Nueva colaboración entre la realizadora Maria Sole Tognazzi y la actriz Margherita Buy luego de Viajo sola (que tuvo su estreno comercial en nuestro país hace poco menos de un año), Entre nosotras vuelve a recorrer los caminos de la educación sentimental a una edad que la sociedad en general tiende a tildar de inapropiada. Si en aquel otro largometraje Buy interpretaba a una mujer soltera y solitaria en la encrucijada de una serie de dilemas personales y profesionales, Io e lei (título original que, a diferencia del local, habla tanto de la suma como de las partes) la encuentra en el rol de Federica, felizmente en pareja con Marina (Sabrina Ferilli), otra mujer que, como ella, transita los primeros tramos de la quinta década de existencia. Marina y Federica, ambas profesionales exitosas (respectivamente, una ex actriz de cine, dueña de un restaurante romano muy chic, y una arquitecta y restauradora con importantes encargos), mantienen sin embargo una diferencia esencial: mientras que la primera ha admitido su condición homosexual ante el mundo hace mucho tiempo, la segunda continúa resguardando su elección emocional y sexual de las miradas ajenas, consecuencia quizás de una vida anterior como esposa y madre de un hijo ya veinteañero.
El disparador del conflicto que desequilibra a esa pareja afianzada luego de cinco años de convivencia es, como puede serlo también en la vida real, casual: la aparición de un viejo interés romántico (un hombre, para complicar aún más las cosas). A partir de ese momento, el firme y prolijo terreno por el que parecían caminar de la mano comienza a sacudirse, levemente primero, con la fuerza de un terremoto poco después. Un fugaz diálogo deja entrever que el guión de Maria Sole Tognazzi y sus colaboradores pudo haber entretejido una mayor complejidad en la descripción de esa relación. “Yo no soy lesbiana, nunca lo fui. La única mujer que me gusta sos vos”, le dice, palabras más o menos, Federica a Marina. El relato en su conjunto, sin embargo, se encarga rápidamente de alisar el terreno para continuar con la construcción de un concepto de pareja romántica absolutamente convencional.
El cine de Tognazzi suele ser amable (a veces, demasiado) y las tribulaciones de sus personajes tienden a dejar de lado por completo cualquier problemática que no sea la emocional. Una breve escena hogareña con personajes secundarios, por ejemplo, introduce el tema de la “crisis de la recesión”, que podría ser interpretado como un mea culpa ideológico por parte de los realizadores. Pero incluso en ese énfasis en lo cotidiano y lo íntimo, las decisiones del guion no tienden a tomar mayores riesgos ni van más allá de una descripción costumbrista de las pequeñas rencillas y elecciones personales de los personajes. Es un arma de doble filo. Por un lado, en sus mejores instancias, la película –apoyada por las precisas actuaciones de Ferilli y Buy y del reparto en su conjunto– logra una intensidad moderada que se corresponde con el universo relativamente pulcro y ordenado de los personajes. Por el otro, especialmente en el tercer acto narrativo, la incorporación de los modos y tonos de la comedia romántica hacen desviar a Entre nosotras a un territorio mucho menos rico e interesante. Aunque siempre acompañado de un sentido del humor y liviandad que, en líneas generales, es de agradecer.