Dice Umberto Eco que no odia el fútbol, que sólo odia a los fanáticos, disociando de esta manera el atractivo fenómeno teórico estético que invita a pensar el fenómeno fútbol en su globalidad.

Quien tiene la experiencia futbolística desde la tribuna, podrá observar que el evento futbolístico es conjunción de ritmos, velocidades diferentes, con niveles de afectos y procesos de de-subjetivación, que se extienden desde el cuerpo mismo de los jugadores, prolongándose al cuerpo de sus hinchas fanáticos y sus cánticos y todo al ritmo de la pelota. En la tribuna no hay cuerpo individual. El ejemplo del fenómeno de la "ola" es bien claro. 

En todo el espectáculo se producen dimensiones de multiplicidades que no cesan de crecer y de interrumpirse durante todo el partido, mientras la pelota comienza a avanzar hacia el arco rival y se despliega un ritmo de velocidades en la tribuna fanática, sonidos de esperanza, que no parten de una noción de grito individual, porque es sonido que invade el cuerpo fanático de la tribuna adquiriendo ritmos rizomáticos y nuevos devenires.

El tiro sale desviado y todo el cuerpo tribunal y sus cánticos adquieren otros ritmos y velocidades que son contrapartida de ritmos que comienzan simultáneamente en la tribuna contraria, cánticos con nuevos procesos, intensidades de afectos, y la pelota como un director de orquesta que engendrara con su ir y venir, afectos y movimientos que incluyen las intensidades del cuerpo de los jugadores y el cuerpo de los fanáticos en la tribuna. 

El partido y sus protagonistas: pelota, ritmo, movimientos, papeles en el aire, sonidos ininteligibles, intensidades sin sujeto, modos de individuación diferentes. La individuación del fútbol espectáculo es todo eso. Lo que hay que estudiar es la complejidad del fenómeno, la "haecceidad" del fútbol, donde lo que se produce en una cancha (hay que ir alguna vez a la tribuna y no leer libros de deportes) son fenómenos de movimiento y de reposo entre moléculas, poder de afectar y ser afectado. Nuestro cuerpo individual en una tribuna forma parte de esa conjunción increíble de ritmos, compuesta de silencios místicos, de tristezas infinitas y alegrías desbordantes.

Obsérvese el fenómeno de la tribuna triste, perdedora. Ese silencio ensordecedor del grito contenido de la impotencia. ¡Cuánto afecto! iCuánta endocrinología existe en diez mil cuerpos tristes e inmóviles! Y de golpe el gol, y esa tristeza contenida se transforma súbitamente en un cuerpo rítmico, de grandes velocidades, multiplicidades rizomáticas que estallan por todas partes y por doquier. El fútbol y su ritmo como dimensión del cuerpo en nuevas formas de individuación.

Querido Umberto: sin fanáticos no hay fútbol. Sólo picados sin importancia. Hay que aprender también desde el cuerpo y desde la tribuna los nuevos fenómenos teóricos sociales de la micropolítica de hoy. Lo demás es posmodernismo. 

* Nota publicada en Página/12 durante el Mundial de Italia '90.