Después de casi tres meses de cuarentena, la creatividad para reinventar la vida social ya es moneda corriente. Videollamadas colectivas, cumpleaños entre pantallas y el juego de ver películas o series en simultáneo, son algunas de las propuestas que surgieron entre amigues. Sin embargo, hay quienes decidieron ir más allá: los viernes y los sábados, desde la madrugada, las fiestas virtuales se encienden para los y las amantes de la noche que encontraron la forma de “salir a bailar” desde sus casas.

Una de las plataformas que utilizan DJ’s para transmitir en vivo es Twitch, donde la cámara de los streaming alterna entre consolas y artistas, que se lookean para pasar música durante tres, cuatro o hasta cinco horas seguidas. En Instragram, entre la ola de videos en vivo que se enciende cada día a partir de las siete de la tarde, la “Bresh en casita” llegó a juntar más de 100 mil participantes cada sábado a la medianoche, que se encuentran para escuchar la música de los Dj’s habituales de la casa.

“Muchos DJ’s ya venían haciendo vivos o streaming por redes sociales, pero faltaba la interacción, ver cómo reacciona la gente ante un tema u otro, o que puedan incluso pedirlos”, señaló Mariano Legname, VJ y uno de los cuatro organizadores de la fiesta virtual “Sepicall”, que tuvo su primera versión a fines de marzo “como un plan de amigues con la necesidad de bailar pero no en una clase sino solo por diversión”. Así empezaron, y como la participación cada vez era más abultada convocaron a Diego Bulacio --DJ Diamante en su nombre artístico--, quien se entusiasmó enseguida para apadrinar la fiesta.

Gia Castello, integrante de la comunidad Chicas Programando, Juliana Planas, que trabaja en redes sociales, y Gino Cingolani, productor de la Media Party Hack Hackers Buenos Aires, son los otros tres integrantes del equipo, que fue perfeccionándose en la organización a medida que pasaban los fines de semana. “La gente empezó a proponer cosas, como un brindis colectivo a determinada hora”, relató Legname y contó que “otra cosa que pasa es que, como la plataforma permite fijar pantallas, las personas se pueden sacar a bailar entre sí. Ahora que vamos como 20 ediciones, ya nos damos cuenta si hay dos pantallas fijadas que están bailando juntes”.

Si bien, según explicaron los organizadores, lo principal es “romper el loop constante de la rutina en cuarentena”, también recibieron mensajes de les participantes --un total de 500 personas durante cada noche--  sobre “la posibilidad de encontrar una comunidad de gente con la que salir a bailar” a pesar del contexto. En ese sentido, Ingrid Sarchman, investigadora de tecnología, cultura y sociedad y docente en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA), señaló que “en estos momentos es importante recuperar las complicidades que hacen sobrevivir a las pequeñas comunidades, dentro de las posibilidades de cada una”.

Existen, tanto en el ámbito académico como en la sociedad, dos miradas sobre la tecnología: una más optimista y otra más crítica, tanto hacia los avances tecnológicos como a las formas de relación que conllevan. “Hay una inclinación hacia la mirada más optimista de la tecnología porque ahora aparece como eso que te une a los afectos, a las personas que están lejos”, señaló Sarchman, y explicó que, así como en las aplicaciones de citas las relaciones que se dan entre las personas son diferentes a las que se pueden dar en un bar, lo mismo sucede con las fiestas virtuales: “Cada plataforma tiene su lógica, sus propios códigos y diálogos que se van construyendo en la práctica, aunque quizás todavía nos parezca que todo es una simulación de la vida real”.

Es sábado y en la pantalla de la computadora la ventana principal muestra a Pablo Redes en su personaje artístico --Presi Gay-- que da la bienvenida a la fiesta “A pura cuarentena”. Alrededor, se van sumando caras, cuerpos, vasos con bebidas y también otras ventanas que, con la cámara apagada, son un nombre sobre un fondo negro. “A pura cuarentena” fue una de las primeras movidas que impulsó la modalidad de fiesta virtual por Zoom, que requiere invitación mediante un link y tiene una participación máxima de 100 personas. La primera se hizo el sábado 28 de marzo, y desde entonces no falló ni un solo fin de semana. “La idea de la fiesta fue espontánea, nos levantamos ese día y dijimos ‘¿por qué no hacemos una fiesta?’. Armamos la sala y empezamos a difundir, y vino mucha más gente de la que esperábamos”, relató Camila Roel, una de las creadoras de la fiesta junto a Esteban Pata, que hace el rol de “Cupido”, y Pablo Redes, anfitrión de la fiesta.

Después de pasar el himno nacional en su versión remixada, la pantalla principal empieza a alternar entre el DJ y los distintos participantes que, por su look y escenografía, atraen la atención de la fiesta. A un costado de la pantalla, el chat está activo toda la noche. “La interacción entre la gente es la clave de la fiesta, porque aunque para algunos es un encuentro con amigos, otros vienen a conocer personas nuevas”, explicó Roel. A eso de las dos de la mañana llega el concurso de looks, que conduce el humorista Lucas Matías. “En la primera edición solo teníamos una playlist y 40 minutos por sesión: la previa, la fiesta y el after. Pero después sumamos concursos, personajes invitados, perfos especiales. Nos seguimos renovando con cada edición y nos juntamos cada semana a planificarla”, relató Roel.

Para coronar el desfile de looks, aparece una encuesta sobre la pantalla de cada participante, para votar el mejor atuendo. Hay pelucas, sombreros, disfraces navideños y exóticos, y también quienes imitan personajes como Britney Spears o el Guasón. “El hecho de producirse para la fiesta ya es cambiar la rutina de quedarse en casa. Además, al otro día el cuerpo siente la liberación de las tensiones por haber bailado un rato”, señaló Presi Gay y agregó que su rol, durante la noche, “se trata de incentivar constantemente a que les participantes bailen, muestren sus tragos en cámara y hablen en el chat”.

En ambas fiestas privadas, les organizadores aclaran, antes de empezar y en distintas ocasiones durante la fiesta, la disponibilidad para avisarles en caso de incomodidades, insistencias por chat o situaciones de acoso. “Queríamos que los usuarios sepan que están dentro de una comunidad sana y segura“, señaló Legname, de la fiesta virtual “Sepicall”.

“Cualquier planteo acerca de las nuevas modalidades tecnológicas no puede desligarse de un análisis de clase”, explicó Sarchman, y afirmó que, si bien la práctica es masiva, la exacerbación de la virtualidad “es la nueva normalidad de un grupo que ya estaba tecnologizado, mientras que la brecha digital en la sociedad todavía existe”.

Informe: Lorena Bermejo