7500 7 puntos
Alemania/Austria/EE.UU., 2020.
Dirección: Patrick Vollrath.
Guion: Patrick Vollrath y Senad Halilbasic.
Duración: 92 minutos.
Intérpretes: Joseph Gordon-Levitt, Omid Memar, Aylin Tezel, Carlo Kitzlinger, Murathan Muslu, Paul Wollin.
Estreno: Amazon Prime Video.
“Para hacer una película sólo hacen falta una chica y un arma”, señaló alguna vez Jean-Luc Godard. Podrían reemplazarse los términos del aforismo y afirmar que para hacer una película no hacen falta más que un avión y un grupo de terroristas dispuesto a secuestrarlo. Es lo que demuestra 7500, la ópera prima del alemán Patrick Vollrath, una coproducción entre ese país, Austria y los Estados Unidos que le devuelve el brillo a otra frase establecida en la memoria: menos es más. El punto de partida es bien simple. El joven copiloto Tobias, interpretado por el californiano Joseph Gordon-Levitt, asume su lugar de trabajo en lo que promete ser un vuelo normal entre Berlín y París. Las conversaciones con el piloto antes del despegue y un beso robado a su pareja –una azafata con quien esa noche comparte vuelo– no revelan las turbulencias por venir, aunque la película comienza con una serie de videos de vigilancia del aeropuerto que permiten inferir que algo fuera de lo común está por suceder.
Esas imágenes y la escena final serán los únicos momentos en los cuales 7500 saldrá de una locación única y excluyente: el cockpick de la aeronave, un avión de fuselaje medio cargado con un centenar de personas. El dispositivo formal de encierro –la única imagen que se verá del resto de la nave es la de un visor que registra un par de metros fuera de la cabina– es uno de los puntos más sólidos del guion del propio Vollrath y Senad Halilbasic, un esquema hitchcockiano sobre el cual se sostiene gran parte del suspenso del film. El despegue es impecable, excepto por algunos sacudones, pero minutos después de llegar a altura crucero comienzan los problemas: el ingreso impetuoso a la cabina de un hombre, los golpes y cuchillazos, una herida profunda en el estómago del piloto, el pasaje amenazado. A partir de ese momento, la película se transforma en un preciso mecanismo de tensión y Tobias en el único héroe disponible.
La caracterización es ligera y podría afirmarse que los secuestradores están bastante cerca del estereotipo, pero a 7500 –el código de emergencia ante una “interferencia ilícita”– no le interesa demasiado la descripción de las complejidades del mundo. Hay, eso sí, algunas diferencias entre los islamistas radicalizados y armados (con armas de vidrio improvisadas), en particular entre quien parece ser el líder de la célula y un muchacho de dieciocho años que no logra comprender los alcances de lo que está ocurriendo. Abrir o no la puerta de la cabina, seguir las reglas con el manual en la mano o salvar la vida de un pasajero amenazado, esas son las cuestiones. La posibilidad cierta de estrellarse, un aterrizaje en Hanover en plena tormenta con vientos cruzados y un único brazo disponible, la pelea en medio de los mandos de control son algunos de los momentos de suspenso perfectamente calibrados y que utilizan de manera notable el fuera de campo y la mezcla de sonido, sin necesidad de recurrir a la música incidental para imponer emociones.
Los últimos treinta minutos dejan caer inevitablemente los picos de suspenso previos y es entonces cuando algunos diálogos entrelazan un mensaje humanista algo simplón. De todas formas, la película de Patrick Vollrath no termina de enredarse en las bajadas de línea que estaban al alcance de la mano y sostiene hasta los títulos de cierre el concepto narrativo y visual de encierro, tensión y peligro de muerte. No es un logro menor en momentos en los cuales la ampulosidad del cine de acción de gran presupuesto –con o sin superhéroes– insiste en lo ruidoso y elefantiásico. 7500 es chiquita y a mucha honra, un poco como esas producciones “clase B” de antaño que hacían de sus escaseces un punto de partida para afinar la imaginación.