Acordar con precisión todos los detalles de la nueva fase de la cuarentena en el AMBA no es sencillo. Tampoco que haya pleno acuerdo entre el presidente Alberto Fernández, el gobernador Axel Kicillof y el Jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta. De ahí la suspensión del anuncio programado  para la noche del jueves. El AMBA sigue siendo el epicentro de la pandemia y todos los indicadores se agravan. Siempre costó coordinar políticas públicas en la megalópolis que combina tres jurisdicciones. Los antecedentes comparables se podrían contar con los dedos de la mano… como mucho. En la contingencia, el panorama se agrava.

Los tres mandatarios concuerdan en lo fundamental: es imperativo bajar la actividad de las ciudades, impedir aglomeraciones, disminuir significativamente la cantidad de usuarios del transporte público, solo para empezar. Inducir a “la gente” a quedarse en sus casas.

Coinciden asimismo en que la política sanitaria conjunta, sin ser perfecta, arroja resultados positivos aunque la contabilidad social en una peste siempre es macabra. El número de muertos y el porcentaje respecto de la población total ranquean bien a la Argentina en la comparación regional y hasta respecto de países centrales. Hablamos de datos certeros, indiscutibles. Son más opinables el total de contagios o la cifra óptima de testeos.

El estadio actual es transitorio porque lo peor no pasó, como siempre expresaron los mandatarios y sus ministros de Salud. Con infrecuente honestidad intelectual, cabe añadir. Para ser congruentes tendrán que admitir que no saben cuándo se llegará al pico. La proporción de camas de terapia intensiva ocupadas los obsesiona. La cifra se eleva, son relativamente pocos los infectados por la covid-19 que las ocupan.

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La fatiga es percibida por todos. La relajación social de días recientes se expande en todas las ciudades. El relativo logro de la prevención, tal vez, conspira contra las precauciones. La dimensión del riesgo puede ser subestimada por gente común.

Agobia la espera que insume conocer el veredicto de los hisopados. El traslado a hoteles se torna más engorroso a medida que suben los casos. Es posible, explican médicos que están en la troya cotidiana, que corresponda pensar una nueva forma de cuarentena para tratar casos leves. Ensayo-error- experimentación-cambio son claves. Todólogos sin diploma, opineitors alocados desconocen dichas realidades. Si se mira bien, ignoran-desprecian cómo funciona la investigación científica. Con soberbia y mala fe niegan la dimensión global de la incertidumbre reinante. Poco les importa porque solo quieren ganar rating, provocar pánico.

La oposición de derecha especula con esas variables, los medios hegemónicos van a la vanguardia. Las muertes evitadas (el guarismo más importante pero virtual) no se acumulan en el haber de los gobernantes. Ni se cuantifican como los cierres de comercios o la caída del PBI … sobre los cuales de todas formas se sanatea o se realizan proyecciones a ojímetro.

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HRL tiene que sofrenar a sus aliados anti cuarentena que le exigen libertad para comerciar, para enfermarse. Primero y principal: que no se deje arrear por los peronistas.

En el juego de roles con-contra Fernández la nimiedad de los runners adquiere un sentido simbólico. Para ciertos macristas la República equivale a correr por las calles sin barbijo, ne fregándose de la distancia social. Exageramos un poco, con afán didáctico.

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La ecuación económica acentúa su gravitación según pasan los días. El Gobierno nacional aduce, con razón, que viene invirtiendo cifras fabulosas, con el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) y los ATP a la cabeza. Pero ocurre que esa plata no alcanza para cubrir las necesidades de los beneficiarios y la diferencia se percibe de modo creciente.

A los trabajadores formales les preocupa saber si cobrarán el aguinaldo, cómo y cuándo. Parte de los estatales sufre la primera mengua en sus derechos: el pago en cuotas. Los informales y los cuentapropistas sencillamente están afuera. Ahí radica, en parte, el lado flaco de la postura nacional. 

La narrativa aperturista a ultranza colisiona a su vez con la realidad. En las provincias en fase 5 cualquier pico de contagios fomenta reacción de gobernadores o intendentes. Se vuelve atrás. Las precauciones para restringir la entrada de quien llega “desde afuera” aminoran contagios y resienten la actividad… dialéctica de las dos crisis combinadas.

Reapertura y reactivación distan de ser sinónimos. Hay retracción de los potenciales consumidores en círculo vicioso con billeteras flacas.

Ningún relato llevado al colmo se corrobora. Ni el optimismo productivista de la derecha que niega la capacidad de propagación del virus. Ni la mención acrítica del “Estado presente” o de las coberturas que alcanzan a toda la sociedad.

Este cronista es refractario a usar la primera del plural en sus notas. Se permite una excepción creyendo que es fundada. Atravesamos una contingencia terrible, desconocida en gran dosis, en la que cualquier medida opta por el mal menor. El óptimo no existe.

Comunicar el mal menor para las próximas semanas es un problema y a la vez un deber para Fernández, Kicillof y Rodríguez Larreta. Quien esto informa sigue creyendo que gobernantes que gestionan Estados desvencijados, carentes de infraestructura, con cajas exhaustas (todas condiciones preexistentes) escogen bien dentro de lo disponible. De nuevo: eligen el mal menor con el afán serio de minimizar daños. No con el utópico y mendaz de evitarlos.

Instar a la ciudadanía a redoblar sacrificios exige extremar cuidados en las acciones y en los mensajes. Comprender a los que anhelan trabajar, conciliar con los que están angustiados. Agradecer la paciencia de la gente, exhortarla a perseverar, hasta quedar en el límite de disculparse. Como lo hace una autoridad que cuida a sus representados para evitar una tragedia pero sin conseguir liberarlos de padeceres. Transitar el equilibrio filo imposible de crear conciencia sin aterrorizar. Desafíos tremendos, arduos, de todas formas menos duros que la cotidianeidad que atraviesan sus representadas y representados.

 

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