El tiempo es circular en Tumba de jaguares, de Angélica Gorodischer, considerada “la gran dama de la ciencia ficción en Argentina”, que se publica en la Serie de los Dos Siglos de Eudeba (Editorial Universitaria de Buenos Aires), una colección de clásicos de la literatura y el pensamiento argentinos que la editorial lanzó con motivo del Bicentenario de la Revolución de Mayo. La excepcional novela barroca de Gorodischer (originalmente editada en 2005) despliega tres nouvelles como aguas de un mismo río narrativo: Variables ocultas, en la que un escritor, Bruno Seguer, se enfrenta a la dificultad de narrar el secuestro y desaparición de su hija en la década del 70, escrita por María Celina Igarzábal. Como muñecas rusas, María Celina es la protagonista de La incertidumbre, de Evelynne Harrington, quien a su vez es la protagonista de Contar desde cero, de Bruno Seguer. “Las tres novelas tematizan la desaparición de una persona y la imposibilidad de recuperar el cuerpo, cada uno a la manera de su ficcional autor”, plantea Martín Felipe Castagnet en el prólogo de esta nueva edición, disponible en versión ebook, que se presentó el viernes en forma virtual en el canal de Eudeba en Youtube, con la participación de Clara Obligado, Lola Robles, Ximena González y Martín Castagnet.
“Quiero que me aplasten las botas como la aplastaron a ella contra el piso del auto en el que se la llevaban y que me peguen en la cabeza hasta reventarme los tímpanos y en el vientre hasta hacerme vomitar y sangrar por la boca. Y nada de eso me lava de arrepentimientos ni de remordimientos ni de recriminaciones, nada. (…) El dolor es político, sí, pero debe ser recóndito. Nadie tiene por qué enterarse de que cuando las paredes retroceden y empiezo de nuevo este recorrido por los últimos días de su vida, lo que quiero conseguir es que ella sepa que la quiero -confiesa Bruno Seguer en Variables ocultas, la primera nouvelle de Tumba de jaguares-. Cuando las palabras me faltan, me fallan, se me escapan de las puntas de los dedos, allí quedo en la antesala del dolor, en esa habitación corazón maldito sin ventanas, de ocho lados y puertas en cada uno, puertas que llevan a la tortura y a la muerte”. La falla y la falta de palabras que puedan restituir el cuerpo de su hija desaparecida construyen una herida que no cicatriza y una frustración que no cesa. “Las chicas desnudas violadas y torturadas sobre las mesas metálicas no mueren noblemente, no han podido luchar –dice Bruno-. No tuvieron garras y de esas gargantas salieron sólo gritos y gemidos. Despojos. Despojos en las fauces de los jaguares, en la historia de quienes las mataron y ni sus cuerpos nos dejaron, como si no hubieran existido nunca, como si nada hubiera existido”.
Aunque nació en Buenos Aires el 28 de julio de 1928, Angélica Beatriz del Rosario Arcal, vive desde los ocho años en Rosario. En 1964 eligió como escritora el apellido de su marido, Sujer Gorodischer, y ganó el concurso de relatos policiales organizado por la revista Vea y Lea con “En verano, a la siesta y con Martina”. Desde entonces ha publicado libros de cuentos como Cuentos con soldados (1965), Casta luna electrónica (1977), Trafalgar (1979); y novelas como Opus dos (1968), Kalpa imperial (1983), Floreros de Alabastro, alfombras de Bokhara (1985) con la que ganó el premio Emecé; la autobiográfica Historia de mi madre (2004), Querido amigo (2006), La cámara oscura (2009) y Las señoras de la calle Brenner (2012), entre otras. El reconocimiento internacional le llegó cuando en 2003 se publicó en Estados Unidos Kalpa imperial (The Greatest Empire That Never Was), traducido nada menos que por Ursula K. Le Guin, una de sus influencias tempranas y con quien es constantemente comparada. Al epíteto “la gran dama de la ciencia ficción” se le sumó “la Ursula K. Le Guin hispana”.
Considerarla “la gran dama de la ciencia ficción” es un calificativo elogioso que esconde un equívoco, como advierte Castagnet en el prólogo, porque “la denominada ciencia ficción de Gorodischer no lo es stricto sensu; e incluso en el caso de que consideremos ciencia ficción sus textos rupturistas con el género, la apreciación deja de lado el viraje dado por la autora en la segunda mitad de su trayectoria, en la cual se inscribe la novela Tumba de jaguares (2005)”. Castagnet propone una lectura que inscribe la narrativa de Gorodischer en “una continuidad que amalgama de manera programática todos sus intereses: el cruce (muchas veces experimental y deudor del barroco) entre género o genre (ciencia ficción, fantástico y policial) y el género o gender (relatos protagonizados por mujeres o que tematizan la posición de la mujer)”. La ciencia ficción de la autora de Kalpa imperial tiene varios aspectos renovadores: “su preferencia por lo cotidiano en desmedro de la tecnología de avanzada, la puesta en discusión de los sistemas de dominación patriarcales y, especialmente, por el uso del humor como recurso principal”, enumera el prologuista.
En las páginas finales de Tumba de jaguares aparece condensada una poética literaria: “Todo es tan precario, tanto que un día se deshará en el frío y no quedará nada, ni el recuerdo de las palabras dichas, pero sí, algo quedará, sí, algo, las palabras escritas porque aunque no haya nadie para leerlas estarán allí y seguirán significando algo. Y si las lee alguien que no sabe el idioma en el que ella escribe, pues entonces tendrán otro significado como el ideograma del caballo lo tuvo para el viejo poeta”.