Lautaro Perotti casi ni lo piensa: cuando PáginaI12 le pregunta por Cronología de las bestias, su último trabajo como director y dramaturgo, dice que es “la obra que necesitaba hacer”. La respuesta es hábil, además de conmovedora, porque con ella se evita tener que “etiquetar” al espectáculo, algo que dice que los espectadores y críticos tienden a hacer, y que él ve como un problema. “Algunos me dicen que es un thriller, y puede tener algo de eso. Pero lo que busqué fue que cuando el espectador se empieza a acostumbrar a una idea y a un concepto de obra, tenga que correrse de ahí porque la acción cambió. Y así todo el tiempo”, desliza el reconocido actor, uno de los cofundadores de Timbre 4, donde la obra se exhibe los viernes y domingos.
Protagonizada por Silvina Sabater, Andrés Ciavaglia, Adriana Ferrer, Julián Krakov y Juan Manuel Casavelos, la pieza retrata a una familia que deberá enfrentarse a sus propios fantasmas cuando inesperadamente regresa el hijo, que había desaparecido hace diez años. Desconcertados, los integrantes del clan se enfrentarán a las mentiras que han construido durante ese tiempo, entendiendo que no será fácil sostenerlas, pero menos aun librarse de ellas.
Ese “compromiso con la mentira” es lo que guió el proceso del dramaturgo, que empezó a escribir la obra atraído por las historias de apropiación de bebés durante la última dictadura cívico-militar. “Me llamaba la atención eso de mentirle a alguien desde el comienzo de su vida. Cuando es bebé ni necesitás mentirle, pero pasan los años y tenés que sostener una mentira gigante porque si no tu familia, la que armaste, se cae. Eso me interesa: el paso del tiempo en el sostenimiento de una mentira”, cuenta Perotti, que asegura que no quiso “hacer una obra política ni bajar línea”.
–¿Cuánto de esa investigación quedó finalmente en la obra?
–Mucho. Sobre todo ese tema del tiempo, que tiene que ver con la cronología, y por eso el título. Creo que la obra refleja cómo con una pregunta de más, con un segundo de más, te podés enterar de que es otra la verdad. Por eso es fuerte el compromiso con la mentira. Porque lo que armaste lo tenés que sostener a muerte, para atrás y para adelante.
–¿Reconoce en este trabajo algunos procedimientos o temas con los que ya había trabajado? ¿Cree que va forjando un estilo propio?
–Me cuesta un poco decir si esto es típico mío, porque siempre trato de ir cambiando. Es más, ojalá nunca lo pueda decir, porque eso querría decir que dejé de sorprenderme a mí mismo. En este momento es mucho más lo que quiero hacer que lo que hice, como actor y como director. Por supuesto que no me quejo de lo que hice, que fue muchísimo, pero no vivo de eso sino de lo que viene, de la necesidad de hacer.
–En su currículum teatral hay un dato curioso: formó parte del mayor éxito teatral de la última década, la obra La omisión de la familia Coleman, y se bajó de él. No cualquiera lo haría…
–Es verdad. A mí Coleman me cambió la vida, fue un antes y un después. La hice durante diez años y no hay ninguna otra obra, y no sé si habrá, que haya hecho tanto tiempo. Con ella recorrí el mundo y en cada función que hice la defendí a capa y espada. Pero llegó un momento en que sentí que se me empezaba a gastar el personaje. A la vez, veía que la obra estaba más viva que nunca, que era algo que me pasaba a mí y no al grupo. No lo dudé: por respeto a lo que ese proyecto había sido entendí pronto que no podía darle un 40 por ciento, hablé con Claudio (Tolcachir, director y dramaturgo de la pieza) y lo entendió.
–Hace unas semanas se plasmó en este diario un debate sobre si hay una tendencia en el teatro porteño de mostrar familias disfuncionales o no, justamente a raíz de esa obra. ¿Cuál es su posición?
–Es un debate que no me interesa mucho. Para mí los temas del teatro son pocos, de hecho diría que después de la tragedia griega son los mismos. A mí me importan los cómo, la forma en la que se cuentan los temas, más que los temas en sí. Con esta obra nueva también me han dicho lo de la familia disfuncional, pero de nuevo responde a esa necesidad de etiquetar, a la que a veces recurrimos para entender. En Cronología… lo que se ve es una familia pero la historia podría suceder en un trabajo, en un grupo de estudio. Con respecto a lo disfuncional, es cierto que es interesante. Como todo lo que se aleje de cómo más o menos prevemos que deben funcionar las cosas.
* Cronología de las bestias se puede ver los viernes a las 21.30 y los domingos a las 19.15 en Timbre 4, México 3554.