“Será un Día del Padre especial, no va a estar el asado, ni la mesa grande, ni la fiesta entre todos y con todos los nietos, eso tan lindo que tienen las reuniones familiares. No por el festejo del Día del Padre, sino por la reunión que podríamos tener, por juntarnos”, dice Mario Zommer. Tiene 81 años, cuatro hijos y nueve nietos. Además de los sobrinos y los hijos postizos que la vida le dio y él supo atesorar. En su casa siempre hubo lugar para uno más. “Siempre me gustó vivir con gente alrededor --concede-- y una de las cosas que más duelen ahora es no poder estar juntos. No me quejo. Hay otros que lo están pasando mal, sin trabajo, sin agua, y es nuestra gente”, advierte.

Como todo en esta cuarentena, las fechas emblemáticas toman otra dimensión, en este caso ligada a lo sensible. Y aunque en varias provincias se permiten las reuniones, hoy el marco transforma el carácter de efeméride comercial que siempre tuvo. Y logra posicionar la fecha como un momento para manifestar cariño y reconocimiento real, según cuentan aquí los padres y los hijos. Aún en las diferencias en torno a lo social. Quizá porque la pandemia derribó el mito del consumo ligado a la fecha, el de hoy es un homenaje al padre, diferente.

Marcela Ospital, una de las psicoanalistas consultadas por Página/12, señala, a propósito de su trabaja en un Centro de Salud Comunitaria de San Telmo: “Para muchos va a ser un día muy triste, somos seres gregarios y la pandemia priva de la cercanía con otro. La imagen y la voz, no es lo mismo que el cuerpo del otro. No es lo mismo sentir el olor del otro. Muchos no podrán, siquiera, llevarle a sus padres alimentos”.

Un padre que no podrá ver a sus hijos es Alejandro Apo. Pero el periodista expone una tristeza más allá de lo individual: “Soy un privilegiado. Tengo cinco hijos, cuatro nietos y no los veo porque cubro todos los casilleros del riesgo. Pero me siento cuidado, protegido y cumplo con las reglas. Trabajo en casa y no tengo que salir. Lo que me entristece es la cantidad de gente que hoy la sufre, hoy sufren la pobreza y eso es lo que potencia esta pandemia, la inequidad”, sostiene.

El periodista guarda recuerdos entrañables de su padre, de quien tomó el sobrenombre Apo como apellido. Lo acompañaba cuando su padre hacía Polémica en el Fútbol, cuenta, y comenzó a cimentar su vocación. “Pero nuestro apellido es muy difícil, y como sus amigos me decían Apito, como diminutivo de Apo, lo adopté. Como manera de homenajearlo, fue mi guía”, cuenta. Y ya imagina a las llamadas con hijos y nietos, y las charlas con su mamá.

La mirada psicoanalítica y social

La psicoanalista Cecilia Domjian sostienen que “respecto a lo que ocurre y, sobre todo en el entorno a las familias, asistimos a la caída de paradigmas sociales y culturales como pocas veces ha sucedido en la historia. Es preciso discernir lo singular para incluir una perspectiva atenta a las diferencias sociales y económicas. No es posible hablar en términos generales”. Es necesario considerar caso por caso, apunta Ospital. “El dolor no lo podemos evitar, el sufrimiento sí. Que esas personas que sufren sepan que hay alguien a quien le importa si están mal o bien es importante. Acercar alimentos, acercar remedios, ver si otro vecino puede ayudar. Eso es hacerle frente al sufrimiento. Tan simple como eso”, sostiene, por su práctica en el Centro de Salud.

El consumo y los regalos

“Es evidente va ser un día complicado, yo no voy a estar solo porque voy a estar laburando. Pero sin mis hijos. Es duro”, cuenta Fernando Tosetto. Es técnico aeronáutico, trabaja en Ezeiza y no ve a sus hijos hace tres meses. Para alguien de servicios esenciales, lo cotidiano estructura. “Pero igual perdés la referencia, no sabes en qué día vivís, miras todo el tiempo el calendario. Voy a trabajar y vuelvo. Salgo a comprar. Y como siempre hay regalos para esta fecha, ayer me autorregalé un par de medias”, se ríe.

En este tiempo sin fechas de referencia “la pandemia produce una especie de concentración, en un día de celebración” señala el actor Luis Ziembrowski. “Está impuesto comercialmente, pero hoy produce algo interesante que es el no consumo --detalla-- y más allá de que yo nunca lo consideré un día festivo, este marco insólito lo hace distinto, quizá más genuino”.

No hay venta masiva de productos para hombres. Ni comida entre todos, ni los niños corriendo entre las sillas de la mesa familiar. La falta del abrazo será la marca este domingo de junio. “No es agradable --explica Mario Zommer--, pero estando cerca de cuatro hijos como los nuestros y teniendo a mi compañera desde hace 60 años, se sobrelleva. Será difícil, sin abrazos ni besos, pero hay el cariño y no está mal para la situación que estamos viviendo”.

El típico rasgo comercial del Día del Padre “hoy se rompe --advierte Ziembrowski--. La fecha, en esta distancia social, no carga con el consumo alrededor. Es un signo de los tiempos, y marca un punto equidistante entre: ¡Qué bueno que no se consuma!, y ¡qué mal! … por el quiebre económico que significa”. Para el actor, estamos en un umbral donde todavía no podemos avizorar que sucederá con el capitalismo: “No conocemos la deriva que va a tomar la vida, si se va a humanizar o a poner más ultraderechosa”.

Ziembrowski tiene tres hijos, pero dice tener “muchos hijos, un montón”. Sostiene que existe “una sensación térmica en la vida respecto a los hijos, creo que en mi caso son 12, porque un hijo no es una suma sobre otros, es una potencia, entonces 3 x 4 de potencia, llega a 12”, se ríe. Y cuenta: “Me resigné a no pelear contra esta celebración, porque está diseminado desde la escuela, y uno cambia. Recuerdo que en mi casa no se festejaba navidad. Pero un día dijeron bueno, vamos a festejar, para juntarse, chupar y morfar, y comenzamos a hacerlo”. Aunque no había regalos en esas reuniones navideñas. Hoy tampoco espera regalos. Pero cuenta, bajando la voz: “Creo que me van a dar un gran dibujo ¡hecho en el afiche… de una de mis películas!”.

El evento comercial era importante para Mario Zommer. “Desde el punto de vista del trabajo --dice--, se vendía mucho”. El tenía una fábrica de ropa deportiva. En especial “tejido de punto para hombre, un regalo clásico”. A él también le regalaban a veces alguna ropa del negocio, sonríe, pero insiste: “No era importante el regalo o la fecha. Era estar juntos lo que valía”.

“Hoy se produce algo interesante en ese sentido”, reflexiona Ziembrowski. La situación “salva distancias, no hay consumo, estamos reconcentrados en otro plan y podemos pensarnos”. Se refiere a tener una responsabilidad social con la enfermedad. “Podemos hacernos cargo, de cada uno y de los demás, y crear nuevas maneras de encontrarnos”, subraya el actor.

Siguiendo esa línea, Cecilia Domjian sostiene que “la ciencia y el capitalismo han derribado los estandartes de autoridad paterna y el virus nos ha obligado a escondernos debajo de la cama, sin embargo, no han logrado borrar el deseo, el lazo que dos seres llamados padre e hijo podrían tejer. Es preciso reinventar nuevos modos de comunicarse, de hablar, de homenajear”.

Regalar cariño

Ante la distancia que impone el aislamiento, los modos de mostrar cariño se transforman. Para Mario Zommer, su mejor regalo es ver que sus hijos “son buena gente, están preparados para la vida. Yo les di todo lo que pude, les di tiempo, y aunque tenía mucho trabajo no fui un padre ausente. Hoy tengo los resultados. Estoy cosechando muy bien. Me siento muy querido”.

“Este será un día del padre más auténtico porque no podemos salir a comprar regalos y vamos a poder regalar lo que de verdad nos interese o podamos regalar --agrega Ospital--. Un Día del Padre menos fashion, más de verdad. Y van a saltar las redes sociales”. Tosetto estará atento al celular: “Candela, mi hija más grande, vive conmigo, pero cuando volví de Shanghai --fue a China a buscar insumos-- tuve que hacer cuarentena”. Y ella fue a vivir con su mamá. “Hoy, la idea era juntarnos, pero con el aumento de casos desistí, me muero de ganas de estar con ellos, pero una videollamada estará bien y después, ir a laburar, para cuidarme y cuidarlos a ellos”, se explaya.

Como mensaje Mario Zommer comparte que lo importante es estar con los hijos. “No dejar que se críen solos, hay que conducirlos, darle ideas, que practiquen deportes, eso forman su carácter, crecen sanos. Que los acompañen y estén con ellos”. Reconoce que a veces no se puede estar físicamente. Pero concluye “hay que estar de corazón, ellos van a valorar eso”.

San Martín, el padre de la patria

Hubo un tiempo en que la Argentina festejaba el día del padre el 24 de agosto. Esta costumbre comenzó en 1958 en honor a José de San Martín “el padre de la patria”, por el natalicio de Mercedes Tomasa de San Martín y Escalada, su hija “Mercedita”, quien lo hizo padre en 1816. A los pocos años esto se modificó y comenzó a festejarse el tercer domingo de junio, en coincidencia con la fecha en Estados Unidos. “Es lógico, San Martin fue el padre de la patria --dice Ziembrowski--, sufrió el devenir unitario y fue la primera víctima de la grieta que instaló la oligarquía”. Esa oligarquía se constituye construyendo al enemigo, reflexiona el actor, sometiendo a los vulnerados de la patria, señala. “Y hoy, si hay un padre de la patria, menos mal que es humano y está al frente, y no un mafioso y cloacal como el amarillo que teníamos antes de presidente” dispara, a propósito de una lectura política sobre la figura paterna.