“¿Existen los 2 dichosos ‘cuadernos de ventaja’? Absolutamente no. Lo que sí sé es lo siguiente, señores lectores: Maximiliano tiene cuaderno de inglés, de clases y de comunicados. Pero eligieron fotografiarlo sin cuaderno.” Este es un párrafo de la carta que escribió Alejandro Lamanna, docente de uno de los niños fotografiados para ilustrar una nota publicada en el diario Clarín el domingo pasado.
La nota se titula: “Arrancaron juntos primer grado y uno le lleva al otro 2 cuadernos de ventaja”. Al niño de guardapolvo y al niño de remera no lo separan “dos cuadernos”, los separan los estereotipos clasistas que resaltan en la imagen. Los separa también la difusión de sus identidades y su tratamiento: del niño de guardapolvo blanco conocemos su nombre completo, la escuela pública a la que concurre, que su madre con nombre y apellido completo agradece ser ama de casa. Del niño de chomba sólo conocemos su nombre de pila y su apodo y jamás se menciona ni el nombre ni la dirección de la escuela privada a la que asiste.
Los niños no tienen por qué saber de discusiones gremiales, cuánto ganan sus maestros, cómo viajan, cuántos hijos tienen, si pagan alquileres o créditos. Tampoco tienen que ser utilizados para reflejar este conflicto.
Como seguramente tampoco sabían los niños cómo posar para la foto, cómo vestirse, quién iba a tener los útiles y quién no, quién tenía que estar a la derecha y cuál a la izquierda. Datos que por supuesto, sí tuvo en cuenta el editor para conseguir la imagen que le diera el dramatismo que la nota necesitaba.
La nota intenta, entonces, desprestigiar a los docentes que llevan adelante su plan de lucha utilizando una contraposición estereotipada y alejada de toda ética.
Cuando el niño de guardapolvo y el de remera sean grandes y puedan entender el trasfondo de esa foto y de esa nota seguramente podrán juzgar por sí mismos.
Hoy, al ver la imagen de un niño provisto de cartuchera, lápices de colores, cuaderno y un vistoso reloj y, a su lado, uno de guardapolvo blanco despojado de útiles, deseante de lo que el otro exhibe, sabemos cuán vulnerables son.
La niñez debería tratarse de jugar, reír y compartir. Y el rol de los adultos es cuidarlos y protegerlos para que no sean utilizados impunemente. Y como padres, maestros, periodistas o desde ámbito en que nos relacionemos con ellos, tenemos la obligación de trabajar para que sus derechos no sean vulnerados.
* Especialista en infancia.