Hermes Binner marcó "un antes y un después" en la salud pública de Rosario y de la provincia de Santa Fe. Nada menos que en una de las áreas –a la par de la educación– en donde puede plasmarse en hechos el slogan de la "igualdad de oportunidades". Para ser justos, y rigurosos con la historia, fue Héctor Cavallero quien siendo intendente de Rosario, en 1989, designa a Binner como secretario de Salud Pública del municipio, y toma la decisión política de multiplicar por tres el presupuesto en salud y acción social en pleno auge del menemismo. A partir de entonces, la carrera del médico nacido en Rafaela el 5 de junio de 1943 se disparó a niveles que la historia argentina no conocía, hasta transformarse en el primer gobernador socialista de la Argentina, y finalmente en candidato a Presidente.
Fue el segundo más votado, con apenas el 16,8 % de los votos, en los comicios de 2011 en los que fue reelecta en primera vuelta Cristina Fernández de Kirchner. De algún modo, eso marcó el "retiro" de Binner, quien –luego afectado por una enfermedad degenerativa– completó un mandato como diputado nacional y propició la elección de sus discípulos, Antonio Bonfatti y luego Miguel Lifschitz al frente de la Casa Gris.
Su expertise en salud, su visión estratégica del planeamiento urbano, cultural y social tuvo una zona gris al frente del gobierno provincial, al otorgarle autonomía a la policía en lo que, para quien escribe estas líneas, ha sido un exceso de confianza, y un error de conducción impropios de un hombre de su estatura política.
Lamentablemente para Binner –y en buena medida para su fuerza política– la sucesión de crímenes ligados a la narcocriminalidad, que se multiplicó en la década de las gestiones socialistas, ha teñido su imagen al punto de desplazar a un segundo plano las transformaciones que lideró y que con el paso del tiempo seguramente serán revalorizadas.
La honorabilidad de Binner está fuera de discusión. Ni los más acérrimos enemigos le endilgan alguna mácula de corrupción. La austeridad era un rasgo natural y su parquedad era parte de lo que heredó de "los ancestros suizos", como él mismo decía.
Más allá de aciertos y errores, su huella es visible en estas tierras, sobre todo en momentos en los que la ciudad, especialmente, y la provincia enfrentan una pandemia que se ha llevado la vida de miles de personas en todo el planeta. No es una exageración decir que en muy buena medida es gracias a Hermes –y a las políticas de Estado que defendió e implementó donde le tocó estar– que Rosario y Santa Fe se perfile como un ejemplo de respuesta frente a la crisis. El presupuesto, la infraestructura, el recurso humano, y sobre todo la intangible construcción de ciudadanía que alentó el líder socialista marcan la diferencia con otros territorios de similares y mayores recursos económicos dentro del territorio nacional.
Hace algunos días, conversando con otra de sus discípulas, y ex ministra de Salud de la provincia durante el gobierno de Bonfatti, la doctora Andrea Uboldi refería que "en los últimos 12 años, que gobernó el socialismo, hicimos estadísticas que nos permiten establecer que la última semana de junio es el momento de mayor ocupación de camas críticas". Uboldi es infectóloga y apuntó: "Puedo ser más precisa, en la mayoría de los años, el día clave era el 26".
Ayer murió Hermes Binner, y no debe haberse enterado que este 26 de junio, en medio de la crisis de covid-19, de la que tampoco tendría conocimiento, el número de camas críticas y su nivel de ocupación en Rosario y Santa Fe están muy lejos de la saturación temida que se advierte en AMBA. Es el producto de tres décadas de políticas de Estado. Si hubiera que resumirlas en un nombre propio, el primero que aparece es el de Hermes Binner.