“Muchos músicos están muy preocupados por no poder ensayar, por no laburar. Zoom, Jitsi y Skype no nos ofrecen buenas soluciones porque se traban. Para nosotros, un segundo de desfasaje es un montón. De la misma manera que ocurre con los deportistas, también necesitamos entrenarnos. Uno puede entrenarse solo, pero no tiene nada que ver con lo que –luego– ocurre cuando se practica con la banda. Al mismo tiempo, los pibes y las pibas de colegios y universidades no estaban pudiendo tener clases de música como se merecen, porque no existía una plataforma capaz de soportar. Nuestra iniciativa se presenta como una solución al respecto”, plantea Diego Romero Mascaró, docente, investigador y director de la Escuela Universitaria de Artes (EUdA) en la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ).
¿Qué es Sagora? Es un software libre y gratuito, diseñado y desarrollado por artistas/investigadores
. Se autodefinen como “artistas/investigadores” con orgullo: son músicos que realizan tareas de investigación y conciben que el arte y la ciencia no son campos tan desligados como a menudo se tiende a señalar. La plataforma permite conectar múltiples usuarios/as en una sala virtual y transmitir audio en tiempo real sin que se cancelen las señales, como suele suceder con otras herramientas por estos días empleadas para teleconferencia. Esa especificidad la convierte en una aplicación útil para la práctica musical, tanto en el sector de las industrias culturales como en el de educación, en la medida en que permite realizar ensayos y/o conciertos utilizando internet. Al momento ya fue traducida al portugués, inglés y francés y está en proceso de estar disponible en italiano y ruso.
“El proyecto nació por la necesidad de poder dar clases. Este cuatrimestre dicto un taller de improvisación, una materia en la que los estudiantes deben tocar y la única forma de evaluarlos es por su rendimiento grupal. Entonces, Sagora se origina a partir de una pregunta: ¿cómo hago para seguir con las clases sin alterar el programa?”, dice Romero Mascaró. A ese primer gran interrogante se sumó el segundo vinculado con la propia práctica profesional ya que, además de docente, se destaca como músico. “Todos los viernes nos juntábamos a ensayar y se cortó por la pandemia. Como ya veníamos con el desarrollo previo de los conciertos colaborativos a través de internet desde 2015, optamos por tratar de utilizar esas tecnologías, pero nada. No era lo mismo. Nos fastidiábamos en el medio de los ensayos, encontrábamos problemas técnicos que no podíamos sortear de ninguna manera”, comenta.
Con “conciertos colaborativos” se refiere al campo de la realización artística a través de internet. En ese afán, desde hace años, el equipo que lidera Romero Mascaró –desde el proyecto de investigación “Desarrollo tecnológicos aplicados a las artes”– ha participado de eventos conjuntos con las Universidades de Nueva York, de Trompson (Canadá) y de la ciudad de Hong Kong, entre otras. Una actividad que permite afianzar el vínculo entre artistas que se encuentran en diferentes partes del mundo y los habilita a crear una obra sin la necesidad de compartir un espacio físico concreto.
“La iniciativa nació hace un tiempo y la pandemia nos vino como argumento perfecto. Con Diego venimos gestando ideas similares en las que intentamos generar espacios cuyo objetivo es tocar con otra gente alrededor del globo. Los conciertos colaborativos constituyen un antecedente. Para este caso, convocamos a un egresado, Nicolás Rodríguez Altieri, con quien trabajamos desde el comienzo para pulir la primera versión”, comenta Esteban Calcagno, docente e investigador y Director de la carrera de Música y Tecnología de la UNQ.
En este marco, ante el obstáculo que implicaba el confinamiento para el desarrollo musical, decidieron explorar el campo. “Veíamos que había algunas plataformas interesantes dando vueltas y software que estaba funcionando. Sin embargo, advertimos que eran incómodas para los usuarios y no permitían crear salones de ensayo cerrados, sino que cualquiera podía ingresar y complicar un poco las cosas. Para nosotros es fundamental restringir el acceso, así podemos practicar entre nosotros, ya sea con los estudiantes, o bien, si sos músico, con tu banda”, advierte Romero Mascaró. En Zoom, por ejemplo, el propio funcionamiento del programa significa un obstáculo. Se utiliza una tecnología denominada “cancelación de ruido” que opera del siguiente modo: cuando muchas personas hablan al mismo tiempo, solo una se escucha de manera nítida mientras que la voz del resto es captada como distorsión. No está mal porque es la lógica de la videoconferencia y la gente necesita entenderse, pero para hacer música no sirve. Cuando es una banda la que suena, todos los instrumentos deben sincronizarse y ser escuchados en simultáneo.
Desde esta perspectiva lo entiende Calcagno cuando apunta: “Siempre tuvimos ganas de arrancar un desarrollo propio ya que empleábamos algunas herramientas tecnológicas que no terminaban de satisfacernos y así, con este contexto que atravesamos, se volvieron más fuertes las ganas de hacerlo”. Y continúa: “Como director de la Licenciatura en Música y Tecnología, mi campo de estudios era el desarrollo de hardware y software aplicado al arte. Por ello, el propósito era utilizar el conocimiento disponible de la mejor manera posible”.
Con la falta de opciones, decidieron generar una alternativa autóctona. “Queríamos contar con un software que con un solo clic pudiera crear una sala de ensayo. Funciona mediante un password, con lo cual, la gente que accede a la sala es la que uno elige. Pueden ser tus alumnos, pero también los compañeros de la banda. La gente, tan solo, debe unirse a la sala y con eso cada individuo ya está listo para tocar. Creamos una estética amable, fácil de utilizar. Ya está a disposición de todo el mundo”, narra Romero Mascaró. “Pensamos que el software debe ser libre y gratuito y, por lo tanto, de fácil acceso. No creemos en genios que arrancan desde cero, no inventamos la rueda. Por el contrario, reunimos los mejores aspectos de otros sistemas que funcionan bien para poder mejorarlos y así convertirlos en algo mucho mejor. A partir de la creación de un servidor, se conectan varias computadoras que ofician de ‘clientes’. Cada banda o grupo de personas, como señalaba Diego, accede mediante una contraseña y puede trabajar con tranquilidad en un ágora sonora”, adhiere Calcagno.
La segunda versión en la que actualmente se encuentran trabajando se propone, por un lado, que sea apta para operar en celulares y, por otro, que pueda funcionar directamente en la WEB sin la necesidad de ser descargada. De esta forma, los usuarios interesados solo deberían acceder mediante un link. Para esta primera versión no hay requisitos excluyentes aunque la velocidad de internet, como se puede suponer, es un factor decisivo. “Es un programa que consume muy pocos recursos de la computadora. De hecho, lo hemos probado en las notebooks de Conectar Igualdad y funcionan perfectamente. Tenemos docentes que están dando clases con Sagora de esta manera”, explica Calcagno. “El día que se levanten las restricciones seguirá siendo muy útil, hay muchas bandas que se separan porque los miembros se mudan. Bueno, ahora pueden seguir practicando sin ningún problema; o bien, armar un conjunto con gente de otras partes del planeta”, remata Romero Mascaró.