“Tenemos que hacer la cuarentena acá, en este baño de Palermo que parece un basural”. Las imágenes y las voces que salieron a la luz en el Hipódromo de Palermo, retrotraen a las denuncias sobre la explotación en los yerbatales del Alto Paraná --a mediados del siglo pasado--, reflejadas en el libro El río oscuro, de Alfredo Varela, inmortalizadas por Hugo del Carril en su película Las aguas bajan turbias. Hoy, en la ciudad de Buenos Aires, 200 peones que cuidan caballos que valen fortunas, están hacinados desde hace 90 días, sin poder salir libremente, sometidos a un régimen laboral inhumano en plena pandemia.
“Queremos salir, queremos salir”, fue el grito colectivo que se viralizó a través del audio de la AM 750 y las imágenes de Barricada TV. “Lo que estamos reclamando es la libertad de poder salir y volver al otro día a trabajar, nada más y nada menos que eso", demandó el vocero de los trabajadores de los studs del Hipódromo de Palermo. Todos tenemos familia, todos tenemos derechos, acá hay muchos privilegios, hay gente que puede entrar y salir todos los días y nosotros, como peones de los caballos (textual), no tenemos esos privilegios”.
De atrás de las altas rejas del Hipódromo de Palermo, hablando con el barbijo puesto, el vocero reflejo el drama que viven por las imposiciones de “seguridad” de la empresa concesionaria y la indiferencia de los propietarios de los caballos, que si bien les pagan sus sueldos, no hacen nada para revertir las condiciones en que tienen que trabajar y convivir, en medio de la pandemia del coronavirus.
Los trabajadores están separados entre “los chicos que tienen que entrar y salir” en los días de franco para ir a sus casas, y no pueden hacerlo sin una orden expresa de los concesionarios del hipódromo. Y los otros peones, la mayoría del interior del país, que están instalados desde hace tiempo en los studs, que son su vivienda temporaria. De todos modos, unos y otros padecen las mismas malas condiciones de hábitat, en momentos en que la sociedad tiene que cumplir estrictas medidas de aislamiento social y de higiene.
Los que tendrían que ir a sus casas no pueden hacerlo casi nunca y los que viven en los studs, tienen que sortear quién o quiénes salen a comprar mercaderías, en nombre de todos, cumpliendo normas abusivas en tiempos de normalidad y francamente inhumanas en medio de una pandemia como la que vive el mundo.
“Los que vivimos acá adentro tenemos más comodidad porque vivimos desde antes, pero muchos de los chicos que tienen que hacer la cuarentena acá no tienen la misma posibilidad porque no hay comodidades para estar todos a gusto trabajando”, explicó el vocero de los peones hacinados. Lo que reclaman con urgencia es que las autoridades del Hipódromo de Palermo “inviertan en un buen protocolo de seguridad para que podamos entrar y salir” libremente, sin restricciones. El problema es que “si alguien sale sin un permiso, después no puede volver a ingresar, de manera que se queda sin trabajo”. Para comprar comida “sale una sola persona por stud y todos estamos dependiendo de los demás para poder comprar y no nos garantizan el derecho a trabajar porque podemos salir y al otro día no tenemos derecho a ingresar”. Como les pagan el sueldo, afirman que “el problema no es del patrón sino del hipódromo”.
En un video realizado dentro de los studs por algunos de los trabajadores, se observa el estado deplorable de los baños. “Tenemos que hacer la cuarentena acá, en este baño que parece un basural”, relata uno de los trabajadores. Como los caños de desagüe están tapados, se junta el agua de las cloacas y tienen que andar con botas. Además, no tienen agua caliente en las duchas, donde funciona una sola canilla, con agua fría. “Es una vergüenza, miren lo que es este baño de Palermo”, ilustra la imagen la persona que relata.
“La empresa tomó la decisión de cerrar las puertas con llave, porque somos unos mohicanos y energúmenos”, asegura otro de los peones. Los que están en forma permanente tienen sus habitaciones en la Villa Hípica, un complejo de pequeñas viviendas dentro del predio.
El grupo de trabajadores atribuye la actitud empresarial a que la mayoría de ellos viven en barrios vulnerables: “Dicen que podemos volver de las villas y contagiar al resto. Mientras tanto nos tienen hacinados”.
Federico De Achával es uno de los dueños principales de Hipódromo Argentino de Palermo S.A. (HAPSA), la firma que tiene la concesión de buena parte del complejo, que incluye tanto la actividad hípica como como la del casino que funciona en el lugar, uno de los más grandes del AMBA. De Achával es socio de Cristóbal López.
Hasta el momento, no se sabe que se haya realizado alguna gestión oficial para intervenir ante lo denunciado por los trabajadores. Los problemas en el Hipódromo de Palermo vienen desde marzo, cuando fueron despedidos decenas de empleados que se manifestaron en contra de una rebaja salarial del 30 por ciento dispuesta por la empresa, además de la quita de la obra social y la afiliación compulsiva a un sindicato por parte de la gerencia que implicó descuentos del diez por ciento en los salarios.