"Ayer me trajeron a mi nietito por primera vez desde que empezó la cuarentena", cuenta Alida, una mujer de más de 60, al pie de la escalera en su casa de un barrio de Rosario, mientras espera que la busquen para ir a visitar a su padre, 90 años, también por primera vez en 100 días. Alida vive sola, su contacto con el mundo fueron sus dos hijes adultes, desde el zaguán. Dos veces, como sorpresa, pudo ver a su nieto desde la puerta de su casa, sentado en el auto estacionado. Ella lloraba, el bebé se reía al verla. Hasta el 20 de marzo, cuidaba al nene de seis meses al menos dos días a la semana. Durante los 90 días del Aislamiento social, preventivo y obligatorio, su principal compañía fue la televisión. Ahora que la provincia de Santa Fe --y por ende Rosario—pasaron a la fase 5, de Distanciamiento Social, Preventivo y Obligatorio, se van recuperando las presencias. Los encuentros recobrados.
Durante la mañana, los árboles del Parque Urquiza de Rosario, justo en la barranca del Paraná vuelven a presenciar conversaciones, paseos, la caminata de poca gente. No es lo mismo que antes de la pandemia y al mismo tiempo, hay una sensación de recuperar la vida cotidiana. Los bares están abiertos desde el 8 de junio, las reuniones familiares y afectivas están permitidas --con un tope máximo de diez personas-- desde el 13 de junio. La palabra “afectivos” es clave, fue usada desde el principio por los gobiernos de la provincia de Santa Fe y de la municipalidad de Rosario.
Sin embargo, mientras no haya clases presenciales, más de la mitad de la población --sobre todo, carga cultural mediante, las mujeres, y más aún si son "jefas de hogar"-- seguirá sobrecargada. Y siempre que en los barrios populares haga falta distribuir alimentos, serán ellas las que tomarán a su cargo la búsqueda, la gestión, el reparto, en organizaciones sociales que las tienen como protagonistas. “El distanciamiento, ahora en este sentido de la nueva normalidad, a las familias de los barrios nos encuentra con un nivel de empobrecimiento mayor. Desde la Casa de las Mujeres y las Disidencias de La Poderosa, en Rosario, el 71 por ciento de las compañeras que acompañamos por situaciones de violencia de género está en situación de desempleo”, relata Georgi Mansilla, militante de La Poderosa en el barrio Los Pumitas. “Aumentaron las ollas y la demanda se triplicó, las mismas compañeras se acercaron a ponerle el pecho al virus y garantizar la comida para todo el barrio. Somos las cuidadoras de la economía popular, de los espacios comunitarios. No sólo cuidamos a nuestros hogares sino también al barrio, debemos dejar de hablar de hablar de tareas de cuidados y empezar a hablar de trabajos de cuidados”, apunta sobre las más de 30 compañeras que hacen esas tareas en La Poderosa del barrio Los Pumitas. Hace dos semanas reabrieron los espacios productivos de panificación, costura y belleza que estaban cerrados por cuarentena.
Desde el Comité Feminista ante la Emergencia Sanitaria, Majo Poncino también señala que “la crisis fortaleció las redes comunitarias y feministas. Se presentan y se presentaron nuevas formas de articulación para generar herramientas que puedan dar respuestas a las demandas de las mujeres, lesbianas, travestis, trans y no binaries. En un sistema neoliberal y capitalista y de mercado en medio de una pandemia, la idea de cuerpo, de distanciamiento social se pone en disputa y disciplinamiento en tanto somos seres sociales y en conflicto”. La referente del Movimiento Evita subrayó que “la asistencia alimentaria sigue siendo insuficiente. El recrudecimiento y el aumento de la pobreza nos comprometen a redoblar los esfuerzos. La presencia de las organizaciones sociales, feministas, sindicales, entre otras, son el eslabón fundamental para generar líneas de acción que nos permita llegar a los sectores más postergados. Los feminismos populares partimos de la base de visibilizar y valorizar la producción de bienes y servicios en nuestros hogares o las vinculadas al cuidado de las personas, o a los espacios populares para brindar una vianda de alimentos para familias en los barrios de la ciudad”.
Llegar a la fase 5 no fue magia. La concejala Norma López, del Frente de Todos, habló de “una gran alianza territorial entre el estado municipal, provincial, nacional con las mujeres del territorio santafesino y en mi ciudad, Rosario, tuvimos el compromiso de todas y todos para avanzar en medidas de protección comunitarias. Esta fase tampoco nos fue gratuita a las mujeres, cuidando de todes, en el aislamiento social, preventivo y obligatorio, que cumplimos a rajatabla, también tuvimos un gran aumento de la violencia de género. Que podamos avanzar en una fase 5, no tiene que dejar de lado la perspectiva de que lo logrado ha sido en base al esfuerzo de muchas y muchos, y de una perspectiva de futuro”.
Rosario no es una isla, pero algo distinto pasó: llego a la fase 5 con casi un millón de habitantes y unas 100.000 personas viviendo en 112 villas. El secreto de la ciudad es una pregunta que llegó hasta el Deutsche Welle, el canal de televisión alemana en su edición en español. Hasta el miércoles, la ciudad había contado 128 casos positivos de covid-19 desde el comienzo de la pandemia, con una primera oleada de 98, y después de varios días sin casos, una segunda de 15. En los últimos días, se dieron algunos otros: el martes se confirmaron cuatro, siempre con identificación de nexo epidemiológico, relacionado con viajes. La situación es similar en la provincia, aunque el territorio más extenso y sus fronteras con Chacho y Buenos Aires produjeron contagios que tuvieron sus repercusiones en localidades más pequeñas. "No detectamos transmisión comunitaria pese a que comenzó a crecer la curva de contagios", expresó la ministra de Salud provincial, Sonia Martorano, esta misma semana.
El secretario de Salud municipal, Leonardo Caruana, recuerda que lo conseguido es inestable. “Hoy todos los escenarios epidemiológicos son complejos, dinámicos y van transformándose, nada es definitivo porque estamos ante un proceso relativamente nuevo y con un conocimiento relativo de la evolución del ciclo de esta enfermedad, que sí ha tensionado y ha desafiado el modo en que nos organizamos tanto los servicios de salud como la vida social en general. Nosotros fuimos construyendo una relación de confianza entre el estado, los servicios de salud, la sociedad, y fuimos asumiendo distintas intervenciones desde los sanitario que nos permitieron tener una evolución favorable del número de casos que permite estar en una etapa diferente a otros conglomerados, a otras ciudades o a otros lugares del mundo con similar cantidad de población, o inclusive con población con un nivel de criticidad importante. Sin embargo, la evolución en estos lugares ha sido distinta y eso nos permite que muchos más estemos transitando el espacio público y gran parte de los servicios”, considera el funcionario del área al que la ciudad destina la cuarta parte de su presupuesto. Y alerta que “es una etapa en la que hay que seguir fortaleciendo mucho esa confianza, lo colaborativo, el cuidado, el diálogo, la participación en la elaboración de protocolos. Porque hoy no tenemos riesgo cero, el riesgo está pero si todos los que estamos transitando el espacio público seguimos cumpliendo, sabiendo que no todos tienen todas las posibilidades o todas las herramientas, pero tenemos que tratar de que esa pared que antes dividía el adentro del afuera, hoy es una pared imaginaria que tiene que ver con los elementos de protección, con las máscaras faciales y con los dos metros de distancia”.
Al ritmo del DISPO, la ciudad vuelve a poblarse, los parques son nuevamente punto de reunión, aunque todavía el movimiento es tímido. Dos amigas comparten mate y eso resulta tan raro como temerario. Más difícil se puso en la peatonal Córdoba, donde la esquina de la tienda más tradicional –que alguna vez se llamó La Favorita y hoy es Falabella—exhibió colas extensas y abigarradas en la previa del día del padre. Muches se conforman pensando que "no hay circulación comunitaria” del coronavirus pero también es cierto que Rosario siempre estuvo cerca (de Buenos Aires), como escribió Fito Páez.
En los encuentros, la gran pregunta es cómo recuperar el contacto, nadie sabe si abrazarse, besarse o saludarse de lejos (que es lo más adecuado). El encuentro con amigas se parece a volver a vivir. Subyace el temor a volver atrás, el miedo a que sea sólo una ilusión.
Caruana no se hace el distraído y dice que no se puede relajar la atención, ni el cuidado. “Hay algunas cosas que preocupan, es necesario seguir fortaleciendo la responsabilidad y el cuidado. Cuando vemos que algunos de los casos se han dado por encuentros familiares, por situaciones que podrían haber sido evitables, cuando vemos el factor ocupacional aumentado, el uso no correcto de la máscara facial o personas en el parque tomando mates, nos preocupa, porque creemos que en esta etapa no hay un cambio en las responsabilidades y sobre todo en la población que tiene otros recursos, no es lo mismo el changarín en el mercado que otras personas que tienen otras posibilidades. Y sin embargo vemos al changarín con todos los elementos, con gran responsabilidad”, subraya Caruana que este asunto está completamente en manos de cada persona, pero con conciencia colectiva. “Tomar conductas individuales pensando que a mí no me va a pasar es algo que se debe revisar. No estamos en la etapa final, no conocemos cómo va a ser el final, pero sí tenemos que mantener el cuidado y la responsabilidad. Hemos visto algún relajamiento que hace que se hayan hecho cosas que no se pueden hacer, como pijamadas, picados de fútbol o baby shower. Eso no hay que hacerlo porque después tiene un impacto”.
Caminar por el centro se parece a vivir en un paisaje distópico. Hay alcohol en gel en cada negocio, no se puede entrar sin frotar bien el calzado sobre una alfombrita con lavandina, y sin embargo todo está abierto. Es más difícil para las niñeces: las actividades permitidas, como los deportes individuales, lo están para mayores de 12 años; la escuela está cerrada y la posibilidad de sociabilizar depende de distintas variantes, con mayor peso en lo que puedan les adultes a su cargo.
En el gimnasio, la profesora espera en la puerta con alcohol diluido para echar en las manos de cada alumne, se rocían los abrigos y están anulados los vestuarios. Es raro hacer gimnasia con barbijo pero ahí están las insistentes, cada una a 2 metros de la otra, con su propio mat para evitar contagios. Quien usa los del lugar, los limpia con alcohol al finalizar. "En Rosario se confirmaron cuatro casos ayer", se alarma una de las alumnas. "Es como si hubiera 12 en un día en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires", desdramatiza otra con la simple multiplicación de casos por número de habitantes.