Retrato incompleto de la canción infinita                7 puntos

Argentina, 2020

Dirección: Roly Rauwolf.

Guión: Leonardo Novak y Roly Rauwolf.

Duración: 69 minutos.

Testimonios: Daniel Melero, Diego Tuñón, Gustavo Cerati, Zeta Bosio, Nahuel Berneri, Nicolás Pauls, Diego Vainer, Diego Capusotto, Fabio Alberti.

Estreno: plataforma Puentesdecine.com

Todos en el mundo de la música (intérpretes, fanáticos, periodistas) saben quién es Daniel Melero y cuál es el lugar que le corresponde dentro de la historia del rock nacional. Notable tecladista y compositor en un país en donde los tecladistas compositores son vacas sagradas (García, Páez, Calamaro), su nombre sin embargo está lejos de tener una popularidad acorde a sus blasones. Y, la verdad, es probable que nunca la tenga. Melero es el prócer musical más invisible, un fantasma celebérrimo que eligió mantenerse a la sombra de las figuras luminosas con las que trabajó de igual a igual. El documental Retrato incompleto de la canción infinita, escrito y dirigido por Roly Rauwolf, es un intento por revelar los misterios que guarda su nombre.

Su carrera despegó a comienzos de los ’80 con Los Encargados, banda seminal del tecno en Argentina que en 1986 grabó su único álbum: Silencio. Quizá no haya otro grupo que con un solo disco tenga la importancia de Los Encargados en el desarrollo del rock vernáculo. A partir de ahí trabajó para algunos de los artistas más importantes del país. De hecho, es uno de los pocos músicos (¿el único?) que ha estado en ambas orillas de la disputa simbólica que enfrenta como espejos a Los Redondos y Soda Stereo. Con los primeros grabó el disco Oktubre. Con los segundos lo unió un vínculo fortísimo por el cual llego a ser considerado “El cuarto Soda”. Con ellos tocó y produjo los álbumes Canción animal y Dynamo, donde muchas canciones lo tienen como coautor, llegando a grabar junto a Cerati el disco Colores Santos.

El documental de Rauwolf trasciende el mero recuento de los puntos más visibles de la carrera de Melero, necesario para mensurar su estatura artística pero insuficiente para abordar a la figura de un modo profundo. Justamente lo que Retrato incompleto de la canción infinita revela es el genio y figura de un autodidacta inteligentísimo, que se autodefine como un músico intuitivo más atento a lo sonoro que a lo formal, capaz de enunciar conceptos simples pero cuya belleza y complejidad trascienden lo musical para darle forma a una suerte de teoría estética ad hoc. En la brevedad de película Melero no deja de tirar una frase contundente tras otra y el gran mérito del director ha sido el de estar ahí para que su cámara lo registre.

Retrato incompleto de la canción infinita está compuesta de una buena parte de material original que el montaje se encarga de poner a dialogar con un interesante archivo. Y aunque el dispositivo cinematográfico que desarrolla Rauwolf es en general sencillo y en ocasiones hasta convencional, con eso le alcanza para trazar un retrato intenso y amplio de su protagonista.

Melero siempre habla de rock (“estoy moldeado por el rock”, afirma), pero por ese camino siempre termina refiriéndose a otra cosa: a la belleza, a lo sensible, al universo. “Lo que hace el arte es ser símbolo. Corre un telón transparente que nadie quería atravesar, para llegar a donde está la nueva belleza, que por lo general no es linda ni de buen gusto.” El protagonista se identifica con la ruptura como medio creativo y no cree que sea el buen gusto lo que define al arte, sino su capacidad para marcar puntos de inflexión. “El gusto es algo que aplico a la comida”, sostiene. “No pretendo eso de la música, porque la música que más me influyó no pertenecía a mi gusto.”

Melero no para. “Lo inaceptable me parece que es mucho más campo del arte que lo aceptado. En esa configuración el cine me ayudó mucho. Por ejemplo: cuando la gente ve Plan 9 del espacio exterior de Ed Wood cree que hay que reírse, pero lo que yo veo ahí es la capacidad de construir a partir de los medios. Y de construir lo que finalmente es un clásico, porque es difícil que un clásico guste en el momento en que es expresado. Y en el rock todavía está por verse cuáles van a ser los clásicos”. Melero desafía, sabe que su lugar en el canon del rock argentino es marginal y lo reivindica: “Yo no soy famoso”, dice. “Yo soy exitoso. Y los exitosos no tenemos fans”. Melero dixit.