La necesidad tiene cara de hereje y la “herejía económica” como la llamaba Keynes, se ha instalado y copa progresivamente la escena económica de los países avanzados imponiendo medidas en vista a contrarrestar la depresión económica que avanza, inexorable, de la mano del coronavirus.
Hasta hace unas semanas los economistas ortodoxos hubieran tratado de dementes a los políticos conservadores como Trump, Macron, Ursula von der Leyen, Christine Lagarde, Boris Johnson o Angela Merkel que emiten deuda y gastan billones (millones de millones) de dólares para sobrellavar la situación.
Hubieran descrito la hiperinflación que sobrevendrá cuando se usa el “dinero del helicóptero”, como lo llamó Milton Friedman esperando ridiculizar las políticas monetarias expansionistas aunque la realidad muestra que hoy los ridículos son sus discípulos, los zombis, como los llama Paul Krugman.
El 19 de marzo la Banco Central Europeo elevó a 1 billón de euros, casi el doble del monto que había utilizado Mario Draghi en los tres años de 2012 a 2015, durante la crisis del euro, las disponibilidades financieras para la compra de títulos de la deuda pública Italiana, española, francesa. La misma semana el Congreso de Estados Unidos votó un incremento del gasto de 2,2 billones de dólares, que fue insuficiente y debió aumentarlo después.
El impacto de los desequilibrios económicos provocado por la codiv-19 serán más importantes que en las crisis anteriores provocadas por la voracidad del capital financiero (1987, 2000 y 2009). Sin mencionar los problemas de comercio exterior y lo que se denominan las rupturas de las “cadenas de valor” que es la terciarizacion de los procesos productivos en China. Habrá tensiones a la baja de los precios de las materias primas.
Los crac financieros actuales ligados a la caída de las bolsas de valores significan una disminución brutal de la valorización de las empresas y, por lo tanto, una limitación de su acceso al crédito. Es necesario además no perder de vista que la recaudación fiscal disminuirá, lo cual redundará en un incremento de las necesidades financieras del Estado. A esto se suma que las tasas de interés de las bancas centrales más importantes están cerca de cero debido a la ralentización de la economía mundial, antes de la epidemia e impedirán bajar más la tasa que era la herramienta de política económica favorita de los neoliberales ya que les parecía ser la alternativa frente a la intervención vía el presupuesto del Estado.
Como se observa, la epidemia está causando un desequilibrio estructural en el sentido que afecta tanto la oferta como la demanda global, como lo señaló el ministro de Economía, Martín Guzmán, en la última conferencia del G20. Si los agentes económicos no producen se reducirá la oferta y la caída de la masa salarial disminuirá el gasto global.
Las condiciones de la economía argentina son delicadas ya que la política económica de Macri ha erosionado la funciones básicas del sector público: la salud, la AFIP, la Anses, la estructura impositiva regresiva, la investigación científica, la educación. También fue afectado el sector privado de la industria y de los servicios que harían falta para enfrentar la epidemia actual, puesto que están trabajando desde hace dos años con una capacidad ociosa muy elevada.
Existe, dentro de todo, una buena noticia y es que para todos los problemas mencionados ya casi nadie discute que la solución pasa por la acción del Estado. Esto es así porque los agentes económicos privados se retiran en la medida en que están atemorizados frente al incremento del factor riesgo provocado por la incertidumbre debido a la evolución imprevisible de la epidemia. Esto incrementa la responsabilidad de mantener lo que se pueda de la actividad económica y es un imperativo para el gobierno recordar la crisis del 2001.
Es por esto que los avances del Banco Central para solventar las medidas del gobierno deben incrementarse, sin aceptar los temores azuzados por los mismos poderes e ideologías que llevaron a la crisis de Macri. En los últimos 10 años la emisión monetaria y la “monetización” de la deuda publica y privada en Europa y Estados Unidos por parte de las bancas centrales no provocó inflación. Es más, los gobiernos trataron de estimular los precios sin lograrlo y alentaron sin éxito a que se aumentaran las tarifas pero solo prolongaron la recesión de la economía.
Economistas ortodoxos se niegan a aceptar la realidad de los cambios que se producen en la economía mundial y engañan la opinión pública. Su oposición a que el Estado intervenga y oriente la economía es el producto de su complicidad: si admiten que la emisión monetaria para financiar la reactivación, las ayudas sociales y sostener la actividad no provoca inflación, entonces a los bancos se les terminaría el negocio de prestarle fondos al Estado.
La política económica debe resolver por un lado los problemas de la demanda y por otro lado los de la oferta, porque debe proteger la estructura productiva para que no haya una destrucción del capital de las empresas. Contrariamente a lo que se ha indicado, la actual crisis no corresponde a una economía de guerra por la simple razón que en ese caso hay un exceso de demanda a la cual la oferta no puede atender. La pandemia puede en una economía debilitada por la gestión neoliberal de Macri destruir un parte de la oferta, lo cual se debe impedir.
Llegó el momento de incrementar la progresividad impositiva para aumentar la recaudación fiscal. Además, realizar un control de precios para impedir que el sacrificio de muchos sea aprovechado por unos pocos.
El gobierno de Alberto Fernández ha puesto en marcha un amplio plan de auxilio inmediato para 6 millones de familias, vale decir 24 millones de personas, incrementando las jubilaciones mínimas, la AUH, motorizando la ayuda en los barrios y otorgando ayudas a los monotributistas y acelerado el plan para combatir el hambre. Ha dado además los pasos indispensables para extender ese apoyo a los sectores medios y ha dispuesto medidas de congelamiento de alquileres y tarifas de servicios públicos. A la vez fijó precios máximos a las prepagas, facilidades a las empresas para pagos de salarios y un dispositivo financiero de ayudar a las Pymes.
Una parte de las medidas ya estaba en el plan de reactivación para reencarrilar la economía dejada por Macri y otra vino a sumarse para atender los costos de la pandemia. Estas medidas deberán ser progresivamente consolidadas a través de nuevas instituciones que sean la base constitutiva de un seguro social más amplio y solidario.
* Doctor en Ciencias Económicas de la Université de Paris, Autor de La economía oligárquica de Macri, Ediciones CICCUS Buenos Aires 2019.