I. Milicos

Pero el choque de hoy fue de los peores en cuanto a violencia. Prácticamente me desarmó; empecé a recoger del suelo mis pensamientos, juntarlos en recuerdos, e ideas, algunos, pulverizados, otros sin saber en algún ¿cuándo? encajarlos ¿cómo se llamaba el candidato al que voté y salió senador, ¿dónde estaba yo? ¿en qué año hubo elecciones? Alzo de debajo de esa baldosa rota un grumo de mí: me hallo tendida, ¿ojos al sol, o a un reflector que me apunta? Me coloco en el oído la sirena que ulula. Órdenes. Párese contra la pared. Trato de erguirme. Se me resbala por el brazo la imagen del hombre que carcajea. Fugaz fotografía. Alcanzo a distinguir que se halla encimado a mi cuerpo. Risotada que se parte en trozos, las junto, son palabras: "vas a aprender", dicen. ¿Será mi maestro avisándome que me dieron mal las divisiones? Me fijo en el alrededor del ahora. No distingo más que cuerpos verdes. Una fuerza me tumba. "No te muevas". Eso siempre pide mi madre cuando me corta el pelo. Pero no, no suena como su voz; ésta es masculina y se multiplica en ecos de un coro, tonos simultáneos, graves, más agudos, gritos, "no te muevas, marrana". Un muslo sobre mí, unas botas. ¿Giro en la calesita del parque? Me llevan ahí todos los sábados. Alzo la mano para tocar el cabello de esa cabeza sobre mi pecho. ¿Qué es lo que me retuerce los dedos hasta hacerme gemir? El caballito del carrusel cabalga sobre mí. Pesa mucho. Trato de darlo vuelta para volver a colocarme sobre su montura. No puedo. Empiezo a distinguir algunas cosas. No me hallo en la ruta. Se trata  de una sala, acaso quirúrgica. Algo entra por mi vagina, entra, sale. "Quedate quieta, quedate quieta, imbécil". Una violenta ráfaga me azota las mejillas, y una rama pesada cae sobre mi hombro. "Levantate" vuela una voz. El viento me estrella de espaldas contra la pared. El caballito sigue pegado sobre mí, yo, brazos en cruz contra los ladrillos. "Movete". Intento trotar. Distingo sangre que corre por mis brazos, lastimaduras. "La yegua no da más", "tirala al piso, ya es un trapo". De a poco se abre una puerta: la puerta habla. Esto no es un caballito de plástico. Son militares. Observo cada pieza de mi cuerpo, desnuda, observo desde los mosaicos, caída en el piso. Botas que me patean y me hacen rodar. Los uniformes del Ejército de los que me secuestraron; ellos se ajustan las braguetas, rehacen los peinados rígidos, recobran su jerarquía de galones. Allá, sobre un escritorio, la herramienta con la que me dejaron estos tatuajes. No acierto a cubrir mi ingle descarnada, mi torso. De repente veo lo que necesito. Tomo esa goma de borrar del pupitre, la froto sobre el aire, borrar el instante, este ahora, hacer desaparecer del almanaque la fecha completa que parió esto: veinticuatro de marzo de 1976. Voy borrando el espacio. Pero los botinazos me tumban, "mirá, ja ja". Sacan algo de mi mano; una navajita de oficina: no era una goma de borrar. "Se volvió loca, la mina". "Como las otras, todas. Lástima que después se les pase". El militar enciende un cigarrillo. Se me ríe. "¿Con esto querías atacarnos?". Y me tumba. Alzo la vista. Pero ya no escucho la voz de mi madre o la de mi maestro; tampoco veo árboles o gomas de mascar. Sólo esa cuadrilla de bocazas uniformadas que acercan sus bastones y se inclinan, van inclinándose sobre mí.

 

II.Laberinto

¿Qué ocurre? Las cosas no encajan. Del rompecabezas habitual, en el que cada pieza se ensambla en su hueco exacto, el mundo que me rodea se convierte en algo en que la misma pieza, desajustada, no cabe.

La casa se encoge, quedo encerrada en ella, cajón que aprieta hasta dejarme sin aire.

Mi cuerpo, un pellejo que no arrastra carne, sino cascotes y piedras que se amontonan a paladas y velozmente, suceso a suceso.

Las calles donde corrían manadas de gente, ahora las tumban a dormir en los aleros de los edificios. Del techo a la intemperie.

Me desplomo en un banco de la plaza a observarlos. En tanto, me aboco a deshilachar metódicamente este mi no entender.

Todo comenzó, creo, cuando mi trabajo ‑que conserva su estructura y tamaño en lo relativo al horario en que debo sudar y la producción que se me me exige‑, ese trabajo, digo, hasta ayer encendía la luz de las habitaciones de casa, hacía correr el agua por las canillas, llenaba estantes de alacenas y heladera, y pese a que sigo reproduciendo el mismo ritual: marcar la tarjeta de entrada a idéntica hora, salir del mismo modo, repetir los movimientos diligentes durante ese lapso, él queda, sin embargo, chico de siza: no alcanza ni remotamente a abastecer los armarios y mover los aparatos que ponía en movimiento cuando calzaba geométricamente en todo el conjunto.

Y también algo muta en mi hijo Franco: Idéntico de adelante, idéntico de atrás, pero de perfil, delgado casi como una lámina.

-‑¿Qué tal vas en la escuela, hijo?

Maestras mandonas. No nos dejan opinar en nada. Si hablás, te meten un uno.

Otra dislocación.

¿Lo van a pegar en su álbum de colección de figuritas? ¿Uno más de sus trofeos fáciles?

Y ahora aparece este aviso fúnebre.

Acaban de cortarnos la luz por falta de pago.

"Tampoco nos alcanza la plata para el alquiler del mes, Rulo ¿qué hacemos?", se angustia Liliana.

Otra piedra dentro de mi hollejo que va vaciándose de sangre, desplazada por lápidas invasoras. 

¿Cómo será el plano del nuevo rompecabezas? ¿Por qué no alcanza a perfilarse? ¿Y si en él ahora no soy un hombre sino un maniquí? Uno relleno de cascotes en lugar de carne y huesos, o producido en serie en material plástico.

Y de repente, el diseño se me presenta en un flash. Picasso. El Guernica.

Soy el caballo herido, dientes y dolor al aire; es mi mujer la que clama, brazos en alto, frente el incendio del mundo. Y mi hijo yace en los brazos de alguien, inerte, encorsetado por la muerte que le inyectan a diario.

Y aunque esto no sea España, en plena guerra civil, sino Argentina 2017, el rompecabezas refleja lo que debe reflejar: el presente, el contexto de esta realidad inversa, donde las piezas mutan y se vuelven sus contrarios, y en el que cada uno debe encontrar si encaja, ¿dónde? ¿le quedará un espacio?

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