El fenómeno del coronavirus se viralizó de distintos modos en todo el mundo. En su aspecto sanitario, de virus (Sars-Cov-2) y enfermedad (covid-19), se convirtió en pandemia. Adelantándose a la pandemia, su viralización en redes sociales como tema de conversación circuló en los cinco continentes. Mediante las tecnologías de la comunicación virtual se alertó a ciudadanías, observando ejemplos de los primeros países infectados y tomando conciencia del problema. Memes, fake news, información exhaustiva, contradictoria y reduntante circulan por redes y grupos de WhatsApp comunicando sobre el coronavirus.
La rapidez de una cuarentena mundial como la que vivimos, nunca vista con anterioridad, fue factible gracias a la viralización de las comunicaciones sobre el coronavirus en redes sociales. Discursos médico científicos han sugerido la cuarentena, y varios gobiernos que decidieron no llevarla a cabo en un principio (como los de México, EE.UU. y Brasil, cuyos poderes gubernamentales se vieron afectados de algún modo tras sus decisiones) tuvieron a su ciudadanía activa en redes sociales, comenzando a ponerse en cuarentena por su cuenta. "Quedate en casa" o "stay home" es un slogan que artistas, médicos, científicos, políticos, influencers y demás usuarios de redes sociales volvieron popular en todo el mundo con celeridad.
En Argentina la cuarentena, si bien comenzó a regir oficialmente desde el 20 de marzo de este año, empezó a generar expectativas desde principios de ese mes: usuarios en redes sociales hablaban de qué hacer cuando estuviesen en cuarentena, quienes volvían de ciertos países del exterior debían hacerla, muchas empresas dictaron home office, el Presidente recomendaba quedarse en casa y mucha gente decidió directamente ponerse en cuarentena. Las redes sociales acompañaron ese proceso.
Observando esto, en una investigación de big data realizada en conjunto por las consultoras Foggy Bottom y System&Function, en la cual se relevaron casi 25 millones de conversaciones sobre el coronavirus en la web (Twitter, Facebook, Instagram, medios online, foros, blogs, entre otros) desde el 1 de marzo hasta el 21 de mayo, en la primera quincena de marzo el 29 por ciento refería a la ansiedad que producía la cuarentena pese a que todavía no se aplicaba en forma obligatoria. El pico de ansiedad, de 49 por ciento, se dio una vez aplicada formalmente, para bajar a 33 por ciento hacia principios de abril, una vez la cuarentena se estabilizó de algún modo.
El miedo a contagiarse el coronavirus tuvo relevancia en conversaciones anteriores a oficializarse la cuarentena, en un 9 por ciento. Desde la segunda quincena de marzo hasta los primeros días de abril inclusive, ese guarismo se vio reducido a un apenas 2 por ciento, observándose lo efectivo de la cuarentena, tanto en la sensación de proteger a la gente, como al evitar que el sistema de salud se sature y pueda atender a las personas infectadas.
Las conversaciones sobre denuncias de violación de cuarentena también poseían gran volumen (21 por ciento hacia finales de marzo y 14 por ciento los primeros tres días de abril), dando cuenta que en su gran mayoría la gente estaba “militando” la cuarentena con rigor. Ya en mayo las conversaciones sobre la posibilidad de salir a las calles y la finalización de la cuarentena dan cuenta de expectativas y ansiedades tras dos meses de ella.
Otra cuestión que preocupa son los casos de violencia de género y femicidios. El peligro para las víctimas encerradas con sus victimarios, quienes poseen una vigilancia opresiva en situación de encierro, cobró alta relevancia. Ocupando el 12 por ciento del volumen de conversaciones hacia fines de marzo, fue incrementándose a medida que se fueron conociendo casos de femicidio y violencia de género perpetrados en este contexto.
Cabe destacar también las oscilaciones en las críticas al gobierno nacional, que cayeron del 20 por ciento a un ínfimo 1 por ciento de la primera a la segunda quincena de marzo, sinónimo de la buena aceptación de las medidas. Apenas comenzó abril subieron al 12 por ciento, a medida que se incrementaron también del 1 por ciento al 8 por ciento las conversaciones con preocupación sobre la gente mayor, coincidiendo con la necesidad económica de los jubilados que los llevó a exponerse en hileras de espera en bancos, por entonces mal organizadas en varias localidades. Luego de ello las conversaciones sobre el Gobierno se estabilizaron, representando bajo el volumen negativo a excepción de dos únicos picos, del 6 y 29 de abril, por los temas de la compra de alimentos con sobreprecios y la liberación de personas privadas de su libertad por parte del Poder Judicial.
Tanto las pandemias como las catástrofes naturales se las describe e impactan en la sociedad de diversas maneras, variando esta concepción de sistema a sistema social por más que se trate del mismo fenómeno. No es lo mismo cómo perciben al coronavirus la economía, la medicina o las víctimas de violencia de género en cuarentena con sus perpetradores.
Pensar la covid-19 como pandemia y la cuarentena mundial sin redes sociales se vuelve difícil. Las redes representan una forma de romper el aislamiento, y generan un retroalimentación de las comunicaciones sobre la relación del virus y la cuarentena. A diferencia de quienes se arriesgan a decir que el coronavirus ha puesto en jaque a la globalización al frenar la economía internacional y cerrar fronteras, la globalización de las comunicaciones funciona como doble condición de posibilidad: procesar como pandemia a la covid-19 y combatirla de modo organizado. No obstante, cada decisión para combatir la pandemia produce consecuencias que generan o intensifican otros problemas que urge atender. Violencia de género, cuestiones económicas y ansiedades son algunos de ellos.
* Santiago Ruggero es sociólogo y docente en la Carrera de Sociología (UBA).