Existen más de 1100 estudios científicos que dan cuenta de los efectos del glifosato en el ambiente y en la salud. Están detallados en una reciente recopilación y dan cuenta del impacto sanitario del herbicida más utilizado del mundo, pilar del modelo transgénico. Más de 200 de esos trabajos científicos son de universidad públicas del país. En Argentina se utilizan más de 270 millones de litros cada año, los organismos de control no miden la toxicidad crónica del químico y, desde hace décadas, se suman familias y pueblos que denuncian los efectos de las fumigaciones.
“Antología Toxicológica del Glifosato +1000”, es el título del trabajo, de 270 páginas, recopilado por Eduardo Martín Rossi y editado por la ONG Naturaleza de Derechos. Al inicio se aclara que los 1108 trabajos científicos citados fueron, todos, sometidos a revisión por un comité de científicos o pares, y aprobados para su publicación académica. Se consultaron bases de datos científicas hasta mediados de 2019 y en todos los casos están disponibles mediante un link de acceso en Internet.
En el primer capítulo de la Antología Toxicológica se precisan estudios que vinculan el glifosato al cáncer, malformaciones, encefalopatía, autismo y parkinson. El capítulo dos aborda los mecanismos de fisiopatología celular (promotor el cáncer), apostosis celular (muerte celular programada), genotoxicidad y trastornos en el sistema endocrino. El tercer capítulo cita estudios de glifosato y su afectación en los sistemas reproductivo, inmunitario, digestivo, nervioso, renal y cardiovascular.
La multinacional alemana Bayer compró Monsanto en 2018 por 66.000 millones de dólares. Se transformó así en la mayor empresa de semillas transgénicas y agrotóxicos del mundo. Esta semana se hizo público el acuerdo extrajudicial de Bayer-Monsanto con casi 100 mil denunciantes de Estados Unidos. La multinacional alemana ofertó casi 11.000 millones de dólares para frenar demandas por las consecuencias en la salud del agrotóxico. Aún no se conocen los detalles del acuerdo. Tres condenas judiciales consecutivas (2018 y 2019) ya habían determinado la responsabilidad de la compañía y todas habían fijado resarcimientos millonarios.
En Argentina se aplica glifosato en más de 28 millones de hectáreas. Los campos de soja, maíz y algodón son rociados con el herbicida para que nada crezca, salvo los transgénicos. También se utiliza en cítricos, frutales de pepita (manzana, pera, membrillo), vid, yerba mate, girasol, pasturas, pinos y trigo. A partir del avance transgénico, aumentó geométricamente el uso del glifosato, desarrollado y comercializado inicialmente por Monsanto desde la década del 70, aunque en el 2000 se venció la licencia. Entre las empresas que comercializan glifosato en Argentina figuran Bayer-Monsanto, Syngenta, Red Surcos, Atanor, Asociación de Cooperativas Argentinas, Nufram, Agrofina, Nidera, DuPont, YPF y Dow. No existen datos oficiales de cantidades de uso, pero la ONG Naturaleza de Derechos utilizó las cifras de las empresas: en 2018 se utilizaron unos 270 millones de litros. En 1996, cuando se aprobó la primera soja transgénica de Monsanto, se utilizan 50 millones de litros.
La recopilación también aborda el impacto del agrotóxico en peces, anfibios, aves y mamíferos. Todo un apartado refiere al impacto en el ambiente, clasificado en consecuencias en el aire, aguas y suelos, donde se confirma que el glifosato permanece en el ambiente por largos periodos de tiempo y se traslada por extensas distancias. El capítulo seis y siete abordan el impacto en alimentos, la “interferencia nutricional” y la presencia del químico en comestibles y bebidas.
Es el quinto trabajo de recopilación de estudios sobre glifosato que publica Eduardo Rossi y Naturaleza de Derechos. “En los juicios de Estados Unidos la empresa no pudo negar los correos internos de Monsanto, donde reconoce que desconocía la toxicidad real del Roundup (marca comercial del glifosato). Y en los mismos tribunales se conocieron estudios que vinculan claramente al agrotóxico con la afectación en el ADN y con mecanismos vinculados al cáncer”, afirmó Rossi.
Durante muchos años Monsanto argumentó que no había “pruebas” de las consecuencias del herbicida. Periodistas agropecuarios y funcionarios seguían la misma línea argumental. Ante la cantidad de estudios de las últimas décadas, el nuevo relato señala que “existen dos bibliotecas” respecto al glifosato. Eduardo Rossi rechazó ese argumento empresario y destacó que existen más de 200 trabajos científicos de universidades públicas de Argentina, investigadores del Conicet y de organismos públicos (como el INTA) que confirman los impactos negativos del químico. Mientras que los únicos trabajos que señalan las bondades del producto son los de las empresas que lo producen o de científicos que reciben financiamiento de esas mismas compañías.
En Argentina no son públicos los estudios del Senasa (Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria) que clasifican al glifosato como de “baja toxicidad”. Tampoco se tienen en cuenta los efectos crónicos (en largos periodos de tiempo).
Rossi destacó, entre otros trabajos, las investigaciones del grupo de Genética y Mutagénesis Ambiental (GEMA) de la Universidad Nacional de Río Cuarto (UNRC), que desde hace más de una década investiga los efectos de los agroquímicos. Y, mediante decenas de publicaciones, confirmó que el glifosato produce daño genético, indicador de enfermedades como el cáncer. Todos sus trabajos están citados en su propia página de internet (contaminantesambientales.ar
).