Una pyme argentina desarrolló una escafandra para la ventilación no invasiva que, de acuerdo a la experiencia internacional, puede reducir entre 30 y 60 por ciento las intubaciones y liberar el uso de respiradores. Además, a diferencia de otros sistemas de oxigenación, como las mascarillas, no es contaminante para el personal que atiende a los pacientes, ya que evita la dispersión del virus a través del aire porque cuentan con un filtro viral y bacteriológico. Desde que estalló la pandemia, los insumos médicos se convirtieron en una pieza clave para enfrentarla, y entre ellos, los respiradores transformaron en el recurso médico más crítico para el sistema sanitario, al igual que la protección del personal de salud que trabaja de forma directa con los infectados por el Sars-Cov-2.
El desarrollo, que el viernes pasado obtuvo la aprobación de la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología (Anmat), comenzó tres meses atrás, cuando al comienzo de la cuarentena uno de los dueños de la empresa Ecleris enfermó de covid-19. “En ese momento, mi socio, que terminó intubado y estuvo muy grave, se acordó de los cascos que se usaron en Italia para oxigenar a los pacientes con coronavirus. Pero no había ninguno, ni afuera, porque la única fábrica está en Italia y el gobierno italiano compró todos, ni en el país”, contó a Página/12 Marcos Ledesma, médico y socio de la empresa que arrancó en el 2001 con la fabricación de aparatología médica.
"Pero como teníamos alguna experiencia en cámaras hiperbáricas, como las que usan los deportistas para oxigenar y acelerar la cicatrización de las lesiones, a uno de nuestro ingenieros se le ocurrió modificarlas para pacientes con covid. Y a diferencia de las italianas son reutilizables, sólo hay que cambiar el filtro viral y algunas mangueras. Fueron 12 personas trabajado 24 horas los siete días de la semana juntado documentación, haciendo test y probando la tolerancia de los pacientes", explicó el especialista.
El producto, desarrollado en la fabrica que tiene la empresa en Villa Martelli, es transparente, similar a una escafandra. Permite inyectar el oxígeno a presión en los pulmones para que el paciente oxigene la sangre, ya que la infección producida por el Sars-Cov-2 daña los alvéolos, que realizan el intercambio entre el oxígeno del aire y el dióxido de carbono de la sangre, que debe ser expulsado.
El casco, que tiene un costo aproximado de 60 mil pesos y está fabricado con materiales importados y locales, está compuesto por 2 piezas. La primera, que se coloca sobre el paciente, es un aro con un cuello de silicona que se corta de acuerdo al tamaño del cuello de la persona y sella el casco al cuello y tórax. Además, tiene las conexiones de entrada y salida de oxígeno y aire. Sobre esta pieza se coloca una burbuja de vinilo que cubre la cabeza del paciente y lo mantiene completamente aislado del entorno. El dispositivo puede ser conectado tanto a la línea de oxígeno y aire que se encuentran en las cabeceras de las camas de internación, como a tubos de oxígeno móviles, o a un respirador.
"El casco tiene un filtro viral que hace que el aire que elimina el paciente no contamine el ambiente, a diferencia de las mascarillas y bigoteras en las que el enfermo aerosoliza el virus y lo esparce. De esta forma se protege al personal sanitario, al que es fundamental cuidar en la pandemia", dijo Ledesma. En este sentido, explicó que como los pacientes con covid desarrollan neumonía y hay que hacerles tomografías computadas para evaluarlos, el casco, al ser no contaminante, permite reducir el proceso de desinfección de las salas y utilizar el tomógrafo con mayor frecuencia. Un criterio similiar, dijo, aplica para el traslado de los pacientes de un lugar a otro o en ambulancia. Además, señaló que el casco no requiere personal especializado para su manejo, más allá de una pequeña capacitación, razón por la cual, cualquier profesional de la salud puede instalarlo.
Ledesma también contó que el casco fue probado con pacientes claustrofóbicos y que fue bien tolerado por su textura transparente. Y aclaró que "son cómodos, el paciente puede hablar y leer, pero escucha poco porque hay una turbulencia de aire en el interior, por eso se entrega con protección auditiva".
En el desarrollo del equipo colaboraron profesionales de la Unidad de Soporte No Invasivo del Hospital Fernández y del Zonal General de Agudos de Ezeiza, donde se realizaron pruebas de los cascos. Según estimó Ledesma, la empresa podría producir alrededor de 600 cascos semanales, dependiendo de la entrega de los materiales importados.