Dividida en dos volúmenes de casi 1.700 páginas en total, la reedición de la obra completa del poeta Juan L. Ortiz, de reciente aparición, amplía y revisa el trabajo publicado en 1996, con la incorporación de poemas inéditos, escritos en prosa, traducciones y textos críticos. El emprendimiento es una labor conjunta de las editoriales de las universidades nacionales del Litoral (UNL) y de Entre Ríos (UNER).
Los directores de los sellos, Ivana Tosti (Ediciones UNL) y Gustavo Martínez (Eduner), aseguraron que la nueva publicación “era tan esperada” como la lanzada hace casi 25 años por la Universidad del Litoral, “y que después fue reimpresa en varias oportunidades”.
Tosti y Martínez subrayaron que entre ambas casas de estudios “hay un compromiso permanente con un trabajo de recuperación y promoción del patrimonio cultural de nuestra región, que excede ampliamente la marcada por límites provinciales y que nos integra en proyectos tan ambiciosos como la obra completa de Ortiz”. La vastedad de la iniciativa se ve reflejada en las 1.696 páginas de los dos tomos –“En el aura del sauce” y “Hojillas”–.
En declaraciones al Suplemento Universidad, ambos destacaron el trabajo de María Elena Lothringer, titular del área Promoción de la Lectura de la Eduner.
Juan Laurentino Ortiz –Juanele– nació en 1896, en Puerto Ruiz (Entre Ríos), y murió en 1978, en Paraná, donde vivió la mayor parte de su vida a excepción “de una temporada de duración incierta en Buenos Aires, alrededor de 1915, de un par de viajes en los años cincuenta a Chile y China Popular y de sus escapadas fugaces a las provincias vecinas”, recordaba su amigo el escritor Juan José Saer.
“Bajo de estatura, amable y un poco zumbón, no acostumbraba a dar lecciones ni tampoco a recibirlas, sobre todo de oportunistas y de pedantes”, lo describía Saer. Ortiz ejerció como juez de paz durante varios años en pueblos entrerrianos y apenas se jubiló, se fue a vivir a Paraná, en una casa desde donde podía contemplar la anchura del río con sólo levantar la cabeza.
Como reconocimiento a su trayectoria, pocos años antes de su muerte, la Biblioteca Constancio C. Vigil de Rosario publicó En el aura del sauce, tres volúmenes de poesías –algunas inéditas–.
A Juanele le gustaba compararse con el poeta español Antonio Machado: “(Era) un típico escritor de provincia, porque estuvo radicado en un pequeño lugar, y muy espaciadamente viajaba a Madrid, y menos aún a París, pero no por ello desconocía lo que pasaba”. Sus palabras pertenecen a una entrevista concedida a Vicente Zito Lema. “La visión que tengo de mi poesía es que ha sido otra manera de ser”, le confesó.
Proyección internacional
El trabajo de búsqueda de textos inéditos para la nueva edición de las obras completas se extendió por más de dos décadas e incluyó manuscritos, correspondencia y publicaciones de amigos de Ortiz como Carlos Mastronardi, Amaro Villanueva, Juan José Manauta, Emma Barrandeguy, Reynaldo Rosillo, Luis Emilio Soto y César Tiempo. De la indagación participaron la Biblioteca Nacional y el Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas (CeDInCI), que depende de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM).
Esa pesquisa fue hecha por equipos de las editoriales de la UNL y la UNER, que sumaron las contribuciones de la docente Claudia Rosa –fallecida en 2018–, que permitió dar con textos de Ortiz al recuperar el archivo de Mastronardi, y a partir de sus trabajos sobre Alfredo Veiravé. Cuenta también con colaboraciones de Edgardo Dobry, Agustín Alzari, Fabián Zampini, Santiago Venturini, Miguel Ángel Petrecca, José Carlos Chiaramonte y Mario Nosotti.
La española Olvido García Valdés, Premio Nacional de Poesía de su país, descubrió a Ortiz gracias al poeta santafesino Hugo Gola, quien fue docente de la UNL, y por eso escribió para esta reedición “Imprecación y plegaria”. Su inclusión en el volumen I se vincula con la proyección de la obra de Juanele, leído por críticos, poetas y lectores de distintas partes del mundo.
Una estética propia
El director de la edición, Sergio Delgado, aseguró a este suplemento que “Ortiz escribe desde una estética propia, que abreva, sin duda en distintas fuentes, que pueden encontrarse en la poesía simbolista francesa (incluyendo a los simbolistas belgas) y también en la poesía china, pero que, como ocurre con todo gran poeta, adquiere su fisonomía, su color, incluso su tono político”. Delgado destacó la relación que puede establecerse con la poesía de Stéphane Mallarmé, aunque –opinó– Ortiz “llega mucho más lejos”.
“Ortiz es considerado, erróneamente, como un autor ‘secreto’. Al contrario, siempre fue y es leído por sucesivas generaciones de intelectuales y sobre todo de poetas. Es un caso excepcional, porque pasa el tiempo y es asumido como ‘maestro’ por distintas generaciones de lectores y poetas. Destaco un grupo inicial de amigos como Mastronardi, Tiempo, Córdova Iturburu, etc., que le ayudaron en la década del treinta a publicar su primer libro, El agua y la noche”, precisó.
A Ortiz “le interesaba la cultura popular y, en particular, en el contexto del Litoral, la que emerge del sustrato guaraní, porque en sus poemas aparecen mitos ligados a aves como el mainumbí, el urutaú o el crespín”, explicó y puso como ejemplo el poema “El Gualeguay”, que cuenta “la historia geológica y cultural de la cuenca de los ríos Paraná y Uruguay, el origen nada menos que de su Entre Ríos natal, en el que trata de brindar un registro de todas las voces escuchadas en todas la épocas por el río Gualeguay, topónimo de origen guaraní”.
En declaraciones a este suplemento, Agustín Alzari, estudioso de la obra de Ortiz, subrayó que el entrerriano “consolida una estética propia, poco dada a la efusión, a las conclusiones, vinculada al paisaje”, y agregó que “establece un diálogo maravilloso con la tradición local y de América Latina, desde Rubén Darío, a quien llegó a conocer, a Raúl González Tuñón y toda la poesía de izquierda, que confesamente admiró, pero que decidió no practicar”.
“Su poesía es muy particular. Puede notarse una cercanía en algunos poemas de (Francisco) Paco Urondo y en ciertas decisiones estéticas de Saer, dos declarados admiradores de su obra”, aseguró Alzari.