El economista Danny Leipziger sostiene que “dolarizar la economía es la única solución para los problemas argentinos”.
La categórica definición es realizada por un economista que no es un especialista en la Argentina, más allá de alguna interacción aislada en el marco de su carrera en el Banco Mundial.
¿A qué se debe semejante afirmación sobre nuestra economía publicada en un medio local? Tal vez por una irresponsable liviandad para opinar bastante habitual en los burócratas de los organismos internacionales, o bien por la también habitual costumbre de actuar como lobista.
Los argumentos para sostener su postura son tan pobres como sus antecedentes como estudioso de la economía argentina. ”La terrible experiencia de reprogramación que enfrentan la Argentina y sus acreedores” y “el hecho de que el país enfrentó numerosos default en las últimas décadas”, son presentados como argumentos que justificarían la dolarización, pese a que luego afirma que dicha política “no cambia el problema del excesivo endeudamiento si los mercados de capitales son miopes, como han demostrado ser en el caso Argentina desde 2016”.
A ello habría que agregar que la dolarización, al reducir bruscamente las posibilidades de financiamiento interno del Estado, tiende a estimular la toma de créditos externos, siendo más propensa a generar procesos de endeudamiento insustentable.
Luego afirma que la dolarización obligaría a aceptar que no se puede “vivir más allá de nuestras posibilidades”. Una falsa interpretación de la causa del excesivo endeudamiento externo argentino que, en realidad financia la fuga de capitales y no “el vivir más allá de nuestras posibilidades”, y que el propio Leipziger había señalado que no se soluciona con la dolarización.
Más adelante afirma que la dolarización sería un “freno efectivo a la inflación desenfrenada” al eliminar la posibilidad de imprimir billetes. Un argumento que no toma en cuenta el reciente fracaso del plan emisión cero en el marco del acuerdo con el FMI durante la agonía de mandato de Macri, ni la reciente desaceleración de la inflación en un contexto de fuerte emisión para financiar las políticas en el marco de la pandemia.
Al respecto, ¿es difícil de imaginar la catástrofe social que sería enfrentar la coronacrisis si la economía estuviera dolarizada?
La caída de la actividad y de la recaudación impositiva se vería agravada por la iliquidez que generaría la salida de capitales por la incertidumbre global y la contracción de las exportaciones por la baja en la demanda global. De esa manera, se agravaría el déficit público y dado que no hay chances de financiarlo con emisión, se debería imponer un fuerte programa de ajuste del gasto público.
Es decir, no sólo no habría chances de entregar bonos a jubilados y a quienes reciben la AUH, ni el IFE, ni los ATP, ni las transferencias a las provincias para compensar la baja de la coparticipación, ni los créditos a las empresas. El saldo hubiera sido fuertes recortes en los gastos preexistentes como está sucediendo en el dolarizado Ecuador.
@AndresAsiain