En el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, en charlas entre el entonces ministro de Agricultura Julián Domínguez y el consejero comercial chino de ese momento en Buenos Aires Yang Shidi, se barajó la idea de que Argentina creara una empresa nacional de granos para facilitar el comercio bilateral de cereales y oleaginosas. Así evitarían el rol encarecedor y dominante del oligopolio multinacional estadounidense y europeo que siempre manejó el negocio global. En 2013, durante la visita del vicepresidente Li Yuanchao se firmó un memorándum que incluía “explorar formas de intercambio directo”.
Como a otros ministros agropecuarios del kirchnerismo, de los gobierno de Cambiemos y de Alberto Fernández, el faro de China atrae como ningún otro. Luego de Domínguez, en la gestión de Carlos Casamiquela también con CFK, el secretario del área fue Gabriel Delgado, uno de los mejores cuadros técnicos del INTA, quien entonces dijo: “Somos proveedor principal de alimentos de China y ellos, un gran proveedor de bienes de capital, manufacturas e inversiones”, tras lo cual destacó la “complementariedad”, la “cooperación tecnológica” y los acuerdos fitosanitarios para abrir mercados alcanzados o en marcha.
Esa política de Estado continuó sin pausa y con algunos éxitos, más allá de los cambios de gobierno, y hoy la dinámica política coloca a Delgado de nuevo a gestión como interventor de Vicentin, que podría jugar un rol clave en los lazos con el gigante asiático. Se abren dos ventanas: el comercio bilateral y, dentro de él, el negocio de los cerdos.
YPF Agro cobijará a la empresa intervenida y así sumará músculo al manejo de la bioeconomía y, sobre todo, en lo que hace al vínculo con China, el tema porcinos, sobre el que hay enorme expectativa.
Existen posibilidades de grandes inversiones de China, donde una epidemia le redujo a la mitad su stock de cerdos, que era 50 por ciento del total mundial y cayó a 25. China necesita importar 10 millones de toneladas por año (Argentina produce sólo 700 mil) e importadores confiables: no puede arriesgarse a un rebrote de otra enfermedad de esa escala que ya le disparó los precios internos al doble, en un insumo clave de la dieta de sus 1400 millones de habitantes, explicó a Cash el experto en el tema Fernando Vilella.
Durante el maoísmo, por el mal diseño del Gran Salto Adelante en la década de 1950, y en otras etapas previas de su historia, China sufrió hambrunas y por esa memoria persiguió luego una meta firme de soberanía alimentaria. Pero desde los años '80 se abrió a importaciones en algunos sectores (en lo que le interesa a la Argentina, soja y más recientemente carnes). Así, pudo liberar tierras para producciones más trabajo-intensivas como frutas y hortalizas y de algún modo importar un insumo crítico y faltante en China, agua (envasada en soja).
Para ese aparato enorme de importaciones y procesamiento de alimentos hay un conjunto de jugadores del Estado como el líder Cofco, y luego le siguen Sinograin, Jiusan, Shandong Bohi y Herun Zhonghai.
Argentina conoce a Cofco -que desembarcó en el país comprando la holando-argentina Nidera y a Noble, otra mega firma con base en Hong Kong- y a ChemChina, que absorbió a la suiza Syngenta. Luego todo confluyó en una integración que lidera Cofco (China Oil and Foodstuffs Corporation), que tiene 160 mil empleados en China y 11 mil en el resto del mundo e ingresos anuales de 60 a 70 mil millones de dólares.
En los últimos años, ese holding fue creciendo y comprando desde campos de soja en Brasil hasta campos de caña de azúcar en Australia y elevadores de granos en Chicago y Milwaukee, Estados Unidos. En Argentina lidera el complejo exportador.
La empresa que continúe a Vicentin podría ser un jugador clave en cerdos. No es productor directo, pero sí proveedor líder en el alimento de ese ganado, harina de soja y -ahora junto a YPF Agro- maíz. Es decir, en el comercio exterior argentino-chino, la nueva empresa con participación estatal podría articular todo el negocio y ser la cara argentina del fundamental lazo con China. Es que además de harinas y aceites, donde Vicentin asociada a la suiza Glencore maneja la mayor planta del país, Renova, de biodiesel, glicerina y molienda de soja cerca de Rosario, tiene otros negocios: textil, frigoríficos, activos en el exterior.
Antes de viajar a China para asumir como segundo de la embajada en Beijing, Sabino Vaca Narvaja dialogó con socios de la Cámara Argentina China y dijo que el país asiático busca “invertir en granjas argentinas para ganado porcino de 10 mil madres. Las más grandes aquí tienen 5 mil. Si eso avanza supondrá más inversión, más trabajo y más valor agregado para producción de exportación”. También trascendió una carta de intención de las asociaciones Argentina de Productores Porcinos y China para Promoción y Desarrollo Industrial en la cual está involucrado el grupo Insud, accionista de Biogénesis Bagó, que es parte de un joint venture llamado Jinhai y produce vacunas antiaftosa en Yangling, Shaanxi.
En cuanto al comercio bilateral, en Argentina hay un pulpo con brazos controlantes en Cargill, ADM y Bunge de Estados Unidos, Dreyfus de Francia y las locales Molinos, Aceitera General Deheza, Bunge y la cooperativa ACA, además de Vicentin, un jugador más reciente como el grupo brasileño de Blairo Maggi y la mencionada Cofco.
Eso podría cambiar con comercio directo Estado-Estado. No saldrán del juego las traders multinacionales, pero equilibraría el negocio y, sobre todo, la provisión de divisas para Argentina, punto crítico, la que siempre escamotean los privados. Y hay varias posibilidades. Hace unos años, por ejemplo, la Federación Agraria Argentina propuso crear una Agencia Federal de Estímulo y Promoción que daba más protagonismo al Estado y participación a cooperativa, cuya parte en las exportaciones cayó de un máximo de 10, al 4,5 por ciento del total.
Por otra parte, China viene desplazando a Brasil como principal socio comercial de Argentina, que le vende casi 90 por ciento de las exportaciones de soja (compiten Estados Unidos y Brasil), 70 por ciento de las de carne bovina (para China es casi 25 por ciento del total que importa, también de Australia, Brasil, Nueva Zelanda y Uruguay) y más de 20 por ciento de las porcinas (las de perspectiva de mayor auge). Todo lo cual es el mayor aporte de divisas genuinas para la Argentina.
El peronismo tiene una larga historia de vínculos con la República Popular China, casi que nacieron juntos. Y en especial, en materia de la producción del campo. Empezó en pleno boicot de Occidente a Mao, cuando en 1952 desde Buenos Aires salieron cereales rumbo al Pacífico. Esa historia podría tener un nuevo capítulo.