“Si bien existen modelos que permiten predecir el comportamiento de la pandemia, asegurar la fecha del ‘pico’, considerando la gran cantidad de parámetros existentes, es casi como hacer futurología. Con esto no quiero decir que los modelos sean erróneos o que las predicciones estén mal, solo que al depender de parámetros que presentan aún bastante incertidumbre, es muy difícil asegurar una fecha exacta con certeza”, señala Soledad Retamar, docente investigadora de la UTN Regional Concepción del Uruguay.
Desde el comienzo de la pandemia, la atención de las comunidades médicas y científicas estuvo concentrada en el pico. El famoso pico describe el número máximo de casos y para que Argentina experimente el propio, primero es necesario que los contagios se disparen y, en algún momento, se ameseten y desciendan. Pero eso no sucede de manera milagrosa, por el contrario, los especialistas suelen explicar que se requiere de acciones específicas y bien focalizadas. Primero iba a ser en mayo, luego se pasó para junio y, en el presente, podría trasladarse a julio, que coincide con el invierno, con la disminución promedio de las temperaturas y el incremento de las enfermedades respiratorias.
“Solo vamos a saber que hubo pico cuando haya pasado. Nos vamos a enterar en los días siguientes, cuando los números de contagios comiencen a bajar. Es muy complejo advertir cuándo, efectivamente, se llega a ese punto máximo. El término ‘pico’ asusta por lo que vimos primero en China, luego en Europa y ahora en algunos países de América. Se manifestó de una manera tan violenta que todos están atemorizados con esta cuestión”, dice Martín Hojman, médico del Hospital Rivadavia y Miembro de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI). En este sentido, continúa: “Todas las medidas del Gobierno procuran evitar que el virus se propague. Sobre todo, el énfasis en el distanciamiento social y la higiene de manos son los dos pilares más importantes, recomendaciones que nos acompañan desde los inicios y se mantendrán. Nuestro aislamiento obligatorio se hizo tan largo que ya se percibe cierta fatiga en la población. Hay mucha gente que necesita trabajar para comer y se entiende perfectamente. Ese puede ser uno de los factores principales que haga salir a la gente más allá de lo debido y provoque que el virus encuentre cómo desperdigarse”.
La estrategia doméstica fue aplicar una cuarentena temprana. El propósito fue claro: aplanar la curva para evitar la diseminación exponencial a partir del aislamiento social. Eso, después de todo, permitió ganar tiempo para fortalecer el sistema de salud, que se aprovisionó de nuevas Unidades de Terapia Intensiva, respiradores, protección primaria para el personal de salud y otros insumos críticos. “La estrategia fue muy exitosa y se evitó que se presentaran miles de casos en poco tiempo, lo que hubiera conducido a una inevitable saturación y posterior colapso del sistema sanitario. Esto llevó a que los casos se vayan distribuyendo a lo largo del tiempo y el famoso pico epidémico se fue proyectando hacia adelante”, describe Leda Guzzi, médica de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI). Para la infectóloga “es incierto el momento exacto en el que se va alcanzar ese pico y en realidad nos vamos a dar cuenta de que lo transitamos retrospectivamente, cuando empecemos a ver que los casos disminuyen día a día”.
Ernesto Resnik, biólogo molecular y biotecnólogo argentino que reside en Estados Unidos, ofrece una mirada distinta para abordar el incremento de los casos y la llegada a la cumbre de la propagación viral. “Efectivamente, hasta que no disminuya no sabremos dónde estuvo el pico. El asunto es pensar en por qué ahora está subiendo y no creo, sinceramente, que sea solo a causa de una mayor flexibilización y la relajación de la gente. Me parece que es más complejo, soy escéptico de la explicación fácil: la población violó la cuarentena, entonces se contagió. Las curvas no se explican solamente por eso”, argumenta. Y luego complementa su enfoque global con un punto de vista focalizado en Argentina. “Al comienzo, el país tuvo más de mil infectados y, por haber decretado el aislamiento con velocidad, encerró a un montón de gente contagiada en sus casas. El valle inicial fue relativamente bajo. Todavía con los casos registrados en estos días la curva está aplanada. No estamos en los 20 mil diarios de Italia o España. Para mí la clave es pensar en cómo fue la cuarentena de la gente que ahora está dando positivo”, indica Resnik.
El experto coloca el énfasis de su explicación en otro lado, pues, el hecho de que la gente haya salido más no representa un argumento suficiente para poder comprender el paisaje epidémico por completo. “En Nueva York, por ejemplo, a Mario Cuomo se le hacía muy difícil encontrar una explicación para la realidad que estaba viviendo: el 66% de los nuevos infectados venían de una cuarentena estricta. Las personas que salen del confinamiento para trabajar son las que más y mejor se protegen. Muchas, incluso, tienen miedo de salir de sus casas. Por lo general, los trabajadores esenciales se cuidan mucho, aunque siempre habrá excepciones, por supuesto”, redondea su idea.
El retroceso de fase como (posible) solución
Ahora bien, ¿qué se puede hacer frente a una situación como ésta, en que los casos podrían dispararse y alcanzar números todavía más importantes? La respuesta automática sería el retorno a fases anteriores de mayor confinamiento en el AMBA. De hecho, algunas provincias en que los contagios se incrementaban hicieron lo propio y experimentaron un retroceso en sus flexibilizaciones. Es el caso, por ejemplo, de Jujuy, que identificó nuevos focos de contagio en San Salvador, Perico, Yala y Palpalá y dio marcha atrás con todas las reaperturas. “Las medidas son móviles y dependen de ciertos indicadores. Se puede ir para atrás o para adelante. Debemos evaluar un montón de cosas: nuevos casos diagnosticados, el tiempo de duplicación y la disponibilidad de camas de terapia intensiva. El objetivo real de todo esto es que no se sature el sistema de salud. Ese, desde mi perspectiva, constituye el indicador más importante para volver atrás”, dice Hojman.
¿El sistema está preparado? El país comenzó la cuarentena mucho antes que algunos de sus vecinos --como Brasil, por ejemplo-- y fue fundamental para que el sistema de salud consiguiera aprovisionarse de insumos críticos y enfrentar el conflicto de una manera diferente. Además de los hospitales y de otras instituciones de salud, se prepararon hoteles, microestadios de fútbol (AFA, por ejemplo, prestó el propio) y otros espacios ad hoc (como universidades nacionales) para recibir pacientes leves infectados con Sars CoV-2. “Dentro de todas las deficiencias que tuvo el sistema público de salud históricamente, está lo más preparado que puede estar. Todas las medidas están dirigidas a evitar que la situación colapse. Se realiza todo el esfuerzo posible, pero hay que pensar que se saturó en los principales países del mundo. Se está trabajando muchísimo y muy bien”, advierte Hojman. “El sistema de salud se ha robustecido significativamente en estos meses, los datos son contundentes. La ampliación, asimismo, partió de un principio de equidad, ya que se aumentó significativamente la participación del sector público en la distribución, llegando a casi un 40% en el total de camas de terapia intensiva y a un 50% en la totalidad de los respiradores”, plantea Guzzi.
Guzzi se refiere al informe “Fortalecimiento del sistema de salud con enfoque de equidad”, compartido de manera reciente por el Ministerio de Salud nacional. Según este reporte, durante los últimos meses se ha incrementado de manera considerable el número de camas y respiradores, así como también la cantidad de recursos críticos para la internación. Por citar algunos números, las camas de terapia intensiva han pasado de 8521 a 11517, mientras que se incorporaron 1974 respiradores al sector público y 203 al ámbito privado.
No obstante, también es cierto que los porcentajes de ocupación en algunas provincias comienza a ser preocupante: Santa Fe (65%), Salta (62%), Tucumán y Corrientes (61%) lideran la tabla. En el Gran Buenos Aires, la situación se torna más sensible: las camas UTI para adultos están ocupadas en Florencio Varela al 77%, en Esteban Echeverría al 75%, en Morón al 66% y en Ituzaingó al 65%. El gobierno tiene a mano estos números que, desde la perspectiva de muchos de los asesores de Alberto Fernández, son tanto o más importantes que los contagios diarios. Darle un respiro al sistema de salud para que pueda funcionar con todas sus capacidades será clave para que no se sature y pueda continuar ofreciendo respuestas. En efecto, “aunque se han incorporado equipamiento e insumos con la finalidad de ampliar la capacidad de los servicios de salud, cualquier tipo de crecimiento exponencial que tenga la curva de contagiados será suficiente para que en determinado momento la capacidad del sistema de salud se vea colapsada. Hay que estar muy atentos para evitarlo”, enfatiza Retamar.