El pionero de la novela negra en Argentina, autor de la emblemática Noches sin lunas ni soles, con una celebrada versión cinematográfica dirigida por José Martínez Suárez, murió el jueves 25 de junio a los 82 años. Rubén Tizziani –-que en 2018 cumplió el sueño pendiente de cantar y presentó un show llamado “El tango pide pista”-- abrió la puerta principal del género negro en el país, al situar la acción en una ciudad como Buenos Aires, en tiempos en que la violencia no daba respiro, con Cairo, un delincuente que se fuga de la cárcel y es perseguido por sus antiguos compinches y por Maidana, un comisario corrupto. “Si al fin y al cabo todos los laburos –hasta el de chorro- eran iguales, porque en todos había que pagar el mismo precio: libertad, sangre, humillación”. Un realismo visceral, afilado por primera vez por el lenguaje de ladrones y maleantes.
Quizá pagó el precio de ser un “adelantado” un tanto desplazado del tributo simbólico que ejerce la crítica sobre la novela negra, desde una genealogía que empieza en Borges, pasa por Ricardo Piglia y llegaría hasta César Aira. Tizziani, nacido en 1937 en Vera (Santa Fe), supo que quería ser escritor después de haber leído Sandokán de Emilio Salgari. A los 15 años escribió sus primeros poemas y siempre mencionaba el impacto que le generó la lectura de Leopoldo Lugones. “Quedé deslumbrado”, recordaba el periodista que en la década del 70 fue editor en Clarín, dirigió la revista Siete Días y fue jefe de redacción de La Razón durante la década del 90. En Paraguay fue director del diario La Nación, y estuvo en París, donde trabajó para agencia AFP, la Unesco y como corresponsal de distintas publicaciones latinoamericanas.
Noches sin lunas ni soles, considerada la primera novela negra Argentina, fue publicada en 1975 y tuvo su versión cinematográfica, en los años 80, dirigida por Martínez Suárez, con los protagónicos de Alberto de Mendoza, Luisina Brando y Lautaro Murúa. “Escribí ese libro para hablar de la violencia, que estalla en la narrativa policial argentina en la década del 70. Todo es sangre y crimen y no es casual que aparezca en la década más violenta de la historia argentina”, explicó Tizziani. “Soy incapaz de abordar la realidad en forma directa. En eso, soy un discípulo contumaz y empedernido de Faulkner. Sólo puedo trabajarla por parábolas y arrimándome a ella tangencialmente, nunca entro por la puerta, siempre ingreso por hendijas o por la ventana a la realidad”, decía el autor de El desquite (1978) --llevada al cine Juan Carlos De Sanzo, con actuaciones de Ricardo Darín, Rodolfo Ranni, Silvia Montanari y Héctor Bidonde-- y Todo es triste al volver (1983), dos novelas negras de un escritor que publicó una narrativa difícil de encasillar, como Las galerías (1968), Los borrachos en el cementerio (1974), Mar de olvido (1992) y Un tiburón de ojos tristes (2001). En 2003 editó una suerte de biografía de Alberto Olmedo, Un poco menos pobres, que actualizó recientemente en formato digital, con fotografías inéditas y nuevos capítulos, titulada Los 1001 rostros de Alberto Olmedo.
A diferencia de muchos escritores que suelen renegar de las versiones cinematográficas de sus novelas, Tizziani ponderaba el universo de Martínez Suárez. “Tiene un mundo más próximo al que yo manejo y por eso salió más parecida a la novela. Conservó no sólo la historia, sino la metafísica del libro”, planteaba el escritor, que fue un gran maestro para varias generaciones de narradores de novela negra argentina, como Guillermo Orsi, Kike Ferrari y Juan Mattio.