Las escuchas, las fotos y los registros audiovisuales que el Juez Federico Villena le exhibió a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, son contundentes. El espionaje ilegal desarrollado desde la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) por el gobierno de Mauricio Macri sobre dirigentes opositores es una prueba irrefutable de que teníamos razón al denunciar el lawfare como forma de dominación colonial contemporánea.
En estos días en los que sale a la luz como nunca antes lo que sabíamos hace años, que las democracias latinoamericanas están amenazadas por una potente estrategia de sometimiento basada en la corrupción de las instituciones, resulta oportuno volver a señalar el rol clave que los medios de comunicación dominantes han tenido en la persecución de los gobiernos y dirigentes populares.
Los medios no son un simple escenario más del desarrollo del lawfare, son un actor necesario, responsable y solidario. Jueces y fiscales extorsionadores, agentes de inteligencia, policías corruptos y funcionarios de la derecha están en el mismo nivel que los operadores mediáticos que se hacen llamar periodistas.
¿Cuáles son las funciones de los medios de comunicación dominantes en el lawfare? Proteger y difamar, promocionar y desprestigiar. Proteger la imagen pública de quienes saquean el país y cometen toda clase de delitos en la defensa de sus privilegios. Difamar a las organizaciones y los dirigentes políticos que buscan proteger los derechos de las mayorías. Promocionar la ideología, los valores y los imaginarios de las elites locales e internacionales. Desprestigiar las experiencias alternativas al capitalismo e invisibilizar el hecho de que son los gobiernos populares los que defienden los intereses de nuestra sociedad.
Los medios son los que se nutren de esas investigaciones ilegales de los órganos de inteligencia que se reproducen incansablemente en los diarios y la televisión. Son los responsables de generar las informaciones, que luego van a ser desmentidas por su falsedad, pero que dirigentes inescrupulosos de la derecha utilizan como insumo para hacer denuncias en los tribunales. Es decir, los medios son parte necesaria en este mecanismo dispuesto para la persecución y la muerte civil de los dirigentes populares.
En este escenario, cabe preguntarse si tiene sentido seguir utilizando la expresión medios de comunicación hegemónicos. La hegemonía es un proceso de representación de intereses particulares como colectivos, es un juego de interpelaciones y reconocimientos. Tal vez sea más correcto hablar de medios dominantes, si pensamos a la dominación como un proceso coercitivo, y teniendo en cuenta que lo que ellos hacen desde la mentira sistemática y la persecución de quienes se enfrentan a sus intereses es sencillamente violento.
En este escenario y ante la utilización de la violencia como instrumento para la imposición de sus intereses, la definición como medios dominantes parece la más certera entre las categorizaciones posibles. Precisamente les hace justicia porque la dominación es un proceso coercitivo, y lo que estos medios hacen desde la mentira sistemática y la persecución de quienes se enfrentan a sus intereses es sencillamente violento.
Pero toda esa violenta forma de hacer política y sus recursos espurios no pudieron doblegar a las organizaciones y dirigentes del campo popular. Nunca se pudieron enterar de nada, ni de los planes electorales, ni de las alianzas, ni del libro de Cristina. Al final de todo esto, lo que nos queda es una gran confianza en la capacidad regenerativa de nuestra política y de nuestra democracia. Cuanto más evidente se hace el carácter ilegal del descomunal poder al que nos enfrentamos, más convencidos y convencidas nos sentimos de que la historia nos muestra hoy claramente quiénes buscan someter al pueblo y dónde se juegan las posibilidades de su emancipación.