“Me enteré que quieren desalojar el Hogar, Vivi… es nuestra casa, ¿cómo puede ser?” Le dijo Lil Busto, una de las tantas egresadas del Hogar Eva Duarte, a Viviana Aguirre, estudiante de psicopedagogía y trabajadora de esa institución hace ya más de cuatro años. Y esa pregunta fue tanto una zozobra como la constatación de que el Hogar es eso, una casa y una oportunidad, como dice Vivi, “de poder construir algo por fuera del círculo de la violencia. Y justamente por eso el desalojo es muy grave, porque es un espacio que a las pibas les brinda la posibilidad de un futuro mejor".
El Hogar de Mujeres y Disidencias Eva Duarte fue creado en 1991, depende económicamente de la Dirección General de la Mujer del Gobierno de la Ciudad y es la única unidad convivencial para adolescentes y sus hijes que sufren o sufrieron alguna situación de violencia de género y que no cuentan con un alojamiento seguro, ni redes sociales de contención. La semana pasada, la Subsecretaría de Fortalecimiento Personal, Familiar y Comunitario, se comunicó con las coordinadoras del Hogar, para anunciar la “mudanza” de la institución por supuestas cuestiones de seguridad sanitaria.
“El motivo que informan es que no podemos seguir donde estamos, que es dentro del edificio del Hogar San Martín, porque en otra ala del lugar también funciona un hogar con personas de la tercera edad y eso podría ponerlas en riesgo. Pero la realidad es que las poblaciones de los dos hogares no tienen contacto alguno, por eso creemos que todo esto es una excusa para desarmar el programa y desalojarnos”, denuncia Viviana.
“Como todas sabemos, a las mujeres nos cuesta un montón poder visibilizar la violencia que padecemos, y estos espacios lo que hacen justamente es mostrarle a las jóvenes alternativas diferentes para poder vivir y desarrollar la vida adulta y, a sus hijes, la posibilidad de tener una formación psicopedagógica diferente, adquirir otros hábitos y empezar a pensar que la vida no tiene porqué ser dura, que puede ser diferente”, explica Viviana.
Como el hogar es convivencial y no transicional, una vez que las jóvenes ingresan, a partir de los 14 años, pueden quedarse a vivir allí hasta los 18: “Básicamente esa es la principal diferencia con otros lugares transitorios o paradores en donde las chicas suelen pasar unos meses hasta que luego son derivadas a lugares como el Eva”, explica Florencia Álvarez, psicóloga social del Hogar y delegada de ATE.
A su vez, al ser un refugio de puertas abiertas, las jóvenes pueden ir al colegio, llevar a les niñes al jardín, o hacer la actividad que deseen; así como también pueden elegir si quieren quedarse viviendo allí o dejar de hacerlo.
“Trabajamos con una pedagogía de la ternura como una respuesta ética y política que va en contraposición con la crueldad y el desamparo que las pibas han recibido, en la mayoría de los casos desde su familia, y también por parte del Estado. Por eso decimos que el Hogar es mucho más que un techo o una comida: es un espacio en donde ellas pueden construir su identidad, configurar sus subjetividades, y ser alojadas en el más amplio sentido de la palabra”, cuenta Florencia.
Hasta la semana pasada, el plan del Gobierno de la Ciudad era cerrar el espacio y distribuir al personal y a las jóvenes que ahora se encuentran allí en otros dispositivos que también pertenecen a la Dirección de la Mujer, lo que hubiera generado que esas otras instituciones, muchas hoy ya colapsadas por la pandemia, se terminen de llenar y no tengan más plazas para otras personas que también los necesitan.
Pero la lucha que durante toda la semana llevó adelante el colectivo de trabajadoras del Hogar tuvo eco a nivel social y ese plan inicial finalmente quedó descartado. Sin embargo, la mudanza sigue en pie porque ahora lo que la Subsecretaría está intentando hacer es que el Hogar vuelva al predio en donde funcionaba hasta 2009, cuando tuvo que ser desalojado por peligro de derrumbe.
“Estamos muy preocupadas porque lo último que nos dijeron es que vamos a tener que volver al predio de Belgrano, de donde tuvimos que mudarnos porque estaba en pésimas condiciones y los techos se caían a pedazos. El lugar en donde estamos ahora si bien no es ideal, al menos cuenta con las condiciones básicas de cuidado y de seguridad, algo que, además, hemos logrado nosotras gracias a la lucha permanente de todas las trabajadoras”, cuenta Daniela Keclach, psicóloga del Hogar.
Esta unidad convivencial, ubicada en La Paternal, cuenta con capacidad para diez adolescentes y diez niñes, y actualmente tiene siete adolescentes registradas con sus hijes, pero viviendo en el Hogar hay solamente dos, ambas con sus bebés.
--¿A qué se debe esto?
--Al ser un lugar de puertas abiertas, cuando empezó la cuarentena varias jóvenes decidieron transitar una parte del aislamiento en la casa de sus familiares, y ahí fue cuando empezó todo el conflicto, porque cuando ellas quisieron volver no pudieron. Desde el día 15 de la cuarentena hasta hoy nosotras estamos pidiendo el reingreso, pero desde la Subsecretaría no nos están permitiendo los ingresos ni reingresos de nadie, el espacio quedó totalmente aislado y muchas de las pibas que quedaron en los barrios están conviviendo con sus agresores o están expuestas al virus. Nosotras entendemos que, con este tipo de acciones, el Gobierno está haciendo todo lo posible para concretar desalojo --se alarma Viviana.
Además del traslado, la mayoría de las trabajadoras de los espacios que dependen de la Dirección General de la Mujer también tienen que lidiar con las condiciones laborales con las que fueron contratadas. Nadia Polanco, delegada general de la Junta Interna ATE Promoción Social, dice: “Tenemos un montón de compañeras bajo modalidades fraudulentas de contratación: monotributo, contratos tercerizados a través de la UBA y, en muchos de los dispositivos de cuidado convivenciales como los Hogares y los CIM (Centros Integrales de la Mujer), en este momento las compañeras ni siquiera cuentan con ART”.
“Al mismo tiempo que se van vaciando de recursos materiales y humanos nuestros espacios, también se van cerrando programas por falta de personal. En tanto se dan ‘de baja’ los contratos, estos puestos de trabajo quedan vacíos y no se reponen, de modo que las compañeras sostienen guardias entre dos para asistir a más de 40 personas. Por eso nos resulta muy costoso realizar nuestras tareas y disponer del tiempo necesario para que estas mujeres puedan tener un acompañamiento amoroso y de calidad”, concluye Florencia.