Desde Madrid, El País, especial para Página/12.

Cada una de sus jugadas es una invitación a la magia. Como un gato, corre y regatea, y se ríe y protesta. Pero, por encima de todo, asombra. La cancha es otra cuando la pisa el genio. Dan ganas de dejarlo todo, de olvidar lo que sucede en otra parte, y dedicarle toda la atención a Diego, seguir su pista vertiginosa y corear los goles imposibles que marca, los goles de un jugador irrepetible, un mago que vive y juega al borde de los limites.

—He llegado a creer que tu amor propio es igual al de lodos tus enemigos juntos. Cuantos más enemigos, mejores son tus respuestas...

—Sí. Esa es la definición de Jorge Valdano, la que yo quise encontrar toda mi vida. Cuanto más me joden, más me agrando. Es un incentivo más. En ocasiones, algunas cosas me pueden joder personalmente, pero siempre acabo por pensar más en mi vieja. ¿Qué dirá mi vieja?, me pregunto. Pero si la pueden hacer tambalear con lo que otros piensan de mi, entonces...

—Osea, que cada vez que hoy una agresión, no lo procesás como una preocupación personal.

—Juro que siempre es de la misma manera. Digo: ¡Uh, mamá! ¿Qué dirá?

—Recuerdo que en el Mundial de México, cuando eras la persona más requerida del mundo, me metí en tu habitación y te pregunté qué querías hacer en aquel momento. Me dijiste: 'Estar en la cocina con mi mamá tomando mate".

—No hay cosa más linda que ésa. Ahí se terminan las palabras. Puedo haber ganado un Mundial o haberlo perdido, pero para mi vieja no cambio.

—De México a aquí, algo esencial ha cambiado en el panorama afectivo...

—Mis dos hijas son lo más lindo de la Tierra. Una más que la otra por el hecho de ser la primera. Eso no significa que le quite amor a la segunda, ojo. Yo estoy enamorado de las dos. Hace un rato acabo de hablar por teléfono durante 15 minutos con Dalma, la mayor. No he hablado con mi señora, ni con nadie.

La mano de Dios. Diego conecta con la mano un pase de Valdano.

—Habría que recordar que tiene tres años. No parece fácil mantener una conversación de 15 minutos con una niña de tres años.

—¿Ves? Lo entendés. Me han venido a aportar todo el amor, un amor que no conocía. Es algo hermoso. Mira, te voy a contar una anécdota que me hizo reír. Hace pocos días, en el momento de comenzar la preparación, puse a Dalma un video del periodista Víctor Hugo Morales con mis goles. Ya sabés. Maradona, genio, de todo... Bueno, todas esas historias. Y ella escuchó todo. Y cuando le dije: ¿viste a papá?, me contestó: "Sí, pero yo no lo he vivido". Me cagó.

—¿Sentís que este nuevo desafío se lo debes a ellas?

—Si. Ya le dije: "¿Y si papito no te puede traer la Copa?" Por mi parte, cada día estoy más seguro de mis fuerzas. Me gusta lo que sucede. Está pasando lo mismo que en el '86. Nos están dejando de lado otra vez.

—Si, el requisito previo es que el mundo o Argentina están contra esta Selección. ¿Crees que hay tanta agresividad como antes del Mundial de México?

—No. Ahora no pueden. Tienen ese respetito chiquitito, muy chiquitito, por el campeón del mundo.

—En el Mundial anterior hubo una agresión que en ocasiones llegó a la falta de respeto. Ahora la sensación es de mayor prudencia.

—Exacto, pero ahí están con los puñales preparados. Por ejemplo, lo que dice el Presidente, que se pone a hablar de la Selección. Esto te demuestra que él también percibe lo que piensa la gente. El presidente de la Nación se pone a hablar de fútbol y falla el respeto a muchos jugadores, aunque no sé si lo hace con maldad...

—Este año ha sido quizás una síntesis de toda tu vida. Hubo el odio que reclamás para las grandes glorias. De todas las fotografías, elegían la peor; de todos los comentarios, el más ofensivo. Dio la impresión de que se había cavado tu fosa.

—Yo entiendo que se hagan esas cosas para matarme. Pero nunca tuve miedo en aquella polémica con el Napóles. Le dije a Claudia: "Quédate con las nenas. Voy yo solo".

—¿Reconoces algún error en aquella ocasión? 

—Reconozco mi error por no haber llegado a Nápoles antes por la calentura del momento. Pero no tenían derecho a hacer lo que hicieron.

—Después de aquel acontecimiento, que fue muy doloroso, me dio mucho miedo tu actitud: llegar a Nápoles y jugar el domingo siguiente, sin entrenar, con sobrepeso y sabiendo que todo el mundo estaba mirando para comprobar que estabas mal y así te terminaban de matar.

—Si, pero en el minuto 90 di el pase del gol y ganamos tres a dos. Sabía que era un riesgo muy grande, pero era muy lindo estar en la piel de Maradona como para revertir todo futbolísticamente. Lo de fuera, cada uno sabrá lo que dice.

—Siempre tuviste valentía para asumir esas cosas.

—Así es.

—En el Mundial de México comenzaron a llegar Ídolos con alguna excusa. Llegó Rummenigge y dijo: "Me duele la pierna. Este no es mi Mundial". Llegó Platini: "Tengo una tendinitis. No tengo edad para desequilibrar yo solo". Llegó Zico y dijo que "lo importante era el equipo". Un buen día, llegaste y dijiste: "Vengo a ser el mejor del mundo". Eso significa elevar al máximo el listón de la responsabilidad.

—Lo que pasa es que nunca tengo ninguna duda de lo que digo con respecto a lo que puedo decidir. Me sentía el mejor del mundo. Yo veía lo que tenía adentro como para hacer los goles que hice en México o para desequilibrar de la forma que lo hice con la defensa de Bélgica o Inglaterra.

—¿Ahora sentís una cosa parecida?

—Muy parecida. Quizá más aún.

—Entonces, en México, estaba todo por demostrar. Eras Maradona, pero no estaba el respaldo de un Mundial.

—Todo sigue igual. Acá en Italia lo tenés que demostrar cada día. En el Mundial no son los días, son los segundos. Si no te preparás bien, el Mundial se te va, te sacan al primer partido.

—¿Cómo se siente uno siendo el mejor del mundo ? Debe ser una gran sensación de dominio de la tribuna, de los contrarios, de la pelota.

—El dominio del campo lo tuve siempre, esa sensación de poder conseguir el más lindo gol de la historia o poder tener la posibilidad de lograrlo, porque de otro no lo van a esperar.

—Sí, pero el hecho de que lo esperen los demás lo hace más complicado todavía. Uno, cuando termina de hacer algo, siempre dice: es una cosa de locos. Siempre se busca un comentario no razonable. Además, el físico te acompaña. Tu físico está hecho para el freno, para la salida, para el salto. Pero bajo mi punto de vista, la cuarta pata de la mesa es de la que menos se habla. Es la asunción de todas estas cosas.

—Estoy hecho así. A mi me pasan millones de cosas por la cabeza. Quizá como burro o como loco elija lo peor. Pero lo peor sorprende.

—Lo que nunca te he visto es dudar. Por ejemplo, participaste en la Copa de América el año pasado sin estar en una forma física correcta. Más bien todo lo contrario.

— Recordé que me preguntaste: "¿Por qué vas a la Copa de América?". Yo lo que quería era jugar con ese peso, poder jugar con tantos partidos como tenia encima, en un nivel que no era el mío. Pero quería probar también.

—Otra cosa. Uno ya está cansado de escuchar que Maradona es un gran jugador y una mala persona. Lo dice mucha gente. Por ahí te dicen: dentro de la cancha, un fenómeno: fuera, no. Y sin embargo, vas a la Copa de América y no tenés una buena actuación y el equipo tampoco ayuda. Pero te lo mascás solo. Jamás se te ocurre decir: habría necesitado la ayuda del equipo y no la tuve, o el entrenador me hizo jugar 20 metros más adelante o más atrás.

—Eso de decir: en la cancha, un tipo bárbaro; fuera no... Mirá, yo me preocupo por mi casa. Quizá se vendan más diarios con esas historias sobre mi. Lo entiendo, pero no me preocupa. Me preocuparía si mañana el que me conoce dice: "Sos un hijo de puta". Eso me preocuparía. Ahora, me lo tiene que demostrar y va a ser duro.

—Por eso le digo que la gente exige de vos que seas una oveja negra dentro de la cancha y que fuera estés dentro del rebaño. Y vos sos una persona especial tanto dentro como fuera.

—No se puede cambiar totalmente una forma de pensar dentro del campo con respecto a lo que se hace fuera. En definitiva, yo juego una hora y media y tengo mucho más tiempo para pensar o para ser una mala persona, como dicen algunos.

—Nunca tuviste una preocupación por ser un gran relaciones públicas de vos mismo.

—Al contrario. Siempre fui un rebelde.

—Es como si te negaras a pagar un peaje a la importancia. Un día me dijiste una cosa muy linda, aunque quizá no sea linda para los bien pensantes: "Yo lo único que quiero es jugar bien al fútbol. ¿Por qué tengo que ser un ejemplo? Nunca quise ser un ejemplo".

—El otro día, ojeando una vieja colección de revistas El Gráfico, me encontré con un número del año '81 en el que digo lo del ejemplo. Se hablaba de un Maradona ejemplar, de un patrimonio nacional, de todas esas cosas. No me interesaban entonces, y menos ahora.

—En el Mundial del '78. Menotti descarta a tres jugadores de la lista de 25, y uno de ellos eras vos. Los otros dos se quedan porque dicen que quieren ayudar a la Selección. Vos, en cambio, decís: "Me voy a casa". Lo normal es que un chico de 17 años haga lo que los otros dos. Preferiste sufrirlo solo. Le diste esta explicación a Menotti y te fuiste a casa llorando y estuviste llorando hasta el Mundial de España.

—Es como lo comas. Me puse a llorar, no me consolaba nadie. Menotti me dijo que yo tenía tiempo por delante, que me quedara a ayudar. Le dije que no, que me iba a mi casa. Había un montón de razones. No podía quedarme a desgana, a hacer caritas de bueno.

—Vamos al tema más deportivo. Casi no te quedan experiencias en los Mundiales. En el de España, por tu tristeza; en México, por la alegría casi exagerada. Pese a todo, no parece que tengas muchas ganas de resignarte.

—No, de ninguna manera. Esto va a ser nuevo porque voy a dejar la Copa a los argentinos: 78, 86 y 90.

—¿Qué cambió en tu manera de jugar desde tus inicios?

—Sólo he encontrado nuevas respuestas en el aspecto físico.

—¿Nunca de orden técnico?

—No.

—Muchos terminan automatizando los movimientos.

—Nunca me propuse hacer esto o lo otro. Siempre he dejado que la cabecita juegue sola, con las mismas ganas de siempre.

—Haciendo un balance de los 30 años, ¿ha estado bien ser Maradona hasta ahora?

—Si, y luego a los 33 ó 34 quiero ser Diego Maradona, con nombre y apellido.

—Cuando te veo entrar en la cancha, lo único que me gustaría ser es Maradona.

—En todo momento tuve muy clara la posición de Maradona como jugador. Cuando me retire será otra cosa. Pedirán los autógrafos al pibe que marque goles. ¿Qué le van a pedir a un viejo boludo? Para entonces quiero vivir, dar todo a mis nenas, ir al fútbol, a la tribuna, ir al boxeo Sabré ser Maradona.

—A veces me parece que no hay nadie que sepa mejor que Maradona quién es Maradona, y en ocasiones me parece que vos mismo no sabes quién es Maradona.

—Cuando diga adiós, esto se terminará. Será una vida sin autógrafos. No quiero dar un contrapié como Pelé. Te juro que no. Quiero desligarme del fútbol.

—Ese es el Maradona del futuro. El actual, ¿se ha quedado con las ganas de hacer algo o jugar en algún lado?

—Vos lo sabés. Yo a la blanca (la casaca del Real Madrid) me la quiero poner. Ahora que ya no se produce ninguna polémica por lo que diga, tengo que recordar aquella vez que aplaudieron cuando hice un gol en un derby final con el Barcelona. Una cosa así no pasa en el mundo. No veo a uno de Boca aplaudiendo a uno de River. Hoy en la Argentina se habla del Napoli porque está Maradona, pero toda la vida se habla del Madrid. Nosotros no sabíamos nada del Milán, de la Juve, del Barcelona.

—Tenes alguna opinión sobre esa vieja dificultad para acceder a lo alto de Europa.

—Si. No compraron a Maradona.

* Nota publicada en Página/12 durante el Mundial de Italia 90.