Los versos salvados         6 puntos

Argentina/Colombia/Uruguay, 2020.

Dirección y guion: Gabriel Szollosy.

Duración: 71 minutos. 

Estreno: Este jueves a las 20 en Cine.ar TV, y desde mañana en Cine.ar Play

“La palabra está adentro de uno, y simplemente sale”, dice una mujer de 80 años rodeada de apuntes personales, libros y cuadernos en su casa ubicada en Piedra de Afilar, un pequeño pueblo rural de Uruguay. La frase encuentra su razón de ser en una vida atravesada de cabo a rabo por la escritura, en tanto Celina Galeano –sin parentesco con Eduardo– despunta desde siempre su pasión por la tinta y el papel. Pero esa pasión fue el disparador de su peor pesadilla, tal como cuenta en el documental Los versos salvados, que podrá verse hoy y el sábado a las 20 en Cine.ar TV, y desde mañana en la plataforma Cine.ar Play.

Casada con Osvaldo Balbi, autor del libro infantil El elefantito, prohibido durante la dictadura cívico militar, Galeano sufrió, en agosto de 1978, un brutal allanamiento por parte de un grupo de tareas integrado por doce personas equipadas con armas con silenciadores. Durante horas revolvieron hasta el último cajón de su casa, todo ante la atemorizada mirada de ella, su pareja y dos de sus hijos. Años después, durante uno de los juicios por crímenes de la lesa humanidad, relataría que fue llevada al centro clandestino de detención El Vesubio, en La Matanza, para luego ser trasladada al hospital de la base militar de Campo de Mayo: por la redondez absoluta de la panza era evidente que su flamante hija estaba a punto de nacer.

Aquella nena nació y se llamó Fernanda. A diferencia de los cientos de bebés robados por las cúpulas militares, la de Celina se fue con ella cuando terminó el cautiverio, para luego partir con destino a París. Así como todavía no logra entender por qué le permitieron ser la excepción a todas las reglas (los registros oficiales aseguran que fue el único caso en Campo de Mayo), tampoco tiene muy en claro cómo fue posible que de entre todo el material secuestrado en su casa haya sobrevivido la hoja que contenía los versos aludidos en el título. Versos que son mucho más palabras encadenadas para construir un sentido; son también una muestra de que la escritura puede ser un acto falible catártico a la vez que político.

Queda claro que el film de Gabriel Szollosy tiene una materia prima poderosa entre manos. Al realizador uruguayo le interesa menos la precisión documental y la reconstrucción de los hechos que indagar en la relación entre estos hechos y los procesos creativos, construyendo así una reflexión sobre los alcances de la palabra. O, mejor dicho, sobre sus alcances y límites. ¿Qué hacer cuando lo escrito no logra dar cuenta de la magnitud de un horror? La pregunta viene sobrevolando las cabezas de aquellos intelectuales que sortearon las peores barbaries de la humanidad ocurridas a lo largo del siglo XX, y desde entonces conviven con la culpa del sobreviviente, la misma que carcome a madre e hija luego de décadas sin saber qué fue de Balbi.

Frente a esto, Galeano comparte sus trabajos con escritoras más jóvenes en su casa uruguaya, escenas que Szollosy intercala con entrevistas en las que recuerda aquella noche fatídica. Y todo lo que vino después respecto a la relación con su hija, una subtrama que irá cobrando más protagonismo a medida que avance el metraje. El dilema de Fernanda es distinto al de su madre. Si una escribe como acto liberador, como forma de expiación, para la otra el pasado es un vacío que debe llenarse a fuerza de relatos orales. En ese sentido, y a pesar de un formato más televisivo que cinematográfico, la preocupación de Los versos salvados por la construcción de una memoria colectiva a la vez que individual lo ubican más cerca de Calles de la memoria, de Carmen Guarini, que de la porción mayoritaria de películas, tanto ficción como documentales, que durante las últimas décadas ha intentado iluminar distintas aristas del periodo más oscuro de la historia argentina.