Desde Barcelona
UNO Ya está. Ya fue. Ya sigue siendo y qué será, será... Y Rodríguez sintiéndose como el siempre ido pero eternamente de vuelta Billy Pilgrim en Matadero-Cinco de Kurt Vonnegut. Escritor que entendía a su oficio como el de "células especializadas y súper-sensibles" cuya misión --similar a la de enjaulados canarios asfixiándose antes que nadie en las minas de carbón-- era la de dar la alarma y advertir de que había que volver corriendo a la superficie de la verdad para no morir ahogados en las profundidades de la mentira.
Y --suenen las sirenas-- la nueva normalidad era esto: novedosa aceptación de alarmada anormalidad como lo cotidiano luego de 99 días de anómala alarma.
O algo así, and so it goes...
El entrenamiento fue eficaz y digno del más curtido soldado a teletransportar desde Dresde a Tralfamadore. Y ya no parece muy raro el que sigan las piruetas con la fantasmagórica cifra de muertos pandémicos ("Nos quedan 13.000 fallecidos ahí, no podemos ubicarlos ahora", carraspeó el epidemiólogo gubernamental Fernando Simón).
Pero se perciben grietas en el paisaje llamando a los gritos a turistas extranjeros a rescatar a náufragos locales. Aquí vienen, ya están aquí. Aunque --la cosa está más cerca del vaciado Mary Celeste que del desbordado Titanic-- son muchos menos de los que se necesitan para mantenerse a flote.
DOS Y al timón Pedro Sánchez --cruza de vendedor de El Corte Inglés con compañerito de infancia quien, como The Politician, sólo quería ser presidente cuando fuera grande-- con proa a laya decretada en el Congreso "Nueva Normalidad". "No encontramos un término mejor. Es lo más parecido a la normalidad, pero no es la normalidad a la que estábamos acostumbrados", dijo Sánchez en su momento. Por eso Sánchez relanzó --casi a escondidas pero con ganas de imponerlo como hit-estío y hastío-- un "anormalidad temporaria" unisex y talla única. Y se consuela Rodríguez: Sánchez no es lo mejor que hay, pero no hay nada mejor (que no es lo mismo). Y no precisa cuánto tiempo va a durar esta anomalía estilo infecta cantinela del "un pasito pa'lante, un pasito pa'trás". Y a tararear e improvisar versos, se supone, hasta vacuna o tratamiento (y bienvenido sea ese Remdesivir, con nombre de monarca élfico de la Tierra Media). Mientras tanto, se insiste con que a partir de ahora cada uno es responsable de sí mismo y, además, de los demás. Y se asusta mucho con la detección de crecientes "rebrotes" (como queriendo disimular que el brote nunca se fue, y que no es verde sino rojo) que son, apenas y con suerte, entre el 30% y 40% de los que andan por ahí.
Lo económico-social-psicológico necesitará de algo más que jeringas y pastillas (tal vez de esa partícula terrena recién detectada de materia oscura) mientras el FMI diagnostica agujero negro. Y el PSOE se indigna por el mal trato de "acoso y derribo" al que lo somete el PP olvidando que --así se juega este juego-- no hace tanto los socialistas les tumbaron un presidente a los populares. Así, los grandes logros de Sánchez& Co. --los Expedientes de Regulación Temporal de Empleo y su prolongación, Salario Mínimo Vital, Ley de Protección a Menores-- aparecen como subtramas de un malestar con alto poder de contagio para una población que ya se siente cada vez más como inocente extraculposo en una de esas películas catástrofe en las que el cielo arde y la tierra tiembla y las mascarillas producen sudores fríos.
Y de nuevo: en su último libro publicado en vida, Un hombre sin patria, Vonnegut cerraba con un poema titulado "Réquiem". Allí se oye: ""El crucificado planeta Tierra, / Debería encontrar una voz / Y sentido de la ironía / Para poder decirnos / Ahora que ya hemos abusado de él: / 'Perdónalos, Padre, porque no saben lo que hacen'. / La ironía es / Que sí sabemos / Lo que hacemos. / Cuando el último ser viviente / Haya muerto por nuestra culpa, / Qué poético sería / Si la Tierra pudiera decir / Con su voz elevándose, / Tal vez, / Desde las profundidades del Gran Cañón: / 'Se acabó / A la gente no le gustaba estar aquí'".
El problema es que esa voz no sería escuchada, porque todos están muy distraídos con intentar comprender el alarmante y lost-apocalíptico final de Dark, aun así tanto más lógico que el durante de la nueva normalidad ya no tan nueva, ¿no?
TRES Y por ahí pero no el ahí de Simón aún (aunque nuevos estudios de aguas residuales indican que el Covid-19 ya andaba por aquí, por las suyas e independiente, desde ¡marzo de 2019!) va y viene Rodríguez. Se han abierto las fronteras de la cada vez más fronterizada Europa (y mañana a las de parte del mundo, jugando a otro Bingo luego del de fases que nadie respetó demasiado). Y Barcelona no acaba de perder ese aire de siesta eterna provinciana de finales de los '90s. En verdad --por todas las razones incorrectas-- no está mal este respiro con tiendas vendiendo trad-falsificaciones-locales del acorazonado logo NY de Milton Glaser (RIP) e inexplicables sombreros mexicanos. Pero Rodríguez no se engaña: pronto retronarán las carcajadas enfermizas y enfermantes desde esos balconings de pisitos donde beber apiñados y colados. Carcajadas como las de --cumpliendo ocho décadas de bromas asesinas-- ese ahora millenial-antisistémico The Joker quien dijo aquello de "Tan solo se necesita un mal día para enloquecer al hombre más cuerdo". Imaginar el efecto de más de tres meses de malos días pasados y quién sabe cuántos por venir en un(des)alarmado y en (desa)cuerdo Rodríguez.
CUATRO Y si abril fue el mes más cruel, septiembre será el más inmisericorde (sumarle al Coronavirus ahí, las fiebres por la inhabilitación del brotado president Torra y llamada a elecciones catalanas y el fin de los ya mencionados ERTEs). Ahora, toca el opio/placebo de la terracita-playita-chringuito-verbenita y tanto otro maximalista diminutivo estival. ¿Calma antes de la tormenta? ¿Ojo del huracán? Sube la temperatura (según las encuestas, casi el 70% de los españoles no podrán tomarse ni comerse vacaciones este año por sólidos problemas de liquidez); baja la presión (las mismas encuestas aseguran que la covid-19 ha descendido al tercer puesto del ranking ibérico de blues por debajo del paro y la economía y justo antes de la clase política); y mejor ni pensar en el aire acondicionado como posible gran propagador. Se aguarda, sí, la llegada de esos 200.000 millones de euros comunitarios con Bruselas incitando al gasto masivo de los gobiernos para la reconstrucción de una cada vez imaginaria y poco imaginativa Europa. En cualquier caso, habrá antes que verlo --y recibirlos-- para creerlo. Y agradecerlo después; pero revisando la inevitable factura con letra más microscópica que esos virus a los que les cantan los tweeting-canarios que --desde sus jaulitas del veranito-- repiten aquello de "Me parece haber visto un lindo gatito" y luego, alarmados pero regocijados, un "¡Es cierto! ¡Es cierto! ¡Sí he visto un lindo gatito!".
El problema es que la curiosidad no mata a este gatito (que no es liebre) y que va por libre y sin cascabel. Y que es silvestre pero, también, invisible y con muchas vidas por delante. Y protagonista de esos videítos en los pronto que --Tik Tok, Tick-Tock, Hi Ho-- se bailará tosiendo, (re)alarmados, de nuevo, adentro, ahí.