“La vida sin música sería un error”, afirmaba Nietzsche. Bella frase. Contundente. Indiscutible como el sol. Los que la cantan, los que la tocan, esos vehículos que la bajan quien sabe desde dónde en beneficio de la humanidad, son los que provocan admiración, afecto, amor, hasta idolatría… los que, en no pocos casos, se llevan palmas y laureles. Pero no serían -ni harían, ni lograrían- eso sin un mundo que está detrás y no se ve. No se ve, pero está: el de los laburantes rasos de la música. Son muchos. Muchísimos. Y proporcionalmente poco conocidos. El número de oficios relacionados con el arte de las musas en la Argentina da casi cien profesiones ligadas, de una o otra manera, a la comunicación, las labores técnicas, la tecnología, la construcción o reparación de instrumentos, la producción, la docencia, la investigación… todas tareas atacadas por el virus, claro, sin tenerlo dentro. El informe que sigue es como una especie de Volumen II del que Página/12 publicó el domingo 26 de abril . Mientras aquel repasaba problemas y estrategias de managers, productores, gestores culturales y agentes de prensa, éste se centra en la parte más manual. En la mano de obra que involucra plomos, técnicos de sonido, iluminadores, asistentes de escenario, stage managers, operadores, fleteros y riggers, entre más.

“Mi situación personal es muy compleja”, sentencia sin bemoles Alejandro Giraudo, uno de esos tantos. “Lo que está pasando es muy difícil para todos los que trabajamos en esto. Yo, la verdad, no encuentro pronta solución para desarrollar trabajo con mi profesión. Estoy buscando y pidiendo trabajo de otra cosa, porque si no trabajo, simple: no como, no pago el alquiler”, dispara este técnico de sonido con treinta años de experiencia en el rubro. Bravo panorama es el que traza, lógicamente agudizado por su pertenencia a estas labores directamente vinculadas a uno de los últimos rubros que retornará a la actividad tras la pandemia: la de los espectáculos con público, más allá de las medidas paliativas que se están tomando. Las proyecciones más optimistas, incluso, suponen tal reinicio para septiembre. Federico Nicolao, con veinte años de sonidista, es otro laburante de la música que pinta la situación desde su costal. “Me dedico exclusivamente a la música, y no tengo ninguna alternativa laboral viable”, confiesa el hombre, que le ha ajustado sonidos a Juan Falú, Lorena Astudillo y el Topo Encinar, entre otros. “Tuve la suerte de poder traerme a mi casa una computadora con la que puedo seguir haciendo algunos trabajos de edición y mezcla, que me permiten sostener algún ingreso. Pero tengo muchísimos colegas que pararon la actividad a cero”, señala Nicolao.

Según su punto de vista, tampoco alcanzan los protocolos anunciados durante el mes de junio por las áreas de Cultura de Ciudad y de Nación. El primero, elaborado en conjunto con la Asociación Civil de Managers Musicales Argentinos (ACMMA), con el fin de permitir a músicos y bandas profesionales volver a estudios y espacios afines para “crear, interpretar, grabar” sus obras, además de transmitir vía streaming, previa notificación al ministerio. El segundo, en el que interactuaron el Ministerio de Cultura de la Nación, la Superintendencia de Riesgos de Trabajo (SRT) y sectores varios relacionados a la actividad, destinado a tomar medidas de protección y prevención para realizar actividades artísticas. “A mí entender, los protocolos que estuvieron circulando generaron una falsa expectativa de reactivación… duraron hasta que comprendimos que eran muy difíciles de aplicar. Mi situación personal sigue igual”, asegura el escéptico sonidista. “Entiendo que las actividades protocolizadas sirven un poco más a los espacios de música en vivo que a los músicos, porque estos tienen aún más gastos de base que lo habitual. Hablo de cámaras, edición de videos, porcentajes que se quedan las plataformas de streaming y de ventas de tickets”, ejemplifica Nicolao.

Sobre las estrategias de supervivencia aplicadas ante el cansador cuadro pandémico, Nicolao optó por moderar el ritmo de trabajo. “Vengo ajustando cada dos o tres días el ritmo, porque es muy distinto al habitual”, dice. “El trabajo con la música no tiene muchas partes mecánicas, requiere de mucha concentración y también grandes dosis de creatividad. Conseguir ese ambiente de trabajo en casa no es tan fácil y a eso se suman los vaivenes del humor que produce el aislamiento social. Por eso es que pasé de tratar de forzar el ritmo con el que trabajo habitualmente (diez, doce horas por día de lunes a viernes) a adoptar un ritmo part time con más descansos y cortando más temprano”.

Otra maniobra para gambetear la desesperación es la que propone Manuel Schaller, ingeniero de mastering y productor. Esto quiere decir que graba, mezcla, masteriza y compone música para otros, además de tocar el theremin en el Sexteto Irreal. “En mi caso, dejé de ir al estudio… me traje lo básico a mi casa y estoy haciendo trabajos a distancia. No podemos quedarnos de brazos cruzados… surgieron clases a distancia, principalmente de theremin que es mi instrumento favorito”, cuenta. Giraudo, en tanto, empezó a tirar cables pero de otro tipo. “Se me ocurrió hablar con los artistas, managers y productores con los que trabajo para ver si es factible que paguen un fijo, aunque sea mínimo, por mes, y que después se descuente tal dinero cuando vuelvan los shows en vivo. Pero no todas las bandas tienen espalda para concretar esta idea… en definitiva, no sé como saldremos de esta crisis laboral”

Tal vez el sector reciba un alivio más notorio cuando, además de los protocolos vigentes, se concrete la segunda instancia del convenio que firmaron Cultura Nación y el Instituto Nacional de la Música (INAMU), destinado a asistir económicamente –Fomento Solidario mediante— a quienes quedaron fuera de la primera convocatoria. Significa un subsidio de diez mil pesos para 1.168 trabajadores independientes vinculados al rubro. “La situación actual de aislamiento social, preventivo y obligatorio está afectando duramente a las músicas y los músicos de nuestro país. La imposibilidad de realizar presentaciones en vivo o de ejercer la enseñanza de forma presencial, ha producido una merma significativa en los ingresos del sector”, invoca el comunicado del INAMU.

La vida de los plomos, por ahora, también se está tornando un plomazo. No se sabe si nunca, como la pensó -en otro sentido, obvio- Aníbal Forcada en su “Blues de los Plomos”, pero tardarán bastante en “volver a ver otra vez”, a cierta mujer deseada. “Hoy la situación en los hogares de nuestros compañeros trabajadores es muy delicada, y en muchos casos está al borde de la emergencia alimentaria. En este sentido el Sindicato Argentino de Técnicos Escénicos (SATE) organizó una campaña para juntar fondos que sean destinados a la compra de alimentos y artículos de higiene para nuestros compañeros más necesitados”, informa Gerardo “Pati” Bacalini, fundador y secretario general del SATE, el gremio que agrupa a los plomos.

El parate obligado por la pandemia tornó más visible una serie de problemas que estos trabajadores venían padeciendo desde antes. Según el Censo Nacional de Técnicos Escénicos realizado recientemente por el sindicato, el 80% de ellos se encuentra fuera de todo marco regulatorio y casi la mitad (el 44,6 %) no tiene cobertura médica. “Ya enviamos los listados de nuestros afiliados para que se visibilice nuestra situación y se pueda recibir la ayuda”, recalca Bacalini, que empuja baúles, conecta cables y acomoda micrófonos hace treinta y cinco años, y que le acaba de enviar una carta al presidente de la Nación, Alberto Fernández, alertándolo sobre la problemática (ver aparte). “Que quede claro que no discutimos las decisiones del gobierno ni la responsabilidad social que nos corresponde, pero es importante que las autoridades sepan y tomen conciencia de lo devastadora que resulta esta situación para los plomos, los técnicos montadores, los riggers, los productores y los operadores de iluminación”.

Soledad Rivera, secretaria de prensa y difusión del SATE (además de técnica escénica e iluminadora) adhiere a lo dicho por Bacalini, y agrega la visión de la pata femenina que viene pisando fuerte en este rubro. “Somos muchas las mujeres que trabajamos como técnicas escénicas. Cuando uno habla de 'plomos' siempre se piensa en hombres, pero hoy en día el abanico está abierto y la rama femenina es muy activa, responsable y comprometida en lo laboral y sindical”, afirma ella. Como ejemplo basta citar las vivencias covideveanas de Natalia Perelman y Carla Gómez. La primera, productora musical y técnica de grabación, pudo recuperar las herramientas que habían quedado en su lugar de trabajo durante los días más duros de la cuarentena, y retomó sus labores destinadas a la mezcla y la masterización. “Tras un momento de parate, ahora estoy trabajando mucho”, asegura.

Sus alternativas para capear la crisis pasan también por dictar clases virtuales de Producción y Tecnología Musical en la Escuela de Música Contemporánea (EMC). “Por lo demás, sigo pasando presupuestos para cuando se reactive la actividad, publicitando mis clases, y capacitando a mis compañeras técnicas en forma gratuita, a través de Zoom. Una o dos veces a la semana tenemos encuentros en los que discutimos aspectos técnicos de nuestros trabajos, como el uso de determinadas herramientas o software. Es mi pequeño aporte a la comunidad… una forma de ayudar a quienes, además de estar encerrados, no tienen ninguna fuente de ingreso. Mi intención es que al menos este momento les sea provechoso para ganar más conocimientos”, sostiene Perelman, quien forma parte de la Red de Mujeres en Sonido, cuyo objetivo es lograr una mayor inserción y equidad laboral para las mujeres.

Carla Gómez, también integrante de la Red, se dedica a la operación de sonido en vivo en el Centro de Artes de la Universidad de La Plata. “Estos primeros meses estuvo todo parado, pero luego se contactaron conmigo para ver de qué modo podía activar distintas labores para poder trabajar. De momento, estoy dando cursos de grabación desde mi casa, en conjunto con la UNLP… si bien mi puesto allí es para hacer sonido en vivo, pensamos que esta actividad puede ayudar a les músiques a continuar con sus actividades, e incluso grabarse”, cuenta Carla, cuyos últimos trabajos fueron para dos bandas: Isla Mujeres y Firpolar. “Lo que encontramos complicado con algunes compañeres que han hecho pruebas para los protocolos aprobados, es que no nos incluye a todes, dado que no todes contamos con estudios enormes y una productora que pueda sustentar eso”. Y así.

La vida sin música –y sin ellos- sería un error.

 

Pedidos al Estado

 

Daniel “Torco” Torcoletti, experimentado técnico de sonido con pasado en La Renga, Los Piojos y Divididos entre otras muchas bandas de rock, acaba de presentar un importante proyecto en la jefatura de gabinete de Nación, cuyo objeto es reactivar la industria musical. “En estos momentos lo estamos trabajando. Adhirieron cámaras, sindicatos, managers y artistas como Litto Nebbia y Rodolfo García”, cuenta “Torco”, que también tiene una PyME familiar, destinada a proveer servicios técnicos. La idea madre que están analizando funcionarios del Ministerio de Salud y de la Jefatura de Gabinete, consiste en armar durante cuatro meses veinte escenarios en la provincia de Buenos Aires, con el fin de hacer shows jueves, viernes, sábado y domingos, a razón de dos por día. “Serían más de dos mil fechas, con formato de autoshow, o autocine. La particularidad es que se enganchan técnicos, empresarios y artistas en un formato cooperativista, a un porcentaje del bordereaux”, explica el ideólogo. “Estamos en sintonía y alineados con las medidas que se llevan adelante desde el gobierno y sabemos son la única opción, pero es ambigua la situación. No me gusta mariconear porque sé qué algunos están mucho peor, no tienen para comer… yo al menos tengo la suerte de ser de los que tenía un pequeño capital de trabajo, un fondo que hasta ahora pudo sostenerme y también sostener a los chicos que laburan conmigo. Pero estoy poniendo en venta los vehículos de laburo. Es una mierda lo que nos toca vivir... espero que el proyecto salga”, desea.

Torco, asistentes y músicos en la Casa Rosada.

Por su parte, Gerardo Bacalini, secretario general del SATE, envió una carta al presidente Alberto Fernández, en la que le informa sobre los problemas históricos y coyunturales que afectan a los llamados “plomos”. En ella pide una audiencia para trabajar una ley-estatuto del trabajador técnico-escénico que regule la actividad. “Ante la situación de emergencia sanitaria actual, la mayoría de los trabajadores de nuestro sector quedó no solo sin ingresos, sino también afuera de los beneficios y ayuda que hasta el momento implementó el gobierno nacional”, se lee en el quinto párrafo de la misiva fechada este miércoles, bajo el objeto de alertar sobre lo ineludible que resulta motorizar dicha ley. “Si bien sabemos que hoy las prioridades son otras, necesitamos la presencia del Estado para comenzar a delinear juntos políticas necesarias”, señala la carta.