"Los efectos de una obra como la de Juan L. comienzan a percibirse mucho tiempo después. Demandan una asimilación que es casi siempre lenta y que se va filtrando por capilaridad en el cuerpo de las generaciones posteriores”. La afirmación que el poeta Hugo Gola hace en 1970 aún sigue resonando. Para usar una metáfora rabiosamente actual, podríamos decir que el lento y sostenido desconfinamiento de la obra de Juan L. Ortiz sigue su curso. Ya no se trata, como dice Sergio Delgado - encargado de llevar adelante este nuevo trabajo- de rescatar a Juan L. del olvido, “si a alguien hay que rescatar es a nosotros mismos, los olvidantes”.
En efecto, a casi 25 años de la anterior edición crítica que en 1996 intentó reparar veinticinco años de silencio - los que pasaron desde la mítica edición de la Biblioteca Vigil que en 1970 reunió por primera vez los libros por entonces inhallables de Ortiz, más tres libros inéditos, y cuyo destino fue en parte truncado por la dictadura-, la Universidad de Entre Ríos y la Universidad del Litoral dan a luz la edición más completa y ambiciosa de En el aura del sauce.
Aquélla edición de 1996 logró exhumar las prosas y gran parte de la poesía inédita o dispersa, y establecer un aparato critico que colocara a Ortiz en el sistema de una sociabilidad mayor, matizando el estigma de escritor marginal y de culto. Ortiz construyó en silencio una obra única en la poesía argentina; si es cierto que esto significó una relativa marginalidad, también podría afirmarse lo que dice Delgado, “un verdadero poeta en realidad nunca está marginado. El lugar que habita se encuentra siempre en el centro de la gracia y aunque canta en solitario lo rodea un círculo reducido pero fiel de amigos”.
Luego de varios años de un trabajo que suma los avances de nuevas generaciones de lectores e investigadores, esta edición ampliada y revisada, recupera material desconocido, disperso o inhallable. Tal es el caso del Ortiz traductor: “Traducía mucho y tenía una manera muy particular de hacerlo,- cuenta Delgado- un estilo y una política que se podrá ver en esta reedición, todo buenos poetas, con un sesgo social, como el griego Yannis Ritsos”. Las traducciones, que a veces le permitían al poeta vivir de su trabajo, evidencian el proyecto internacionalista de traducir poesía de distintas latitudes (franceses, africanos, chinos, soviéticos, rumanos, vietnamitas) a través de su lengua franca que era el francés. Se presentan en este volumen traducciones de Jean Cassou, Louis Aragon, Paul Eluard, Ilarie Voronca y Mao Tse-tung, entre otros.
La nueva edición se divide en dos tomos: uno rosa y el otro dorado (como aquélla ribera que dibuja un hermoso poema de El álamo y el viento). En el primero, En el aura del sauce, luego del liminar (“Imprecación y plegaria”) escrito por la poeta y ensayista española Olvido García Valdés - parte de la intención de proyectar la obra de Ortiz a lectores de otras partes del mundo-, se publica por primera vez en un solo volumen “el libro único” de Ortiz , más una sección final con los poemas que hubieran pertenecido al hipotético cuarto tomo –aquel en el que el poeta venía trabajando en su últimos años y que nunca llegó a ver la luz. En el segundo tomo, Hojillas, que abre con un texto de Marilyn Contardi, además de las traducciones mencionadas se encuentran las prosas (relatos, conferencias, reseñas bibliográficas etc), los poemas no incluidos en En el aura…, y un nuevo aparato crítico que dialoga con el que estaba en la edición anterior y vuelve a publicarse en esta. De entre los nuevos aportes, se destaca el trabajo de Agustín Alzari, que desde hace unos años permitió reponer la faceta política y militante de Juan L. Santiago Venturini, Miguel Ángel Petrecca y José Carlos Chiaramonte profundizan las distintas facetas del Ortiz traductor. Edgardo Dobry analiza la raíz simbolista y sus derivas en la poesía orticiana. Por su parte, Fabián Zampini cartografía la obra a partir de la noción de “aura” y la imagen del sauce.
Uno de los hallazgos que nos depara esta edición son los poemas juveniles de Ortiz, de los que se tenían referencias pero nunca se habían hallado muestras, poemas anteriores a 1924, rabiosos y crispados, probablemente a tono con su joven militancia pueblerina, aparecidos en los archivos del diario El Debate de Gualeguay. Y la otra joya, que nos acerca a un Ortiz casi desconocido, son las cartas, en especial las que durante al menos diez años cruza con César Tiempo, uno de los más importantes escritores del grupo Boedo y el principal contacto de Ortiz en Buenos Aires, el que con Mastronardi lo ayudó a publicar su primer libro y hacerse conocido más allá de su círculo cercano.
También es importante mencionar la nueva cronología narrada (pasó de las dos páginas de la anterior edición a casi cuarenta en esta última) que permite acceder a información dispersa o desconocida, especialmente en lo que tiene que ver con la infancia y la juventud de Juan L., una zona que hasta ahora había permanecido prácticamente en sombras, y que permitirá un conocimiento más profundo de su vida y su (por suerte) elusiva figura.
En el texto liminar anteriormente mencionado, la autora se pregunta por el modo en funciona la lengua de Juan L., sobre el largo camino para llegar a la extraña materialidad -mezcla de diálogo y profundo monólogo- de su última etapa: “Romperle las costuras al simbolismo por la vía de la sintaxis; una sintaxis deshilada, que se desparrama: frases que se suspenden en otras frases de raíces aéreas, y que al mismo tiempo ciñen y van tanteando el sentido…”
Cuando muchos poetas “se jubilan”, o sea cuando muchos se detienen, Ortiz, próximo a los setenta años, inicia un movimiento decisivo en su obra. A lo largo de la década del sesenta escribe muchísimo, el doble de todo lo publicado hasta entonces, y aunque no edite libros su poesía evoluciona en una complejidad creciente y una ampliación de recursos. Y es que como bien dice García Valdez, el lenguaje de Ortiz logró abrir el castellano - una lengua clara y con frecuencia enfática- , “a todas las brumas y posibilidades, a la potencialidad de una lengua de todos, para todos, para todo lo vivo y presente, que se sabe que pronto será ausente”.