Las vidas de todos cambiaron con la pandemia.

También la manera de informarse. A lo largo del aislamiento obligatorio, la relación con las noticias vinculadas al coronavirus pasó de ser “la ñata contra el vidrio” a un descreimiento total, según días y circunstancias. Por eso, distintas universidades nacionales estudian y analizan el impacto social de este fenómeno.

El Observatorio de Comunicación y Temáticas Sociales dependiente de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional del Comahue (UNComa) realizó dos trabajos de investigación con tres semanas de diferencia, tomando como ejes la producción y circulación de información en tiempos de coronavirus. Los trabajos se realizaron entre el 23 y el 25 de mayo (244 casos) y entre el 13 y el 15 de abril (333), en 20 localidades con distinta densidad demográfica de Río Negro y Neuquén.

Pablo Scheiffer es coordinador del observatorio de Comunicación y Temáticas Sociales de la UNComa junto a Fabián Bergero, Julia Kejner y Omar González. En diálogo con el Suplemento Universidad habló sobre las conclusiones de estos trabajos y destacó que los “sorprendió el grado tan alto de exposición a la información en todos los rangos etarios”.

Según muestran los estudios, el 80 por ciento de los consultados de Río Negro y Neuquén pasa más de tres horas diarias en busca de noticias y consume medios tanto locales, como nacionales e internacionales.

En este sentido, Scheiffer indicó que “el consumo de medios con una mirada más global fue una de las prácticas que más aumentó”, y analizó: “Creemos que esto se debe a una lectura del proceso, con todo lo que eso implica, donde la tensión está puesta no solo en la localidad donde vive cada una de las personas (cuáles son las medidas de prevención y cómo está afectando la economía), sino también en los impactos y descubrimientos a nivel nacional e internacional”.

No solo se incrementó el tiempo de consumo de noticias (lo que podría tener que ver con la mayor permanencia en los hogares), sino las formas de consumirlas. El 60 por ciento de las personas admitió haber realizado modificaciones al respecto: el 55 por ciento de los encuestados dice leer nuevos medios, mientras que el 23 por ciento asegura que en este contexto elige noticias más largas.

También hay una búsqueda de evitar la desinformación y la infoxicación, este concepto que utilizó la Organización Mundial de la Salud (OMS) para caracterizar el exceso de información sobre el COVID-19 que termina estresando a las personas. En este sentido, por estas épocas se destaca un aumento significativo de lo que llaman “monitoreo ciudadano de la información”. “Se mostró una predisposición de las audiencias a verificar las fuentes por la cuales reciben las noticas. Tiene que ver con el grado de credibilidad que tiene las fuentes y la actitud no pasiva de los ciudadanos. Una buena parte de los encuestados nos decía que la responsabilidad del chequeo de la información era de ellos y que la ejercían en ese sentido, entonces vimos una tendencia a chequear lo que les llega”, comentó el investigador.

El Centro de Opinión Pública de la Secretaría de Medios y Comunicaciones de la Universidad Nacional de La Matanza (UNLaM) cuenta con mediciones, desde el inicio de la Pandemia, sobre el impacto del coronavirus en distintas dimensiones de la vida social. Para estas mediciones trabajó sobre un universo de 1.250 personas mayores de 16 años y residentes en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA). La información se alcanzó a partir de una serie de formularios, cargados en una plataforma digital, que se ajustan a diversos controles para asegurar la fiabilidad de los datos. Especialistas en programación aseguran –por ejemplo- que la misma personan no pueda contestar dos veces, a partir del chequeo de direcciones de IP. Además, las zonas de residencia de los encuestados son aleatorias y diversas para una mayor representatividad. Son cuestionarios de 50 preguntas en los que las primeras diez buscan caracterizar socio-demográficamente a las personas para trabajar en un mejor análisis. Según los resultados del muestreo de la sección Medios de Comunicación, luego de casi 100 días de aislamiento, los procesos de saturación de información, fueron bajando su impacto.

El 37,5 por ciento de los encuestados admite que disminuyó su interés por las noticias sobre el COVID-19 desde el comienzo de la cuarentena. Y sólo el 23,8 por ciento aprueba la cobertura que hacen los medios tradicionales.

El impacto en la opinión pública

“Vemos que se mantienen las dos dimensiones principales que vienen afectando la opinión pública que son la salud, en primer lugar, y luego la situación económica. Y aparece una tercera dimensión emergente que tiene que ver con lo emocional que, si bien no está a la altura de las otras dos variantes, empieza a impactar fuerte”, cuenta Manuel Zunino, docente de la UNLaM y consultor dentro de la Secretaría de Medios y Comunicación.

De los estudios que realizaron, Zunino rescata un dato como fundamental: “Las personas no tienen un pensamiento dicotómico entre salud y economía, como parece estimularse desde algunos medios de comunicación. Hay una aprobación muy alta de las medidas de aislamiento y de su eficiencia en términos sanitarios, pero a la vez se reconocen problemas económicos y estarían de acuerdo con algunas aperturas con controles”.

Natalia Aruguete es periodista, docente e investigadora del CONICET. Dirige junto a Nadia Koziner un Observatorio de Medios desde el Programa de Investigación en Industrias Culturales en la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ) que integra una red con otros dos observatorios: el de la Universidad Nacional de Cuyo (UNCUYO) y el de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia (UNICEN). Según Aruguete, “en un escenario que comienza a activar una polarización que parecía puesta en suspenso, se observan que encuadres mediáticos en competencia —como salvar vidas versus evitar una crisis económica— pueden alterar las percepciones de ciudadanos identificados con distintos partidos políticos. Concretamente, los oficialistas observan mayores riesgos sanitarios y menores riesgos laborales que los votantes opositores”.

La autora de "Fake news, troll y otros encantos" agregó que “si atendemos a la reacción de las personas a los mensajes que circulan en redes sociales, encontramos además que la propensión a compartir información es mayor cuando los mensajes muestran a los partidos políticos colaborando entre sí para definir políticas integrales de manera conjunta (una expresión elocuente en Argentina por parte del presidente Fernández podría ser ‘cerrar la grieta’) que frente a mensajes negativos en los que se observan críticas y acusaciones entre rivales (Imaginemos el hipotético caso en el que Alberto Fernández dijera algo así: ‘En lugar de tomar deuda hubieran invertido en hospitales’)”.

Enredados

Qué pasa con el flujo de información en las redes sociales. Según el estudio realizado por la UNComa, el 79,4% por ciento de los encuestados no confía en la información que llega por ese medio y el 10 por ciento reconoce haber dejado grupos digitales por saturación de información no chequeable. En tanto, mientras que los periodistas y comunicadores formales tienen un nivel de confianza aceptable, los “influencers” tienen un grado negativo de confianza del 73,7 por ciento.

Además, sólo el 7,8 por ciento utiliza las redes para sólo para informarse, mientras que el 23 por ciento solo lo hace para esparcimiento y “compartir memes”.

Sin embargo, la baja confianza que genera la información que circula por las redes no se condice con un menor uso de estas herramientas. De hecho, los contactos de cada uno en las redes sociales son la principal vía de acceso a la información, que suele ser compartida según el 55 por ciento de los casos. “Resultado de esto, tenemos el fenómeno de ‘noticia incidental’. Es decir que las noticias aparecen en el muro de cada uno. Como dice Pierre Bourdieu en ‘Sobre la televisión’ se ve una especie de circulación circular de la información”, cuenta Pablo Scheiffer.

“La tendencia a compartir la información desde las redes, aún a pesar de la desconfianza que generan, también tiene que ver con que en la mayoría de casos se comparte información de medios en los que la confianza es mayor”, añadió.

De acuerdo a los estudios de la UNLaM, puede concluirse que ninguna red social parece generar confianza a la hora de informarse. Como el más fiable aparece Facebook, con un 13 por ciento, y en último lugar WhatsApp, con un 2,2% por ciento. Todos muy alejados del medio tradicional de comunicación de menor confianza que es la radio, con un 19 por ciento.

También se puede trazar un paralelo con los buscadores. En la encuesta de AMBA hay un 35 por ciento de personas que reconoce hacer sus chequeos y sus búsquedas en internet, algo parecido al “monitoreo ciudadano de la información” de la UNComa.

La tele encendida

Según los estudios, la televisión no solo sigue siendo el medio preferido para informarse, sino qué aumentó su encendido significativamente durante la pandemia.

Según los datos de la UNLaM, si bien las plataformas de video adquirieron un papel más protagónico, ya que el 81,1 por ciento afirma haber utilizado alguna y el 73,1 por ciento asegura seguir utilizándola en el futuro, la televisión sigue siendo el formato más usado para informarse. La mayoría elije como primera opción los canales de noticas de cable (42,7 por ciento) y como segunda, la televisión abierta (40 por ciento). Más atrás aparecen los buscadores de internet, los portales digitales y las redes sociales.

En el sur del país, el 58,6 de los encuestados también eligió la tele como medio principal para informase, mientras que la radio se queda con un 32,8 por ciento y la gráfica un 5,3 por ciento. “La televisión tuvo un aumento exponencial con el encierro, lo cual es lógico si pensamos que la radio se suele escuchar mucho en el auto y al diario hay que salir a comprar”, analizó el investigador. La caída del papel es estrepitosa, pasó del 18,1 por ciento al 5,3.

Otro punto que llama la atención, es que a pesar de la preponderancia de la televisión, casi la mitad de los encuestados rionegrinos y neuquinos (el 46 por ciento) cuestiona que el modo de comunicar de la televisión es alarmista, y solo el 15 por ciento cree que lo hacen de forma responsable.