escritura del autor y por la historia de una mujer sola que espera al marido que nunca llega y que remite a un hecho criminal sucedido en la ciudad de Santa Fe, en la década del 50: una noche, ella fue testigo de un crimen. Ese es el germen de Algo con una mujer, ficción que Turek codirigió con su pareja Luján Loioco y que se estrena este jueves por Cine.ar. "Primero hice una adaptación con Clara Ambrosoni, que era bastante más literal. El proyecto quedó dormido varios años y hace un lustro lo retomamos con Luján y decidimos hacer una adaptación más enfocada en los elementos del policial que tenía la obra de Beltzer: en el crimen, el secreto y el peligro", cuenta Turek en la entrevista con Página/12, de la que también participa Loioco.
El año en que transcurre la historia es imposible que no remita a lo histórico-político: es el del derrocamiento de Juan Domingo Perón, en 1955. Y la película no lo elude pero lo utiliza como contexto. En un pueblo del interior del país, vive Rosa (María Soldi), que es costurera y ama de casa. Como se aburre esperando a su marido Paulino (Manuel Vignau), que es militante político y no está muy presente en el hogar, Rosa mata el tiempo leyendo historias de detectives. De pronto, se produce el hecho que modifica todo: Rosa se convierte en la única testigo de un crimen. A partir de allí, su mundo de fantasía y la realidad se encontrarán.
“Algo con una mujer es, sin dudas, un hecho decisivo de nuestra historia personal. Por un lado, es el primer proyecto que escribimos, dirigimos, y producimos íntegramente con nuestra productora Libre Cine y, por otro lado, durante el proceso, atravesamos el nacimiento de nuestra primera hija, Alfonsina, a quien va dedicada la película. El rodaje en San Antonio de Areco supuso una mudanza de toda la familia, con abuelas incluidas", comentan los realizadores.
-¿Qué vieron de cinematográfico en la pieza teatral?
Mariano Turek: -La pieza tiene, por un lado, elementos que conectan mucho con el policial de la época, más ligado al cine negro, no tanto al policial del enigma. Un policial que se relaciona con un contexto violento, con una ciudad corrupta, con personajes que trasuntan los límites de la legalidad, con policías que, a veces, son más delincuentes que los propios criminales. Todo eso nos daba la sensación de poder acercar la película al género policial. Beltzer también escribe con mucha imagen. Su escritura es muy visual. Eso también nos generaba elementos para pensar el imaginario visual de la película.
-Al estar ambientada en 1955 tiende a pensarse en una película de neto tinte político. ¿La particularidad es que realizaron un film de género en ese contexto?
Luján Loioco: -Sí, más allá de que la obra original también tiene su anclaje en el ‘55, fue una decisión adaptarla a ese único año porque la obra transcurre en dos años diferentes. Nosotros nos quedamos solamente con el relato del ‘55. Y focalizamos en el personaje de Rosa y el universo de esta mujer dentro de ese contexto. La narración tiende -al menos era nuestra voluntad- a marcar esa circunstancia política como un contexto, en el cual los personajes se desenvuelven y llevan adelante su cotidianidad. No es una película que tome a la situación política como un protagonista sino que la protagonista aparentemente está por fuera de ese universo. Y, en algún punto, la película busca cuestionarse que uno nunca puede estar realmente fuera del contexto en el que habita. Por más que una circunstancia social o una época, como los años ‘50, que eran un momento fuertemente de una cultura patriarcal, donde la mujer estaba dentro de la casa, nadie se puede quedar afuera del espacio donde nace.
-Justamente, es una historia que no tiene mucho que ver con este presente de las mujeres tan activas y protagonistas porque se puede ver la carga de machismo que había por entonces.
L.L.: -Sí, para mí lo interesante de trabajar un relato con tantos años de distancia es que claramente la cultura de época es esa. Entonces, hay algunas marcaciones que tienen que responder a haber nacido y ser mujer en esos años. No es que en el cotidiano lo estarían viviendo como "esta opresión patriarcal", porque esas palabras tampoco formaban parte del lenguaje, del vocabulario y, en consecuencia no era algo que uno estaba cuestionando. Ahora yo sí veo la diferencia. Cuando empezamos a trabajar con este texto, me divertía mucho y me fascinaba la idea de trabajar a esta Rosa protagonista, teniendo en cuenta que ella está supuestamente relegada de lo social. Y no la veía como "Ay, pobre Rosa, encerrada en su casa, qué mal la pasa" sino cómo hacía una mujer de 30 años con deseos, fantasías, mundo interno para sobrellevar su vida sin que fuera un aburrimiento. Ahí empezamos a fantasear y a diagramar ese interior de esa casa. No está padeciendo un sometimiento o, por lo menos, no lo hace de forma consciente sino que forma parte esperar al marido, limpiar la vajilla, su oficio es la costura. Pero dentro de ese mundo aún pueden resistir un poquito sus deseos y su libertad, que es la que ella defiende con uñas y dientes. Vemos en la película que esa libertad, en algún momento le hace tomar decisiones quizá moralmente cuestionables. Entonces, había que trabajar esta figura dentro un contexto obviamente machista, pero en vez de analizarla con mi mirada feminista del 2020, busqué conectar con esa Rosa del género.
-¿Cómo se trabaja el suspenso con toda la carga histórica que el espectador puede encontrar en ese año?
M.T.: -Nosotros abordamos el año político de la Argentina del '55 de un modo lateral, como un telón que tiñe de una sensación de peligro inminente a todas las acciones de todos los personajes, y cómo los personajes quedan transformados por ese contexto, quedan condicionados. A partir de ahí, la película directamente sigue la línea de la acción de Rosa y lo que la rodea. Todos sabemos que en el '55 hubo un golpe de Estado, todos sabemos que en septiembre de ese año Perón cayó y subieron los militares. La película no esconde eso y tampoco intenta jugar con ese misterio sino que juega con el misterio de lo que pasa con el hecho criminal que relata. Y juega con el suspenso de cómo los personajes se van acomodando y van reaccionando frente a la investigación que Rosa comienza a analizar. Rosa, que es una mujer amante de las historias detectives, termina convirtiéndose en la detective de su propio caso policial.