En un artículo que escribí sobre las letras del Exodus de Bob Marley, votado por la revista Time “álbum del siglo XX”, afirmaba que su genialidad lírica estaba fundada en una “habilidad para traducir lo personal en algo político, lo privado en algo público, y lo particular en algo universal”. El genio, puede decirse, no es únicamente un atributo excepcional en una persona; tiene una dimensión histórica, en el sentido de que se vuelve manifiesto cuando se conjugan lo biográfico y lo histórico. La segunda mitad de la década de los setenta, el momento en que Bob Marley comenzó a cosechar los frutos de un largo aprendizaje como músico, fue turbulenta no solo en Jamaica, sino en todo el mundo. La Guerra Fría estaba en su momento álgido, y los bloques del Oeste y del Este libraban varias guerras delegadas en los países en desarrollo; todavía se luchaba contra las colonias en África, y también había combates anti imperialistas en Sudamérica. Jamaica estaba al borde de la guerra civil, y la oposición, instigada y secundada por la CIA, perseguía arrebatarle el poder a Michael Manley, que encabezaba un gobierno socialista y democrático. Bob Marley casi perdió la vida durante este conflicto, y en su música, un reflejo del espíritu de la época, resuenan las luchas del período. En la apoteosis de su carrera, Marley se convertiría en una especie de Che Guevara de la cultura popular.
Ostento la dudosa distinción de haber escrito acerbamente sobre el ascenso a la fama de Marley, en un momento crucial de su carrera. Como fan del triunvirato conformado por Bob Marley, Peter Tosh y Bunny Wailer, me quedé profundamente decepcionado cuando decidieron separar sus caminos. Además, a raíz de la publicación del debut en solitario de Marley, Natty Dread, la prensa musical rock comenzó a jalearlo como el nuevo “rey del rock”. En mi opinión, todo eso entrañaba una farsa, y no era el único que albergaba tales sentimientos. Bob Marley, después de todo, era el artista más destacado de reggae jamaicano, alguien que pertenecía al mundo de la música negra, y, sin embargo, el mundo del rock blanco empezaba a apropiárselo. En ese artículo, titulado “Roots and Rock: The Marley Enigma”, publicado en Race Today en 1975, criticaba el modo en que se estaba vendiendo la música de Marley, y cargaba las culpas sobre Chris Blackwell, el fundador de Island Records. En ese momento, yo tenía veintitrés años y no había terminado la carrera de Sociología, y justo venía de publicar mi segundo libro de poemas, Dread Beat an Blood. Tres años más tarde, el propio Blackwell me fichaba para Island Records, y un año después, era Marley el que se hacía con mis servicios para Tuff Gong . Con la perspectiva ganada, puedo decir que mi análisis sobre el aspecto comercial en ese artículo era más o menos correcto, aunque mis sentimientos apuntaban en la dirección errónea.
Cuando quedó claro que Bob Marley no iba a ganar la lucha que estaba librando contra el cáncer, el Gobierno recién elegido en Jamaica, liderado por Edward Seaga, le concedió la Orden del Mérito, el galardón civil más alto. Con él se reconocía no solo la enorme popularidad de Marley en Jamaica: también el prestigio que había logrado para el país con sus triunfos en el extranjero. Ningún jamaicano había hecho más para promocionar el nombre de Jamaica. Como el mayor embajador de la música reggae, Marley contribuyó de una manera incalculable a la difusión en todo el mundo de ese género de la música, hasta dejar una huella indeleble en la cultura popular mundial. Tras su muerte, el estatus de Marley ha crecido de la condición de superestrella a la de leyenda icónica, toda una hazaña para alguien con unos orígenes tan humildes. El hecho de que a veces se comerciara con Marley con tanta astucia como obscenidad no puede empañar el hecho de que no hay ningún otro músico de finales del siglo XX, en ningún género, que haya tenido el mismo impacto e influencia globales de Marley, algo que ha proseguido en el nuevo milenio.
El rebelde del soul rastafari, armado con su personal voz, una guitarra, una gran banda de apoyo y unos coros fantásticos, era un hombre con una misión: desafiar a los “ismos y los cismas” de los principados y las potestades, mientras luchaba contra “los espíritus del mal que habitan tanto en lo alto como en lo bajo”. Su legado de canciones pegadizas y bailables, que hablan de desafío, resistencia, rebelión, amor y esperanza, continúa reverberando alrededor del mundo; y su genialidad tanto para las melodías como para las letras garantiza la contemporaneidad de su música. ¿Qué clase de hombre y músico fue Nesta Robert Marley? Se han escrito muchos libros sobre él, incluso uno de lectura escolar. También ha aparecido en la ficción. Lo que hace único a un libro como Tanto que contar: la historia oral de Bob Marley es que el autor no presenta un retrato del artista a través de su lente, sino que nos aporta un collage de impresiones a partir de lo que vieron otros ojos. Durante muchos años, Steffens ha recorrido el mundo contando la historia de Marley con sus conferencias ilustradas Life of Bob Marley. Aquí permite que aquellos que conocieron a Marley den sus propias versiones. Roger Steffens, escritor, presentador y fotógrafo, un respetado erudito del reggae y archivista reputado, especializado en las grabaciones y artículos asociados a Bob Marley, ha reunido setenta y cuatro entrevistas con personas próximas a Marley, que aquí nos hablan con franqueza sobre lo que contemplaron y vivieron con el cantante. Los entrevistados abarcan un amplio espectro: personas que conocieron íntimamente a Marley, otras que solo se cruzaron efímeramente con él; y nos topamos con parientes, amigos, músicos, gente de los sellos, periodistas, fotógrafos y directores de cine. La naturaleza de un libro así, con relatos que a veces ofrecen visiones contrapuestas, garantiza una lectura absorbente. Algunos de los testimonios confirman lo ya sabido, otros aportan versiones diferentes, y otros discuten mitos vinculados a Marley; algunos testimonios revelan más sobre el interlocutor que sobre nadie más.
Hay algunas revelaciones sorprendentes y afirmaciones polémicas. Clement “Coxson” Dodd nos habla sobre un joven Marley trabajando en Studio One; el presuntamente conectado con la mafia Danny Sims nos cuenta de sus tratos con Marley y Johnny Nash; Bunny Wailer nos describe la técnica compositiva de su amigo; Beverley Kelso, una Wailer original, aporta detalles sobre la relación entre Rita Marley y Bob; Joe Higgs explica cómo fue instruir a los Wailers originales, y cómo era la personalidad de Marley entonces; Dermot Hussey, locutor y musicólogo jamaicano, condujo una entrevista sobre la separación del trío original que Marley quiso eliminar. Hay entrevistas con todos los Wailers originales. Otras voces destacadas son las de Cedella Booker, madre de Marley; Cindy Breakspeare, antigua reina de la belleza y madre de Damian “Junior Gong” Marley; Allan “Skill” Cole, uno de los mejores amigos de Bob; Cat Coore, del grupo Third World; Pearl Livingston, hermana de Bob y Bunny; y el gurú rastafari Mortimo Planno.
Steffens realiza a veces intervenciones para organizar el relato, y presenta a un interlocutor o dibuja el contexto para lo que está a punto de decirse. Rara vez opina, y deja que sus testigos den sus versiones de los hechos con sus propias palabras, estructurando todo el texto de forma cronológica, desde el nacimiento de Marley hasta su muerte. La impresión general que nos queda del artista es la de alguien con una personalidad ciertamente compleja: a veces taciturno y otras jovial, mundano y espiritual, un león dormido capaz de estallidos de ira, un pacificador, un mujeriego y un hombre de una generosidad prodigiosa. Lo más llamativo que dejan estos testimonios es la extrema seriedad con la que Marley enfocaba su arte: alguien tan profesional como concienzudo en todo lo que concerniera a la música. La historia de Marley parte de unos orígenes humildes, de privación, lucha y supervivencia, y avanza de forma emocionante por las pruebas y las tribulaciones de la existencia, hasta llegar al triunfo y a la tragedia.