La UAR define a su propuesta Rugby 2030-Hacia una nueva cultura, como “disruptiva”. Sería como la interrupción súbita de algo. Un antes y un después, un mojón que marca el camino hacia algo distinto. En este caso se trata -como describió su presidente Marcelo Rodríguez- “de reconocer que teníamos un problema”. Ese problema que va desde adentro hacia afuera de la cancha donde el deporte reproduce conductas propias o que ya están en la sociedad.
El dirigente respondió ante una pregunta de este periodista que el asesinato de Fernández Báez Sosa en Villa Gesell el 18 de enero pasado “nos puso sobre la mesa la cruda realidad”. Se animó a definir al crimen del joven indefenso cometido por una patota de rugbiers como “el acontecimiento delictivo de mayor mediatización en la historia de la Argentina”. Lo llamó también “un disparador”.
La percepción del conflicto es una forma de admitir que los autoproclamados “valores del rugby” hicieron crisis. Si no fuera así, se trataría de un slogan vacío la frase de cuatro palabras: “Hacia una nueva cultura”. Esa sobre la cual, la Unión Argentina de Rugby y el juego que representa, buscan construir una nueva subjetividad. O sea, reconocer que tienen un problema. Antonio Gramsci sostenía: “El viejo mundo se muere, el nuevo tarda en aparecer”, apotegma que otros autores parafrasearon a piacere para hablar de la sociedad.
La línea con la que Gramsci cerraba su pensamiento era “y en ese claroscuro surgen los monstruos”. La UAR convocó a la fundación Funrepar para que esa situación inmanejable transformada en una sucesión de golpizas, actos discriminatorios y crímenes en la que se involucraron rugbiers -como el de Fernando- pueda encarrilarse con un plan proyectado a diez años. Es evidente que no fue para promover una reforma jurídica que opere sobre la violencia social, pero sí para sugerir ideas que quedaron resumidas en 24 programas. Los explicó el especialista español Raúl Calvo Soler, quien apuntó que “ojalá fueran el alcohol y el tercer tiempo el problema”, a una pregunta de otro periodista en el conservatorio que convocó la UAR.
Si el rugby encontró su punto de partida para modificar una situación sobre la que acepta su cuota-parte de responsabilidad -la violencia creciente de muchos de sus deportistas- era hora de que lo explicitara. El mismo Calvo Soler lo analizó: “No se puede hacer uno responsable de lo que no puede reconocer”. Ahora debe pasar a los hechos.