Desde Río de Janeiro.Abraham Weintraub (foto, der., junto a Bolsonaro) dejó el puesto de ministro de Educación del ultraderechista Jair Bolsonaro el jueves. En un video que circuló, se veía un sonriente ministro que acabada de ser cesado y un presidente enfadado
Weintraub dejó marcas a lo largo de sus 14 meses en el puesto. La primera: fue su peor ocupante desde que el ministerio fue creado, hace noventa años. La segunda: nunca antes un ministro de Educación cometió tantos errores de concordancia verbal cuando hablaba y de ortografía cuando escribía. Lo único que hizo de concreto fue tratar, sin pausa ni sosiego, de destrozar el sistema público de educación del país. En buena medida, cumplió con su objetivo, para alegría de su jefe.
Y, para susto del mismo jefe, casi logra una explosión de consecuencias incalculables al enfrentar y ofender a los integrantes del Supremo Tribunal Federal, pidiendo la prisión de todos y cada uno de ellos, a quienes calificó de "una manga de vagos". Extirparlo era la única salida para evitar más daño a la cada vez más aislada y presionada figura presidencial.
Como prueba de gratitud por sus bien ejecutadas tareas, Bolsonaro decidió premiarlo sacándolo del país. Pensó en algún puesto diplomático, pero desistió: tardaría mucho.
Entonces lo nombró al cargo de director ejecutivo en el Banco Mundial que le toca a Brasil.
Quedó claro que mucho más que compensación se trató de protección: Weintraub es investigado en dos causas por determinación estricta del Supremo Tribunal Federal y acumula por lo menos 35 denuncias en varias comisiones del Congreso.
Todo funcionó acorde a lo previsto: Weintraub se despidió del puesto el jueves, embarcó en un vuelo para Miami el viernes, y su exoneración solo fue formalizada ayer sábado.
La demora en la formalización de la renuncia tiene una lógica: como ministro, él pudo hacer valer su pasaporte diplomático, esencial para evitar la prohibición de ingreso en Estados Unidos de viajeros que hayan partido desde o pasado por Brasil.
El ministerio de Relaciones Exteriores podrá cancelar su pasaporte diplomático, es verdad. Pero nadie cree que lo haga: al fin y al cabo, encabeza la cartera un ministro de Aberraciones Exteriores, integrante, como el ahora prófugo, de una secta de fanáticos seguidores de un astrólogo que se autonombró filósofo y es el gurú de la familia presidencial.
Además de configurar un enredo grotesco, toda esta historia de la fuga de un imputado – con plena, vergonzosa y criminal complicidad del presidente de la República – crea una maraña de problemas.
¿Quién asegura que los demás integrantes del Banco Mundial confirmarán el nombramiento de Weintraub?
El prófugo ingresó en Estados Unidos burlando la legislación en vigor, al frauguar el uso de un documento diplomático. ¿Habrá reacción del gobierno de Donald Trump? ¿Aceptará Washington ser afrontado de manera tan burda, tan primaria?
Aquí, varios diputados y senadores de oposición ya ingresaron con peticiones en la corte suprema pidiendo que se declare a Weintraub prófugo y se pida su extradición.
Al encubrir la huida de su leal seguidor para evitar que respondiese a las demandas del Supremo Tribunal Federal, Bolsonaro volvió a tensionar al máximo las relaciones con sus integrantes. Y a dar otro paso para acelerar aún más el desgaste ante la opinión pública, de su imagen y la de los uniformados que lo rodean.
De esa manera terminó la semana – la peor desde que se instaló en la presidencia – del ultraderechista destartalado.
Fue el periodo en el que su antiguo asesor-para-todo-lo-que-sea-irregular, el ex policía militar Fabricio Queiroz, cayó preso luego de escapar de la Justicia por más de un año. Y, más grave: preso en una casa del abogado de la familia presidencial, que al ocultarlo debería responder por el crimen de obstrucción de la justicia.
Fue también la semana en que se apretó, y mucho, el nudo alrededor del cuello del senador Flavio y del concejal Carlos, hijos de Bolsonaro. En que diez diputados y un senador que integran el ala más radical de su grupo cayeron bajo investigación policial ordenada por la corte suprema, que allanaron y secuestraron números de cuentas bancarias de varios de los financistas ilegales de su actual campaña de agresión a los demás poderes y, en última instancia, a la misma democracia.
Sí, una semana terrible para Bolsonaro. Y sobran indicios de que la que empieza hoy podría no ser mejor.