“Somos una generación que se dio cuenta de que un montón de cosas no estaban funcionando bien”, advierte rápido Yael Crupnicoff, adolescente argentina de 17 años que participó de La lección más grande del mundo de UNICEF, un evento educativo que reunió a expertos y jóvenes para pensar el futuro post covid-19. La joven compartió la actividad con la directora ejecutiva de Unicef, Henrietta Fore, y con la actriz y activista Millie Bobby Brown, a.k.a. Eleven de Stranger Things. “Hablamos sobre el rol de los jóvenes en la pandemia y pensamos un poco el mundo del mañana”, suma.

Yael es egresada de los clubes TED-Ed, una organización que depende de TEDx en la que los estudiantes atraviesan un proceso similar al de un orador profesional. Mientras, cursa el último año del secundario en la escuela Martín Buber y milita activamente en Jóvenes por el Clima, una agrupación internacional que empuja causas ambientales. “Muchas de las soluciones están llegando desde los jóvenes, que somos quienes más estamos activando”, asegura.

 

Por estos días, Yael no puede marchar en las calles pero aprovecha su tiempo para militar en las redes sociales y, fundamentalmente, para educarse. “La cuarentena nos sirvió para formarnos, para investigar y estructurar todo”, explica. Vía Zoom, haciendo vivos en Instagram sobre distintos temas, aprovechando Twitter para seguir conectados a nivel político o usando Reddit para revolver ideas, Yael y sus compañeros exprimen sus horas al máximo, muy a pesar de las circunstancias.

A los jóvenes nos apasiona mucho disminuir las injusticias. Y en vez de quedarnos en una actitud pasiva, decidimos adaptarnos. Vale la pena arrancar de cero o romper con lo que siempre fue igual por muchos años”, arremete. “Nos preocupa la desigualdad de género, la inequidad económica, la falta de diversidades en todos los ámbitos, pero fundamentalmente en los espacios de poder.”

Culpas pasadas y crisis presente

A la sazón, Yael forma parte de una generación que pagará la cuenta por decisiones que no tomó: la ambición política, la codicia personal, las industrias destructivas, la erosión del tejido social, la desatención a ciertos tópicos sensibles, las consecuencias fatales con el medioambiente. “Queremos un lugar en las mesas donde se toman esas decisiones”, revuelve.

Pocas manos, muchas atribuciones: ahí quieren erosionar, sobre ese concepto quieren irrumpir los jóvenes activistas. A su vez, su participación no se ve atraída por los verticalismos ni las ONG ni los partidos políticos. “Algo interesante de nuestra generación es que nos agrupamos por compartir ideas similares, como el aborto legal o el cambio climático. No queremos casarnos con un lado o con otro. Aprendimos a dudar un poco más de todo. Pensamos las cosas en términos flexibles y queremos generar otro tipo de vínculos”, explica.

#QuedateEnCasa como Yael, que investiga y se forma mientras milita en redes sociales | Foto: Cecilia Salas 

La pandemia no detiene su militancia y arremete fuerte y al medio: “El mundo no debe mirar para otro lado”. Para Yael, muchas de estas determinaciones deben partir desde los grandes países y las empresas poderosas, muy a pesar de las (valiosas) acciones individuales. “Diría que hay una gran conciencia, pero se observa todo como un ‘problema del futuro’. No se habla de crisis climática en tiempo presente. Tenemos que saber que esta crisis no va a afectarnos a todos por igual”, señala la joven a propósito del fuerte impacto que tendrá esta problemática en los sectores más pobres y marginados de la sociedad.

El capítulo local de Jóvenes por el Clima, la orga de la que forma parte, está liderado por Nicole Becker (19) y Bruno Rodríguez (20), dos jóvenes ambientalistas argentinos. ¿Admiran a Greta Thunberg ? Por supuesto, pero de una manera particular. “La magia de Greta radica en que es una chica muy emocional y eso no está asociado al poder y a quien puede liderar movimientos. Ser nena no le es un obstáculo. Nunca usa la plataforma para hablar de ella misma. Lo bueno de que exista Greta es que existirán más como ella. Necesitamos escuchar otras voces.”

El gen activista de la cultura joven

Entretanto, Yael y los suyos celebran que sus referentes culturales (cantantes, actores, deportistas) estén mediados por cuestiones de derechos, compromisos ideológicos y posiciones políticas. Asimismo, Crupnicoff sugiere: “La mayoría de las series y películas que nos gustan tienen un sub-plot con algún tipo de interés en la diversidad”.

Por ahí pulula el respeto por Lisa Simpson, la admiración por el feminismo de Emma Watson, su amor por las sagas de Harry Potter y Los Juegos del Hambre, pero también la validación a Los hombres que explican cosas de Rebecca Solnit y a Supremacía blanca y yo de Layla Saad. “Nos resulta raro que alguien que admiramos no se pare en contra de las injusticias”, Yael dixit.


Para reforzar su activismo, Crupnicoff considera importante leer, escuchar, forjar carácter. También seguir a otros activistas en redes sociales. Escribir textos, compartir carteles propositivos y hacer close-up sobre algunos hábitos cotidianos como el lenguaje. “Tenemos que llamar la atención cuando cerca nuestro surgen comentarios homofóbicos, racistas o machistas”, comenta. “Y es importante que la otra persona entienda por qué se le llama la atención.”

A propósito, ¿por qué pensás que en Internet prenden tanto los discursos de odio, supremacistas y radicalizados?

--Internet es un arma de doble filo. Le da una plataforma a todo el mundo. Eso está muy bueno, pero tiene otro lado que no lo está: es el daño con el que tenemos que lidiar. Nuestro like también vale, por eso no existe el consumo irónico. Tenemos que elegir lo que queremos consumir. Y hay que tener valentía para bloquear o silenciar. Nuestra atención es un bien limitado. De hecho, uno no trata de convencer al extremista de que lo que está diciendo está mal. No, no le das cabida y punto. Hay que dejar de poner atención a eso y generar mejor contenido.