Desde ahora en adelante, miles y miles de personas subirán y bajarán cada día por las escaleras arcoíris de la estación Carlos Jáuregui de la línea H, quizás la que más profundo se mete en las entrañas de Buenos Aires. La esquina de Pueyrredón y Santa Fe es, desde los comienzos del último período democrático, zona emblemática de encuentro y yiro gay. La esquina fue también trinchera para Carlos Jáuregui, fundador y primer presidente de la Comunidad Homosexual Argentina, y para tantos otros activistas que desde ahí militaron repartiendo volantes para informar, por ejemplo, cómo actuar ante una razzia cuando todavía tenían vigencia los edictos policiales.
Los gobiernos pasan, las estaciones quedan. Sobre todo las de subte, obras muy costosas que suelen dar poco rédito político a los gobiernos que las inician, porque casi siempre terminan siendo inauguradas por otros. El proyecto del cambio de nombre a la estación que ahora se llama Santa Fe-Carlos Jáuregui fue votado por unanimidad en la Legislatura Porteña. Sus impulsores, de diferentes partidos y organizaciones, y hasta el mismísimo gobernador de la ciudad estuvieron en la inauguración.
En la entrada por la Avenida Santa Fe, se destaca un gran mural con predominancia del color amarillo de donde emerge en clave pop el rostro de Jáuregui con sus anteojos ochentosos y su tupido bigote. Su autor, un joven artista venezolano que llegó a Buenos Aires hace dos años en busca de refugio, también dijo sus palabras en el acto. Empezó contando que cuando vio por primera vez la cara de Jáuregui en un afiche pensó “¡Qué lindo! ¡Quiero conocerlo!”. Su sueño se vio frustrado, el homenajeado había muerto hacía ya varios años. Ya que estaba, el artista contó que, recién llegado, alguien le había robado todas sus pertenencias y que fue un policía de la ciudad que conoció por Grindr quien lo ayudó a recuperarlas. ¿Hacía falta el elogio a un policía en un acto donde de lo que no se habla es de la vía libre (si no la orden) de la que gozan las “fuerzas de seguridad” para reprimir a travestis, lesbianas, pobres y a cualquiera que salga a manifestarse contra las políticas de ajuste?
Muchas palabras edulcoradas y pocos reclamos. Apenas una voz se alzó durante el discurso del Gobernador para reclamar por los desaparecidos y fue acallada. El más aplaudido en su discurso fue el Presidente de la CHA, César Cigliutti, quien enfatizó que queda mucho por hacer: cupo trans, poner fin a la violencia policial y la aprobación de una ley antidiscriminatoria nacional. Hubo muchos nombres que hicieron posible este evento histórico –se trata de la primera estación de subte del mundo con el nombre de un activista lgbt–, que no mencionaré porque sería larga la enumeración. Habrá quienes vean en esta reivindicación colectiva un logro personal: unos llegarán tal vez al escaño; otros, al escarnio. El protagonista de esta historia es Carlos Jáuregui, el primer activista argentino en dar la cara como seropositivo, pionero en la lucha por nuestros derechos e impulsor de la primera Marcha del Orgullo en Buenos Aires en 1992, una voz que hoy nos sigue llamando a tomar las calles.