Cuarenténiques míos; fraternos y sororas encerradites; teleamigues; zoomófilos; prosélitos, prosélitas, procélibes; agorafóbicos satisfeches; precavidos y precovides; glade runners; seguidoris de marx y alcoholengels; matrimonios en Fase 5; notesoportos y notesoportas convivientes; perdides en Cronos; solitarios sobrecargados; docentes rigurosamente polirrúbricos; niñes de cualquier edad; creyentes en objetos que no se lo merecen; fantasioses superades por la realidad; compañeres: aquí estamos; solamente nos falta saber dónde vendría a quedar ese “aquí”.

Estamos viviendo tiempos difíciles; sobre todo porque no sabemos demasiado bien qué es lo que los define como tales.

Hagamos un poco de memoria: hace 30 años, nos burlábamos de la campaña de Carlos Saúl Primero, cuando aludía a “los niños ricos que tienen tristeza”. Esos niños ricos vivieron una adolescencia dolarizada, que terminó pesadillescamente corralítica. Luego, una juventud nacanpop, donde la patria era el otro. Un inicio de adultez mauritocrático, donde el dólar es el otro, y el que quiera puede calzar zapatos calibre 45.

Y ahora tienen 40 (o sea, están en la cuarentena) y la vida se les vuelve una peli postapocalíptica donde el enemigo es invisible; el amigo, una fuente de contagio; el miedo no es un monstruo grande, sino un microorganismo; la misión bélica que los puede transformar en héroes es “quedarse en su casa” y, en los momentos de mayor angustia, esos que harían que cualquier ser humano se arrodillase y clamase “¡Dios mío, dame una señal!”, caminan por toda la casa con la mano hacia arriba, clamando “¡Dios mío, dame señal!”.

El celular parece ser la nueva divinidad; el, la o lo que nos permite ver a nuestros seres queridos y bloquear a los no deseados; aprender, estudiar; decir, con idéntica expectativa, “te amo, te odio, dame más” o “¿cuánto me sale el recargo por envío a domicilio?".

Cierto es que la virtualidad a la que nos somete el majestuoso aparatito nos vuelve un poco aleatorios respecto de las creencias. Antes la gente se arrodillaba, juntaba las manos y expresaba sus deseos; ahora los puede enviar por e-mail, messenger, wasap, telegram, wetransfer, msm y otros caminos misteriosos de la Fe.

Y, puestos a creer, hay gente que cree que, con solo decir “expropiación”, se materializa en Venezuela, lugar al que por otra parte, no quiere ir. Rara búsqueda espiritual esa.

Otros piensan que pueden correr más rápido que el virus. Otres que si les piden que donen plasma, en realidad, les van a expropiar el televisor –el "plasma" que, hace cuatro años, González Fraga les dijo que no tenían derecho a tener-. Tal vez, el mismo funcionario un día les dijo a los de Vicentin que sí tenían derecho a tener todos los dólares estatales que quisieran, llevarlos adonde quisieran y devolverlos cuando quisieran y a quien quisieran.

Luego están los que se creen dueños de grandes empresas o terrenos y actúan defendiendo los intereses de quienes no compartirían con ellos ni una selfie. Se creen terratenientes, cuando de lo único que podrían jactarse es de la posesión de un pequeño patio de aire y luz que comparten con los otros doscientos departamentos del consorcio. Pero las creencias son las creencias, y ahí van, a rezarle al dios Mercado que no seamos Venezuela.

Otros creen que el mal es la cuarentena, no la pandemia que le dio origen, razón y sentido.

Otros, o los mismos, se creen inmunes e impunes; habría que avisarles que son punes y munes. Mejor, que se pongan el barbijo y se saquen la careta, que al virus no le importa qué es lo que aparentan ser.

Quiero terminar esta columna compartiendo con usted, queride lectore, el tema “Atención al creyente”, creado por RS Positivo (Rudy-Sanz), con arreglo vocal de Víctor Testani. Además de leer la letra (acá abajo), podrá disfrutar del video subido al canal de YouTube de los autores (al que, si gusta, puede suscribirse), un intento de compensar, con un servicio virtual, esta etapa difícil para nuestro espíritu, y ni le cuento para nuestros cuerpos.

Atención al creyente ©(Rudy-Sanz)

Hoy en día los devotos no pueden salir de casa
y si un pecado amenaza su angustiado corazón
aquí está la solución, muy práctica y eficiente:
instale “Atención al creyente” e intente la absolución.

Novedosa aplicación, descárguela usted sin miedo
Funciona en todos los credos: Android, Linux y en iPhone
Atenti a la promoción, porque sin recargo alguno
Pecan cuatro y paga uno… ¡gentileza del Señor!

El mensaje es claro, el mensaje es personal
Y llegamos hasta acá, con Movixtar no arreglamos
Y si tiene algún reclamo de índole espiritual
Entre al cielo digital ¡y espere a que lo atendamos!

Por lujuria, marque uno; y si es mucha, marque dos
Marque tres, por confesión de los pecados recientes
Por soberbia, marque veinte; por pereza, marque diez
Y marque tres veces seis, si necesita asistente.

Cuando el pecado lo apura y usted se siente fatal
No hace falta circular si vive lejos del cura
Para tener cobertura de este servicio virtual
No olvide lo principal: ¡TENGA AL DÍA SU FACTURA!

Hasta la que viene.