Desde París
La unión arcoíris entró con fuerza en el rumbo político francés. Los ecologistas y las alianzas que se gestaron con otras corrientes de la izquierda francesa (PS,PCF, izquierda radical) durante la pandemia aparecen como la apuesta más ganadora de la segunda vuelta de las elecciones municipales. Europa Ecología Los Verdes (EELV) y sus socios de la izquierda, socialistas y comunistas principalmente, están en condiciones de ganar en Lyon, la tercera ciudad de Francia, en Burdeos, gobernada desde hace 75 años por la derecha, en Estrasburgo, Potiers, Annecy y también en otro bastión conservador, Tours. Incluso la gran ciudad portuaria del Sur de Francia, Marsella, podría pasar a la canasta de la alianza arcoíris.
Los que se habían burlado de esos chicos “utopistas” que cuidan plantitas y promueven la bicicleta tendrán que revisar su comprensión de la realidad. Los numerosos puentes que los verdes y las izquierdas fueron construyendo, y de los que PáginaI12 dio cuenta paso a paso con mucha atención, desembocaron en una de las victorias verdes-rojas-rosas más extensas de que se tenga memoria. Al mega dogma liberal del crecimiento le salió un competidor nuevo: el crecimiento verde.
En París, la socialista Anne Hidalgo conserva la Municipalidad mientras que la extrema derecha del Reagrupamiento Nacional (RN) encubre su escasa proyección municipal en el país con la victoria obtenida por la ex pareja de Marine Le Pen, Louis Aliot, en la ciudad de Perpiñán. Se trata de una perla porque Perpiñán es una ciudad de más de 120 mil habitantes, se convierte en la segunda de este tamaño que cae en manos de la ultraderecha después de Toulon en los años 90 y el candidato actual derrotó a la unión del resto de los partidos que suelen aunarse en un frente republicano contra el partido lepenista. En cuanto al partido presidencial, La República en Marcha (LRM), poco esperaba de esta consulta. Disperso, sin bases regionales (jamás las pudo extender), dividido y con escasas ideas, el movimiento del presidente Emmanuel Macron voló muy bajo. Sólo se salvó el primer ministro Edouard Philippe en la ciudad donde era candidato, Le Havre, donde ganó con 58,83% de los votos.
Menos Emmanuel Macron, ganaron todos: los verdes, la extrema derecha, las izquierdas y hasta la derecha de Los Republicanos que pudo conservar casi todas las ciudades de más de 9.000 habitantes.
La palabra “histórica” figurará en muchos de los análisis de estas elecciones. Por el contexto en el que se celebró el proceso electoral iniciado el pasado 15 de marzo con la primera vuelta y luego interrumpido por el confinamiento. La segunda vuelta debió celebrarse el 22 de marzo, pero el 16 de marzo el presidente Macron la suspendió e instauró el confinamiento que se extendió hasta el 11 de mayo. El término histórico también se aplica a la creatividad con que verdes e izquierdas lograron armar alianzas ganadoras y, también, por la abstención.
Ni el fin del confinamiento, ni las máscaras, ni las lapiceras o el gel disuadieron a los electores para ir a votar. Con un 41% de participación, la abstención superó todos los records, incluido el de la primera vuelta (44,6%). Hasta los agonizantes socialistas le pusieron su marquita al calendario no sólo porque conservaran París sino, también, porque ganaron en Nancy, una ciudad de más de 100 mil habitantes donde Mathieu Klein y su alianza con los verdes y los comunistas destronó a la derecha. En Montpellier los socialistas protagonizaron una hazaña semejante.
A su vez, la extrema derecha conquistó esa ciudad de Perpiñán tan simbólica para su historia moderna: Marine Le Pen, hace unos años, había empezado a tejer allí la nueva estrategia del partido: hacerlo pasar como un partido más sin la etiqueta de “diablo marrón” que llevaba puesta. Más globalmente, la segunda vuelta es un punto de inflexión y un ejemplo para quienes no creían en los pactos bicolores o tricolores. Las victorias ecologistas son espectaculares por la cantidad de ciudades, por la importancia demográfica que tienen y la forma en que, tras décadas y décadas de estar en manos conservadoras o presas de ese vaivén izquierda-derecha, pasan ahora bajo la autoridad verde. Hay, no obstante, un dato más que circula en estos resultados: además de las victorias netas, las alianzas con la ecología le permitieron a la socialdemocracia y las izquierdas afianzar victorias que parecían lejanas.
El caso de París es muy concreto. Anne Hidalgo ganó a la candidata de la derecha, Rachida Dati, y a la de Emmanuel Macron, Agnès Buzyn (ex ministra de Salud), con el respaldo de una alianza con los ecologistas. Este esquema se repitió el domingo en numerosas localidades. La izquierda no ha muerto y la ecología ha dejado de ser la prima pobre del banquete electoral. El examen de conciencia ecológico y social que se produjo durante el confinamiento parece tener una límpida traducción electoral en esta consulta.
Muchísimas ciudades francesas irán en bicicleta y con una rosa en la mano. Burdeos fue tal vez uno de los bastiones más imposibles de soñar. Sin embargo, con humildad y pedaleando, el ecologista Pierre Hurmic pactó con movimientos de la sociedad civil y con las izquierdas y se puso en el bolsillo una ciudad que lleva 75 años bajo el imperio de la derecha liberal y cuyo candidato conservador (el adversario) estaba respaldado por el macronismo y la derecha del ex presidente Nicolas Sarkozy. Burdeos es, entra todas, la gran capital de la burguesía vitivinícola de Francia. Hurmic no es un idealista verde sino un partidario de lo que él mismo denomina “la ecología pragmática”. Es un discípulo del filósofo y sociólogo anarquista Jacques Ellul (La edad de la técnica, Ediciones Octaedro, último libro traducido al español). Es muy probable que Marsella, segunda ciudad de Francia, imite a Burdeos. La candidata de la lista de izquierda, Michèle Rubirola, se mantenía a la cabeza en el recuento final. Rubirola es una ecologista respaldada por una alianza de izquierda (La Primavera marsellesa) donde también participa La Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon, el Partido Comunista y el Partido Socialista.
Pese a la abstención aplastante, las elecciones repartieron su premio a cada partido, fueron indiferentes al movimiento presidencial y, una vez más, probaron la viabilidad de la filosofía del diálogo entre movimientos que comparten las misas ideas y en los cuales se cruzan principios inamovibles de preservación de la naturaleza, igualdad y justicia social. Yannick Jadot, líder y eurodiputado de los verdes, observó anoche a propósito de la izquierda y la ecología que “lo apasionante en las ciudades que se mantienen o pasan (verdes o a la izquierda) es que lo hacen en torno a la ecología y la solidaridad”. Los ecologistas solos no llegan, y la izquierda sola tampoco. Hacen falta los dos más los movimientos ciudadanos (claves en las victorias de este domingo). Juntos constituyen una robusta propuesta política que recién empieza a dar sus primeros pasos. Hay, hoy, un leve trazo de ese impreciso mundo del mañana.