Desde Lima. Después de 107 días, los peruanos podrán volver a salir a las calles. Este miércoles se levanta en la mayor parte del país, incluyendo Lima, la cuarentena impuesta el 16 de marzo para combatir el coronavirus. Una riesgosa decisión que se toma cuando el nivel de contagios sigue alto -el Perú es el séptimo país del mundo con más casos de coronavirus-, aunque con cifras que revelan un lento descenso en la curva de transmisión del virus. En las últimas 24 horas hubo 2 848 nuevos contagios, llegando los casos a 285 213, y 173 muertos, elevándose el número oficial de fallecidos a 9 677. La medida de levantar la cuarentena se toma bajo presión por el duro impacto en la economía del largo confinamiento y parálisis productiva.
“Todos somos responsables de que en esta nueva etapa, en la que pasamos de una cuarentena general a una focalizada, tengamos buenos resultados. Hay una tendencia favorable de disminución de los contagios, pero somos conscientes que si no somos responsables puede haber un rebrote. Después de estos cien días todos ya sabemos qué hacer, hay que cumplir”, señaló ayer el presidente Martín Vizcarra.
La cuarentena continuará en siete de las 25 regiones del país, y en todo el territorio nacional para los niños menores de 14 años, que solo podrán salir una hora al día, los mayores de 65 y los que tengan enfermedades como diabetes, hipertensión o problemas coronarios. Se mantiene, al menos hasta el 31 de julio, el estado de emergencia y el toque de queda, que ahora será desde las 10 de la noche. Es obligatorio el uso de tapabocas para salir a la calle y en el transporte público, espacio de alto riesgo de contagio, también se deberá usar protectores faciales. La apertura incluye al 96 por ciento de las actividades económicas, entre ellas centros comerciales y restaurantes. Los eventos que generan aglomeraciones siguen prohibidos. En los próximos días se abrirían los vuelos internos. Las fronteras continúan cerradas.
“En un primer momento apostamos todo por la salud y se detuvo en seco la economía. Ahora hay que abrir la economía porque llega un momento en que no puedes sostener económicamente las actividades de salud porque no tienes ingresos. Se impone la realidad. Las herramientas para evitar los contagios son el autocuidado y que las empresas cumplan los protocolos”, ha dicho el ministro de Salud, Víctor Zamora.
El gobierno rechaza los cuestionamientos que dicen que la cuarentena fracasó por el alto número de contagios registrados. La situación es complicada, pero habría sido peor sin la cuarentena, que ha ayudado a evitar que el virus avance más rápido, dicen en el gobierno. Los expertos coinciden. “Sin cuarentena esto habría sido una masacre. Hemos salvado 145 mil vidas”, ha dicho el ministro de Salud.
La pandemia ha colapsado los hospitales públicos. Enfermos mueren en los pasillos de hospitales desbordados. Una salud pública abandonada y desfinanciada durante décadas de gobiernos neoliberales está pasando una alta factura. En medio de ese colapso de la salud pública, la tragedia de miles se ha convertido en un negocio para pocos. En un sistema que glorifica el libre mercado, se especula abiertamente con los precios de los medicamentos y del oxígeno indispensable para que miles atacados por el virus sigan respirando, y las clínicas privadas aprovechan la necesidad de atención y han multiplicado sus precios, cobrando tres mil dólares diarios a cada paciente de covid – 19.
El esposo de Elizabeth Sotelo está internado en una clínica privada, a la que llegó después de recorrer varios hospitales públicos sin encontrar una cama. Para aceptarlo, le pidieron una garantía de 30 mil dólares, que ella consiguió endeudándose. Su esposo lleva más de un mes en cuidados intensivos, y ahora la clínica le exige el pago de otros 100 mil dólares, que no tiene. José Tovar superó la enfermedad después de estar 65 días en una clínica, pero ahora tiene una deuda de 200 mil dólares con el establecimiento de salud. El padre de Lady Pérez tuvo menos suerte y falleció en la clínica. Tenía un seguro privado, pero igual le facturaron 60 mil dólares. No le quisieron dar el cuerpo de su padre hasta que cancele parte de la deuda y firme un acuerdo de pago por el resto.
Con dramáticas denuncias como estas apareciendo en los medios, recién cien días después de iniciada la emergencia sanitaria el gobierno reaccionó. El presidente Vizcarra les dio a las clínicas un plazo de 48 horas para que lleguen a un acuerdo con el gobierno para atender “a un precio justo” a los pacientes con un seguro médico del Estado y que no encuentren espacio en los hospitales públicos, costo que sería asumido por la seguridad social. Las clínicas venían eludiendo largo tiempo un acuerdo en ese sentido. Si no hay humo blanco, advirtió el presidente, el gobierno intervendría las clínicas privadas utilizando los mecanismos legales para casos de una epidemia. Menos de 24 horas después hubo acuerdo, el que debe entrar en vigencia en estos días. Este acuerdo fija una tarifa plana para los que tengan seguro social que equivale a unos 16 mil dólares por la atención de un paciente desde su ingreso hasta el alta, independientemente de los días que esté internado, monto que pagará el Estado. El acuerdo no incluye a quienes no tengan un seguro estatal.
Desde la derecha y las cúpulas empresariales se acusó a Vizcarra de “estatista” y “chavista” por su posición frente a las clínicas privadas para bajar sus cobros exorbitantes. Desde otros sectores, se cuestiona al gobierno por su tardía reacción frente a las clínicas privadas y por no establecer un control de precios para los medicamentos y el oxígeno, cobrados a montos que cuestan vidas en esta pandemia.
Los peruanos salen de la cuarentena envueltos en una grave crisis económica -el Banco Mundial proyecta para este año una caída del PIB de 12 puntos, la mayor en América Latina, solamente en Lima se han perdido 2,3 millones de empleos, casi la mitad de la fuerza laboral en la capital- y con el temor de que los contagios, todavía en un nivel importante, se vuelvan a disparar con la apertura.